XX Domingo del tiempo ordinario
Respondió el rey Sedecías: «Ahí lo tenéis, en vuestro poder: el rey no puede nada contra vosotros.»
Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo.
Ebedmelek salió del palacio y habló al rey: «Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre, porque no queda pan en la ciudad.»
Entonces el rey ordenó a Ebedmelek, el cusita: «Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera.»
él se inclinó y escuchó mi grito. R/.
Me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos. R/.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor. R/.
Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes. R/.
13 agosto sábado de la 19ª semana del T.O.
14/08/2016
Jeremías 38,4-6.8-10:
En aquellos días, los príncipes dijeron al rey: «Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con semejantes discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia.»Respondió el rey Sedecías: «Ahí lo tenéis, en vuestro poder: el rey no puede nada contra vosotros.»
Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo.
Ebedmelek salió del palacio y habló al rey: «Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre, porque no queda pan en la ciudad.»
Entonces el rey ordenó a Ebedmelek, el cusita: «Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera.»
Sal 39 R/. Señor, date prisa en socorrerme
Yo esperaba con ansia al Señor;él se inclinó y escuchó mi grito. R/.
Me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos. R/.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor. R/.
Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes. R/.
Lectura de la carta a los Hebreos 12,1-4:
Una nube ingente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retiramos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,49-53:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
"SIN FUEGO NO ES POSIBLE
En un estilo claramente profético, Jesús resume su vida entera con unas palabras insólitas: “Yo he venido a prender fuego en el mundo, y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!”. ¿De qué está hablando Jesús? El carácter enigmático de su lenguaje conduce a los exegetas a buscar la respuesta en diferentes direcciones. En cualquier caso, la imagen del “fuego” nos está invitando a acercarnos a su misterio de manera más ardiente y apasionada.
El fuego que arde en su interior es la pasión por Dios y la compasión por los que sufren. Jamás podrá ser desvelado ese amor insondable que anima su vida entera. Su misterio no quedará nunca encerrado en fórmulas dogmáticas ni en libros de sabios. Nadie escribirá un libro definitivo sobre él. Jesús atrae y quema, turba y purifica. Nadie podrá seguirlo con el corazón apagado o con piedad aburrida.
Su palabra hace arder los corazones. Se ofrece amistosamente a los más excluidos, despierta la esperanza en las prostitutas y la confianza en los pecadores más despreciados, lucha contra todo lo que hace daño al ser humano. Combate los formalismos religiosos, los rigorismos inhumanos y las interpretaciones estrechas de la ley. Nada ni nadie puede encadenar su libertad para hacer el bien. Nunca podremos seguirlo viviendo en la rutina religiosa o el convencionalismo de “lo correcto”.
Jesús enciende los conflictos, no los apaga. No ha venido a traer falsa tranquilidad, sino tensiones, enfrentamiento y divisiones. En realidad, introduce el conflicto en nuestro propio corazón. No es posible defenderse de su llamada tras el escudo de ritos religiosos o prácticas sociales. Ninguna religión nos protegerá de su mirada. Ningún agnosticismo nos librará de su desafío. Jesús nos está llamando a vivir en verdad y a amar sin egoísmos.
Su fuego no ha quedado apagado al sumergirse en las aguas profundas de la muerte. Resucitado a una vida nueva, su Espíritu sigue ardiendo a lo largo de la historia. Los primeros seguidores lo sienten arder en sus corazones cuando escuchan sus palabras mientras camina junto a ellos.
¿Dónde es posible sentir hoy ese fuego de Jesús? ¿Dónde podemos experimentar la fuerza de su libertad creadora? ¿Cuándo arden nuestros corazones al acoger su Evangelio? ¿Dónde se vive de manera apasionada siguiendo sus pasos? Aunque la fe cristiana parece extinguirse hoy entre nosotros, el fuego traído por Jesús al mundo sigue ardiendo bajo las cenizas. No podemos dejar que se apague. Sin fuego en el corazón no es posible seguir a Jesús." José Antonio Pagola.
13 agosto sábado de la 19ª semana del T.O.
Ezequiel 18,1-10.13b.30-32:
Me vino esta palabra del Señor: «¿Por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel: "Los padres comieron agraces, y los hijos tuvieron dentera?" Por mi vida os juro –oráculo del Señor– que nadie volverá a repetir ese refrán en Israel. Sabedlo: todas las vidas son mías; lo mismo que la vida del padre, es mía la vida del hijo; el que peca es el que morirá. El hombre que es justo, que observa el derecho y la justicia, que no come en los montes, levantando los ojos a los ídolos de Israel, que no profana a la mujer de su prójimo, ni se llega a la mujer en su regla, que no explota, sino que devuelve la prenda empeñada, que no roba, sino que da su pan al hambriento y viste al desnudo, que no presta con usura ni acumula intereses, que aparta la mano de la iniquidad y juzga imparcialmente los delitos, que camina según mis preceptos y guarda mis mandamientos, cumpliéndolos fielmente: ese hombre es justo, y ciertamente vivirá –oráculo del Señor–. Si éste engendra un hijo criminal y homicida, que quebranta alguna de estas prohibiciones ciertamente no vivirá; por haber cometido todas esas abominaciones, morirá ciertamente y será responsable de sus crímenes. Pues bien, casa de Israel, os juzgaré a cada uno según su proceder –oráculo del Señor–. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no caeréis en pecado. Quitaos de encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo; y así no moriréis, casa de Israel. Pues no quiero la muerte de nadie –oráculo del Señor–. ¡Arrepentíos y viviréis!»
Sal 50,12-13.14-15.18-19 R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro
Oh Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,13-15:
En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.» Les impuso las manos y se marchó de allí.
PARA VIVIR ESTA PALABRA
«Yo juzgaré a cada uno según su proceder».
Instintivamente, buscamos excusas para nuestros fallos y tendemos a echar la culpa a otros. También ahora nos podríamos refugiar en la culpa que tienen la sociedad, la Iglesia, las instituciones, el mundo en que vivimos, el mal ejemplo de los demás. Y, así, disminuir nuestra responsabilidad personal.
Nos va bien que se nos diga que cada uno va construyendo su propia vida y su propio futuro: ayudado o estorbado por el ambiente que nunca llega a privarnos de nuestra libertad.
Necesitamos tener personalidad y fuerza de voluntad en este mundo. No vale lo de «mal de muchos...». Tenemos que pedir a Dios esa fortaleza con el salmo de hoy: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme... afiánzame con espíritu generoso...».
El profeta Ezequiel nos presenta una lista impresionante de opciones que tanto entonces como ahora, tenemos que hacer los creyentes: observar la justicia, no ir tras los ídolos, respetar a la mujer del prójimo, no explotar al necesitado, no robar, devolver lo recibido en préstamo, no prestar con usura, juzgar con imparcialidad, caminar según los mandatos de Dios...
No echemos la culpa a los demás. Cuando decimos la oración penitencial del «Yo confieso», démonos claramente golpes en nuestro pecho repitiendo: «por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa». Eso sí, pidiendo a la comunidad, y a la Virgen y a los ángeles y a los santos, que nos ayuden con su intercesión en nuestro camino de fe.
2. Mateo 19,13-15
a) Jesús atendía a todos, y con preferencia a los más débiles y marginados de la sociedad: los enfermos, los «pecadores». En esta ocasión, a los niños que le traen para que los bendiga. A los apóstoles se les acaba pronto la paciencia.
Su frase es toda una consigna: «dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mi».
Y no es sólo por amabilidad. Le gusta ponerlos como modelos de la actitud que deben tener sus discípulos.
b) Por una parte, volvemos a recoger la lección que Jesús nos da poniendo a los niños como modelos: la sencillez, la limpieza de corazón, la convicción de nuestra debilidad, deben ser nuestras actitudes en la vida humana y cristiana.
Pero esta breve página nos interpela también sobre nuestra actitud hacia los niños. En tiempos de Jesús, no se les tenía muy en cuenta. Ahora ha aumentado claramente el respeto que la dignidad de los niños despierta en la sociedad. En la Iglesia, tal vez, sea la época en que más se les atiende pastoralmente.
A algunos autores, como el protestante O.Cullmann, les parece descubrir en este pasaje de Mateo («no impidáis a los niños acercarse a mí») una alusión al Bautismo de niños: ya en el primer siglo, los niños de familias cristianas eran bautizados, con la garantía de vivir en un clima en que sería posible luego crecer en su fe personal.
La familia cristiana, y toda la comunidad, deben sentirse responsables de evangelizar a los niños, de transmitirles la fe y el amor a Dios. Las ocasiones de esta atención para con los niños son numerosas: el Bautismo, la catequesis como iniciación en los valores cristianos, los demás sacramentos de la iniciación (Confirmación y Eucaristía), las Misas dominicales más pedagógicamente preparadas para niños, los diversos ambientes de su educación cristiana etc.
Ahora los niños no ven a Jesús por la calle para acercarse a él a que les bendiga. Nos ven a nosotros. Y nosotros tenemos que conducirles hacia el amor de Jesús, con todas las consecuencias.
Ezequiel 16,1-15.60.63:
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, denuncia a Jerusalén sus abominaciones, diciendo: "Así dice el Señor: ¡Jerusalén! Eres cananea de casta y de cuna: tu padre era amorreo y tu madre era hitita. Fue así tu alumbramiento: El día en que naciste, no te cortaron el ombligo, no te bañaron ni frotaron con sal, ni te envolvieron en pañales. Nadie se apiadó de ti haciéndote uno de estos menesteres, por compasión, sino que te arrojaron a campo abierto, asqueados de ti, el día en que naciste. Pasando yo a tu lado, te vi chapoteando en tu propia sangre, y te dije mientras yacías en tu sangre: 'Sigue viviendo y crece como brote campestre.' Creciste y te hiciste moza, llegaste a la sazón; tus senos se afirmaron, y el vello te brotó, pero estabas desnuda y en cueros. Pasando de nuevo a tu lado, te vi en la edad del amor; extendí sobre ti mi manto para cubrir tu desnudez; te comprometí con juramento, hice alianza contigo –oráculo del Señor– y fuiste mía. Te bañé, te limpié la sangre, y te ungí con aceite. Te vestí de bordado, te calcé de marsopa; te ceñí de lino, te revestí de seda. Te engalané con joyas: te puse pulseras en los brazos y un collar al cuello. Te puse un anillo en la nariz, pendientes en las orejas y diadema de lujo en la cabeza. Lucías joyas de oro y plata, y vestidos de lino, seda y bordado; comías flor de harina, miel y aceite; estabas guapísima y prosperaste más que una reina. Cundió entre los pueblos la fama de tu belleza, completa con las galas con que te atavié –oráculo del Señor–. Te sentiste segura de tu belleza y, amparada en tu fama, fornicaste y te prostituiste con el primero que pasaba. Pero yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras moza y haré contigo una alianza eterna, para que te acuerdes y te sonrojes y no vuelvas a abrir la boca de vergüenza, cuando yo te perdone todo lo que hiciste."» Oráculo del Señor.
Is 12,2-3.4bcd.5-6 R/. Ha cesado tu ira y me has consolado
Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R/.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel. » R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,3-12:
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?»
Él les respondió: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
Ellos insistieron: «¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse?»
Él les contestó: «Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno se divorcia de su mujer –no hablo de impureza– y se casa con otra, comete adulterio.»
Los discípulos le replicaron: «Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse.»
Pero él les dijo: «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Ezequiel
a) La queja de Dios contra su pueblo se expresa hoy con una fuerte parábola que podríamos llamar «la parábola de la niña expósita», una alegoría escrita con gran realismo, que puede chocar un poco a nuestros oídos, pero que está escrita con un lenguaje poético y expresivo de lo que son las relaciones entre Dios y su pueblo. La historia de un amor no correspondido.
Una niña que Dios ha encontrado abandonada de todos y la adopta. La descripción de los favores con que rodea a esta niña, hasta convertirla en una mujer madura y hermosa, está cargada de detalles muy humanos. Pero ella, al verse llena de atractivo, se olvida de su bienhechor y se prostituye con cualquiera de los que pasan a su lado: olvida a su Dios y se va con los dioses falsos.
Yahvé es el Esposo, Israel la esposa, en la línea de la comparación esponsal que siguen otros profetas como Jeremías y Oseas. La niña es Jerusalén, que al principio era una ciudad pagana y sin importancia, pero que Dios eligió como su ciudad, sobre todo con David, y la hizo grande y famosa. Y cuando podía esperar amor de ella, se encontró con una esposa infiel. La parábola resume toda la historia del pueblo de Israel, esposa casquivana y prostituida, infiel al amor de Dios.
(Si en vez de esa parábola, se prefiriera la lectura alternativa, el mensaje es el mismo: Israel es la muchacha que ha sido infiel, y que se tendría que sonrojar, porque ha faltado a la Alianza que había prometido a Yahvé, su Esposo).
b) La parábola no se dirige sólo a Israel. Se puede aplicar a la Iglesia, el nuevo Israel, que ha sido adornada por Dios con dones todavía más extraordinarios que el primero.
Como comunidad eclesial, ¿hemos sido siempre, y estamos siendo ahora mismo, una esposa fiel a Cristo, orgullo del Esposo? ¿o también nosotros, en otras épocas de la historia, o en la actualidad, se podría decir que estamos flirteando con otros dioses (poder, dinero, prestigio)?
También puede aplicársenos personalmente. Porque Dios ha puesto sus ojos en nosotros y se ha hecho ilusiones sobre lo que podíamos hacer para colaborar en la salvación de este mundo. ¿Le somos fieles? ¿seguimos a Cristo Jesús con rectitud de intención? Pablo expresaba así su convicción de cómo Dios nos amó primero: «Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo: por gracia habéis sido salvados» (Ef 2,4).
La Palabra de Dios se proclama para que nos la apliquemos a nuestra vida. Cada uno debería hacerse esta pregunta: ¿he cometido adulterio, faltando a la fidelidad para con Dios? Más aún, ¿me he prostituido, siguiendo al primero que me ofrece algo apetecible, según la moda del momento? Cada uno sabe su propia historia.
La voz del profeta termina con un arco iris de perdón: «haré contigo una alianza eterna... cuando yo te perdone todo lo que hiciste». Y es que el amor de Dios no tiene límites. Sigue enamorado, sigue deseando que volvamos a él de nuestros desvíos y escapadas. Y por eso el salmo ya piensa en la reconciliación: «ha cesado tu ira y me has consolado... el Señor es mi Dios y salvador, confiaré y no temeré... dad gracias al Señor, invocad su nombre».
2. Mateo 19,3-12
a) Terminado ya el «discurso eclesial» del cap. 18, siguen unas recomendaciones de Jesús en su camino a Jerusalén: esta vez, la célebre cuestión del divorcio.
La pregunta no es acerca de la licitud del divorcio, que era algo admitido. Sino sobre cuál de las dos interpretaciones era más correcta: la amplia de algunos maestros como Hillel, que multiplicaban los motivos para que el marido pudiera pedir el divorcio (no aparece que lo pueda pedir la mujer), o la más estricta de la escuela de Shammai, que sólo lo admitía en casos extremos, por ejemplo el adulterio.
Jesús deja aparte la casuística y reafirma la indisolubilidad del matrimonio, recordando el plan de Dios: «ya no son dos, sino una sola carne: así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». Al mismo tiempo, negando el divorcio, Jesús restablece la dignidad de la mujer, que no puede ser tratada, como lo era en aquel tiempo, con esa visión tan machista e interesada. La excepción que admite («no hablo de prostitución») no se sabe bien a qué se puede referir. Pero lo que sí queda muy claro es el principio de que «lo que Dios ha unido el hombre no lo separe».
b) Cristo toma en serio la relación sexual, el matrimonio y la dignidad de la mujer. No con los planteamientos superficiales de su tiempo y de ahora, buscando meramente una satisfacción que puede ser pasajera. En el sermón de la montaña (lo veíamos el viernes de la semana décima) ya desautorizaba el divorcio. Aquí apela a la voluntad original de Dios, que comporta una unión mucho más seria y estable, no sujeta a un sentimiento pasajero o a un capricho.
El plan es de Dios: él es quien ha querido que exista esa atracción y ese amor entre el hombre y la mujer, con una admirable complementariedad y, además, con la apertura al milagro de la vida, en el que colaboran con el mismo Dios.
Lo cual nos recuerda la necesidad de que lo tomemos en serio también nosotros, dentro de la comunidad eclesial: la preparación humana y psicológica del matrimonio, su celebración, su acompañamiento después... El amor que quiere Dios es estable, fiel, maduro.
Si el matrimonio se acepta con todas las consecuencias, no buscándose sólo a sí mismo, sino con esa admirable comunión de vida que supone la vida conyugal y, luego, la relación entre padres e hijos, evidentemente es comprometido, además de noble y gozoso. Como era difícil lo que nos pedía Jesús ayer: perdonar al hermano. Como es difícil tomar la cruz cada día y seguirle.
Podríamos completar hoy nuestra escucha de la Palabra bíblica leyendo lo que el Catecismo dice sobre «el matrimonio en el Señor» (CEC 1612-1617); valora el matrimonio cristiano desde su simbolismo del amor de Dios a Israel y de Cristo a su Iglesia, y alude también, con la cita de ese pasaje de Mt 19, a la cuestión del divorcio.
La lección de la fidelidad estable vale igualmente para los que han optado por otro camino, el del celibato. De eso habla hoy Jesús cuando afirma que hay quien renuncia al matrimonio y se mantiene célibe «por el Reino de los Cielos». Como hizo él. Como hacen los ministros ordenados y los religiosos: no para no amar, sino para amar más y de otro modo. Para dedicar su vida entera -también como signo-, a colaborar en la salvación del mundo. El celibato lo presenta Jesús como un don de Dios, no como una opción que sea posible a todos.
Jueves 11 de agosto de 2016. Santa Clara de Asís
Decimonovena Semana del Tiempo Ordinario
Ezequiel 12,1-12:
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, vives en la casa rebelde: tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen; pues son casa rebelde. Tú, hijo de Adán, prepara el ajuar del destierro y emigra a la luz del día, a la vista de todos; a la vista de todos, emigra a otro lugar a ver si lo ven; pues son casa rebelde. Saca tu ajuar, como quien va al destierro, a la luz del día, a la vista de todos, y tú sal al atardecer, a la vista de todos, como quien va al destierro. A la vista de todos, abre un boquete en el muro y saca por allí tu ajuar. Cárgate al hombro el hatillo, a la vista de todos, sácalo en la oscuridad; tápate la cara, para no ver la tierra, porque hago de ti una señal para la casa de Israel.» Yo hice lo que me mandó: saqué mi ajuar como quien va al destierro, a la luz del día; al atardecer, abrí un boquete en el muro, lo saqué en la oscuridad, me cargué al hombro el hatillo, a la vista de todos. A la mañana siguiente, me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, la casa rebelde, qué es lo que hacías? Pues respóndeles: "Esto dice el Señor: Este oráculo contra Jerusalén va por el príncipe y por toda la casa de Israel que vive allí." Di: "Soy señal para vosotros; lo que yo he hecho lo tendrán que hacer ellos: irán cautivos al destierro. El príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el hatillo, abrirá un boquete en el muro para sacarlo, lo sacará en la oscuridad y se tapará la cara para que no lo reconozcan."»Sal 77,56-57.58-59.61-62 R/. No olvidéis las acciones de Dios
Tentaron al Dios Altísimoy se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso. R/.
Con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios lo oyó y se indignó,
y rechazó totalmente a Israel. R/.
Abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 18,21–19,1:
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debla cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Un profeta es una persona que debe ir indicando a los demás cuáles son los caminos de Dios. Qué es lo que va bien y qué hay que corregir, para no ir a la ruina.
Unas veces, lo dice de palabra; otras, con su propia vida. Como en el caso de Ezequiel: «hago de ti una señal para la Casa de Israel».
Los cristianos debemos asimilar de tal manera la Palabra de Dios, que la encarnemos en nuestra propia existencia, y de este modo, quienes nos vean puedan reconocer «la señal» que Dios les está haciendo. Cada uno en su ámbito, somos profetas: estamos proclamando con nuestro género de vida los valores básicos de la existencia humana, los caminos que nos llevarán al desastre personal y comunitario, y los que conducen a la felicidad. Los cristianos que hacen profesión de vida consagrada, por ejemplo, son «señales vivientes» en medio de la comunidad, significando y fomentando, con sus votos de pobreza, castidad y obediencia, nuestra lucha contra las tentaciones más características de nuestro mundo.
Faltan profetas que abran boquetes en los muros de esta sociedad de consumo y salgan con decisión fuera de la trama de la moda o de la superficialidad, siguiendo el estilo de vida de Jesús, por muy en contra que vaya de lo que se aplaude en el mundo de hoy. Más duros y sordos que el pueblo de Israel no serán nuestros contemporáneos. No tenemos que perder la esperanza: como Dios, y su profeta, que van acumulando gestos proféticos, a ver si alguna vez el pueblo reacciona y se convierte.
2. Mateo 18,21-19,1
a) Si ayer era la corrección fraterna, hoy Jesús, en su «sermón comunitario», sigue dando consignas sobre el perdón de las ofensas.
La propuesta de Pedro ya parecía generosa. Pero Jesús va mucho más allá: setenta veces siete significa siempre.
La parábola exagera a propósito: la deuda perdonada al primer empleado es ingente. La que él no perdona a su compañero, pequeñísima. El contraste sirve para destacar el perdón que Dios concede y la mezquindad de nuestro corazón, porque nos cuesta perdonar una insignificancia.
Lo propio de Dios es perdonar. Lo mismo han de hacer los seguidores de Jesús. El aviso es claro: «lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
b) Es el nuevo estilo de vida de Jesús, ciertamente más exigente que el de los diez mandamientos del AT.
¿No es demasiado ya perdonar siete veces? ¿y no será una exageración lo de setenta veces siete? ¿no estaremos favoreciendo que reincida el ofensor? ¿y dónde queda la justicia? Pero Jesús nos dice que sus seguidores deben perdonar. Como él, que murió perdonando a sus verdugos. Pedro, el de la pregunta de hoy, experimentó en su propia persona cómo Jesús le perdonó su pecado.
En torno al año Jubilar del 2000, deberíamos conceder amnistía a nuestros hermanos.
En la Biblia, el Jubileo comportaba el perdón de las deudas y la vuelta de las propiedades a su primer dueño. Nosotros tal vez no tengamos tierras que devolver ni deudas económicas que remitir. Pero sí podemos perdonar esas pequeñas rencillas con los que conviven con nosotros. Esposos que se perdonan algún fallo. Padres que saben olvidar un mal paso de su hijo o de su hija. Amigos que pasan por alto, elegantemente, una mala pasada de algún amigo. Religiosos que hacen ver que no han oído una palabra ofensiva que se le escapó a otro de la comunidad.
En el Padrenuestro, Jesús nos enseñó a decir: «perdónanos como nosotros perdonamos». En el sermón de la montaña nos dijo lo de ir a reconciliarnos con el hermano antes de llevar la ofrenda al altar y lo de saludar también al que no nos saluda... Ser seguidores de Jesús nos obliga a cosas difíciles. Recordemos que una de las bienaventuranzas era: «bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia».
El gesto de paz antes de ir a comulgar tiene esa intención: ya que unos y otros vamos a recibir al mismo Señor, que se entrega por nosotros, debemos estar, después, mucho más dispuestos a tolerar y perdonar a nuestros hermanos.
Martes 09 de agosto de 2016
Santa Teresa B. de la Cruz. Decimonovena Semana del Tiempo Ordinario
Oseas 2, 16b. 17b. 21-22
Así dice el Señor: "Yo me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor".Sal 44 Llega el Esposo; salid a recibir a Cristo, el Señor.
Escucha, hija, mira: inclina el oído,olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor R/.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras. R/.
Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,1-13:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: - "Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz:- ¡Que llega el esposo, salid a recibidlo!.
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas". Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os compréis".
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco". Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora".
Para vivir esta Palabra
Le hablaré a su corazón
Oseas es un profeta originario del reino del Norte que encuentra refugio en Jerusalén, después de la caída de Samaria a manos de los asirios, en el año 722 a.C. Nuestro texto está integrado en la primera parte del libro de Oseas, dónde su historia personal constituye la experiencia en la que va a fundamentar su mensaje. Su situación matrimonial sirve de imagen para expresar la relación entre Dios e Israel.
Con un lenguaje cargado de afectividad el profeta replantea una nueva relación basada en la fidelidad de Dios que ansía la vuelta del pueblo que se ha ido detrás de los ídolos. Siguiendo la metáfora del amor conyugal, todavía al Señor le quedan tentativas para hacer volver a la esposa infiel, éstas se expresan con tres acciones: seducirla, llevarla al desierto y hablarle al corazón. El desierto es el lugar por excelencia para buscar a Dios, lugar de la soledad y de la reflexión, dónde Israel puede caer en la cuenta que no tiene a nadie más que al Señor. Cuando Dios toca el corazón del ser humano, éste no puede dejar de responder a ese diálogo de amor. Y allí, en el desierto, es dónde tendrá lugar la reconciliación. Habrá entonces nuevo casamiento, nuevos desposorios y esta vez para siempre. Las nuevas relaciones estarán sustentadas por la justicia, el derecho, la ternura, el amor y la fidelidad. Estas son las nuevas relaciones que instaura Dios con su pueblo; y constituyen el modelo de las relaciones humanas. Desde aquí podemos dar a las relaciones su carácter definitivo. ¿Es esto posible en nuestro mundo actual? ¿Cómo establecemos nuestras relaciones con los demás? ¿En que se basan nuestras relaciones?
Cinco eran necias y cinco eran sensatas
En los capítulos 24 y 25 de su evangelio Mateo nos habla como Jesús se dedica a enseñar a sus discípulos. Asumiendo el papel de profeta escatológico, anuncia señales de su regreso o parusía y la instauración del reino de Dios. Los discípulos deben estar preparados y alertas para la venida de Jesús como Hijo del Hombre puesto que no conocen la hora de ese acontecimiento y puede producirse en cualquier momento.
Para ilustrar su enseñanza Jesús cuenta la parábola de las diez doncellas, con la fórmula introductoria el Reino de los cielos se parecerá a… dónde parece afirmar ese contexto futuro. La parábola puede dividirse en tres partes siguiendo el orden de toda trama: presentación de la situación (v1-5), el drama (v 6-9) y el desenlace (10-13).
Situación: Aquí el Reino se asemeja a diez muchachas que toman sus antorchas y salen al encuentro del novio. Estamos en la segunda fase del desposorio judío, dónde el esposo llevaba e introducía a la esposa en su casa. Las bodas podían durar hasta una semana y no había horarios precisos en los cuales el novio iba a recoger a la novia para llevarla a su casa. Su tardanza va a ser el motivo que desencadene el drama. Entre las muchachas hay cinco necias y cinco prudentes, y lo que las hace pertenecer a un grupo o a otro, es proveerse o no de aceite para las lámparas. El retraso del novio va a provocar que las doncellas se duerman.
Drama: Este se desencadena con la voz que grita la llegada del novio y la necesidad de salir a su encuentro. Al preparar las antorchas, las necias piden aceite y las prudentes les indican que vayan a compararlo porque no habrá para todas. A nosotros puede surgirnos las preguntas: ¿Por qué no le dejan el aceite? o ¿Cómo van a ir a comprar en plena noche?. Pero el mensaje no va por ahí, el tema que subraya es la necesidad de estar preparados.
Desenlace: La tensión llega a su culmen, mientras las necias van a comprar el aceite llega el esposo y las que estaban preparadas entran con él a la fiesta y se cierra la puerta. El drama final hace que las doncellas caigan en total desolación, el novio no las conoce. No basta tener antorchas están deben estar alimentadas por el aceite, si no la luz se apaga. Los discípulos de Jesús deben mantenerse despiertos ante el acontecimiento de su venida aunque desconozcan el momento, manteniéndose fieles a las enseñanzas del Maestro.
Hoy celebramos a Stª Teresa Benedicta de la cruz (Edith Stein) virgen prudente que supo mantener encendida la llama de su amor por Cristo ¿Cómo mantenemos encendidas nuestras lámparas? ¿Estamos preparados/as en todo momento para recibir a Jesús?