CON ALEGRÍA Y CONFIANZA - Lucas 1, 26-38
El concilio Vaticano II presenta a María,
Madre de Jesucristo, como "prototipo y modelo para la Iglesia", y la
describe como mujer humilde que escucha a Dios con confianza y alegría. Desde
esa misma actitud hemos de escuchar a Dios en la Iglesia actual.
«Alégrate».
Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar
también hoy. Entre nosotros falta alegría. Con frecuencia nos dejamos contagiar
por la tristeza de una Iglesia envejecida y gastada. ¿Ya no es Jesús Buena
Noticia? ¿No sentimos la alegría de ser sus seguidores? Cuando falta la
alegría, la fe pierde frescura, la cordialidad desaparece, la amistad entre los
creyentes se enfría. Todo se hace más difícil. Es urgente despertar la alegría
en nuestras comunidades y recuperar la paz que Jesús nos ha dejado en herencia.
«El
Señor está contigo». No es fácil la alegría en la Iglesia de
nuestros días. Sólo puede nacer de la confianza en Dios. No estamos huérfanos.
Vivimos invocando cada día a un Dios Padre que nos acompaña, nos defiende y
busca siempre el bien de todo ser humano.
Esta
Iglesia, a veces tan desconcertada y perdida, que no acierta a volver al
Evangelio, no está sola. Jesús, el Buen Pastor, nos está buscando. Su Espíritu
nos está atrayendo. Contamos con su aliento y comprensión. Jesús no nos ha
abandonado. Con él todo es posible.
«No
temas». Son muchos los miedos que nos paralizan a los seguidores de
Jesús. Miedo al mundo moderno y a la secularización. Miedo a un futuro incierto.
Miedo a nuestra debilidad. Miedo a la conversión al Evangelio. El miedo nos
está haciendo mucho daño. Nos impide caminar hacia el futuro con esperanza. Nos
encierra en la conservación estéril del pasado. Crecen nuestros fantasmas.
Desaparece el realismo sano y la sensatez cristiana. Es urgente construir una
Iglesia de la confianza. La fortaleza de Dios no se revela en una Iglesia
poderosa sino humilde.
«Darás
a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús». También a nosotros,
como a María, se nos confía una misión: contribuir a poner luz en medio de la
noche. No estamos llamados a juzgar al mundo sino a sembrar esperanza. Nuestra
tarea no es apagar la mecha que se extingue sino encender la fe que, en no
pocos, está queriendo brotar: Dios es una pregunta que humaniza.
Desde
nuestras comunidades, cada vez más pequeñas y humildes, podemos ser levadura de
un mundo más sano y fraterno. Estamos en buenas manos. Dios no está en crisis.
Somos nosotros los que no nos atrevemos a seguir a Jesús con alegría y confianza.
José Antonio Pagola
El Espíritu Santo suscitó, con la intervención de
María, a D. Bosco para ser apóstol de los jóvenes y fundador de un nuevo
carisma en la Iglesia. La Virgen Santísima
ocupa un puesto verdaderamente extraordinario
en la vida de nuestro fundador. Fue tan profunda la convicción de la presencia
de María en su obra y en la fundación de la Congregación que llegará a decir:
“La Virgen María me había indicado en visión el campo donde yo debía trabajar”
(MBe III 198).
MARÍA
BUENA PASTORA – En el origen de la vocación y misión de
D. Bosco encontramos a María como la Buena Pastora de los jóvenes. La
primera intervención es, sin lugar a dudas, el sueño de los nueve años en el
que Juanito recibe de Cristo, el Buen Pastor, el anuncio de su vocación, el
campo específico de su misión, la indicación de un estilo pastoral y educativo
impregnado de mansedumbre, bondad y amabilidad. Y Jesús le da a Juanito a María
como Maestra y Buena Pastora que, a su vez, indica a Juanito la misión
pastoral. El rebaño salesiano pertenece desde sus orígenes al Buen Pastor y a
la Buena Pastora. Este sueño, cada vez con nuevos detalles, se repetirá varias
veces:
“Soñé que me hallaba en medio de una
muchedumbre de lobos, cabras, cabritos, corderos, ovejas, carneros, perros, y
pájaros. Todos juntos hacían un ruido, un alboroto o, mejor, un estruendo
endiablado capaz de asustar al más intrépido. Quería huir, cuando una Señora
–muy bien vestida, como una pastorcilla- me indicó que acompañase y siguiera al
extraño rebaño, en tanto que ella se ponía al frente. Vagamos por distintos
parajes; realizamos tres estaciones o paradas. En cada una, muchos de aquellos
animales se transformaban en corderos cuyo número aumentaba cada vez más.
Después de mucho andar, me encontré en un prado, donde los animales retozaban y
comían juntos sin que los unos intentasen hacer daño a los otros. Agotado de
cansancio, quise sentarme a la vera de un camino cercano, pero la pastorcilla
me invitó a seguir adelante. Tras otro breve trecho de camino, me encontré en
un vasto patio, rodeado de pórticos, en cuyo extremo había una iglesia. En ese momento
advertí que las cuatro quintas partes de los animales se habían convertido en
corderos. Su número se incrementó enseguida muchísimo. Llegaron varios
pastorcillos para cuidarlos, pero permanecían un breve tiempo y se marchaban. Entonces
ocurrió algo maravilloso: muchos corderos se transformaban en pastorcillos y,
al crecer, cuidaban del resto del rebaño. Como aumentaba sobre manera el
número de pastores, estos se dividieron y marcharon a otros lugares para
recoger a más animales extraños y guiarlos a nuevos apriscos. Quería marcharme
de allí, porque me parecía que era hora de celebrar la misa; pero la pastora me
sugirió mirar hacia el mediodía. Al observar, contemplé un campo sembrado de
maíz, patatas, coles, remolachas, lechugas y muchas otras verduras. –Mira otra
vez, apuntó, y observé de nuevo. Entonces divisé una estupenda y alta
iglesia. Una orquesta, música instrumental y vocal me invitaban a cantar la
misa. En el interior de aquella iglesia había una franja blanca en la que
estaba escrito con caracteres cubitales: ESTA ES MI CASA, DE AQUÍ SALDRÁ MI
GLORIA. Siempre en sueños quise preguntar a la pastora en dónde
me encontraba, qué significaba aquel andar y detenerse, con la casa, la iglesia
y, más adelante, con otra iglesia. – Lo comprenderás todo cuando, con tus
ojos físicos, veas realizado cuanto ahora contemplas con los ojos de la mente. Pareciéndome
que me encontraba despierto, dije: “Yo veo claro y veo con los ojos materiales;
sé a dónde voy y qué hago”. En aquel momento sonó la campana del Ave María en
la iglesia de San Francisco y me desperté” (MO).
MARÍA
LA INMACULADA. Contemporáneamente,
el clima eclesial en torno al año 1850 llevó a D. Bosco a
honrar a María en su misterio de Inmaculada; una
Virgen para ser contemplada, pero también invocada y
percibida como cercana y activa. La Inmaculada envió a
D. Bosco el primer muchacho, pobre y abandonado, Bartolomé Garelli, el 8 de
diciembre de 1841 y, después de una fervorosa Avemaría, D. Bosco inició
con él su misión y siempre consideró aquel encuentro como una intervención de
la Virgen y la fiesta de la Inmaculada como un día particular de gracia:
“nosotros somos deudores a María Auxiliadora
de todo y que todas nuestras grandes cosas tuvieron su comienzo y su
cumplimiento en la Inmaculada” (MBe XVII 439).
El 8 de diciembre de 1854, día de la proclamación del dogma de la
Inmaculada, otro joven, Domingo Savio, en el Oratorio de Valdocco, se
consagra a María. A los pocos meses fundará la compañía de la Inmaculada,
vivero de jóvenes consagrados a María de la que provendrán los primeros
salesianos: el 18 de diciembre de 1859, día de la fundación de la
Congregación, de los 16 jóvenes que se comprometen con D. Bosco 15
pertenecían a la Compañía de la Inmaculada.
MARIA
LA AUXILIADORA – Con el correr de los años, hacia 1860,
el rostro de la Buena Pastora adquiere los rasgos de Auxiliadora: una devoción que acompañará los
últimos 25 años de la vida de D. Bosco y que está en el origen de la expansión mundial de la
Congregación y de la Obra salesiana. La Virgen va así adquiriendo a los ojos de
D. Bosco sus rasgos definitivos, los de la Auxiliadora que dio comienzo a su
vocación, que fue la maestra y la guía para su gran misión eclesial.
En el decenio de 1865-75 la Congregación Salesiana es aprobada,
se funda la Asociación de María Auxiliadora y el Instituto de las Hijas de
María Auxiliadora. Vendrá después el comienzo de la aventura misionera, la
irrupción de las congregaciones
salesianas en otros países de Europa, los Cooperadores.
“MARIA
SANTÍSIMA ES LA FUNDADORA Y SERÁLA SOSTENEDORA DE NUESTRAS OBRAS” (MBe VII, 228).
Esto principalmente se refiere a la fundación de la Congregación salesiana. Una
tarde de 1864, después de haber obtenido la aprobación de la congregación, narrando el sueño de la pérgola de rosas de 1847,
dijo:
“Os he contado tan diversas cosas, en forma de sueños, de las que podemos
concluir lo mucho que nos quiere y ayuda la Santísima Virgen. Pero ahora que
estamos aquí solos, para que cada uno de nosotros esté bien seguro de que la
Virgen Santísima ama a nuestra Congregación y para que nos animemos cada
vez más a trabajar por la mayor gloria de Dios, no os voy a contar un sueño,
sino lo que la misma bienaventurada Virgen María quiso que yo viera. Quiere
Ella que pongamos en su protección toda nuestra esperanza” (MBe III 36- 37).
En un discurso con ocasión de la fiesta de la Inmaculada
en 1884, D. Bosco hablando a sus hijos dijo: “nuestra Congregación está destinada
a muy grandes empresas y a extenderse por todo el mundo, siempre y cuando los
Salesianos sean fieles a las Reglas que les ha dado María Sta.”.
En la noche de 9 al 10 de abril de 1885, en Barcelona,
se apareció de nuevo la Virgen a D. Bosco, en forma de pastorcilla y le
presento el desarrollo futuro de la Congregación extendida por todo el mundo:
“¿Y dónde encontrar tanta gente y cómo enviar misioneros a esos lugares? En
esos países existen salvajes que se alimentan de carne humana; hay herejes y
perseguidores de la Iglesia: ¿cómo hacer? – Mira, replicó la pastorcilla, es
menester que emplees toda tu buena voluntad. Solo tienes que hacer una cosa: recomendar
que mis hijos cultiven constantemente la virtud de María. – Bien,
sí; me parece haber entendido. Repetiré a todos tus palabras... Cuando el Santo
hubo terminado, dijo: -¡Cuánto nos ama María!” (MBe XVIII 72-73).
Algunos meses antes de morir, celebrando su primera y
única misa en la Basílica del Sagrado Corazón en Roma, el 16 de mayo de 1887, D.
Bosco, conmovido hasta las lágrimas, recordaba su primer sueño:
“Tenía
viva ante mis ojos la escena de cuando soñé a los diez años con la
Congregación. Veía y oía realmente a la mamá
y a los hermanos opinar sobre el sueño...y lo que me dijo la Virgen: -A su
tiempo lo comprenderás todo”. (MB XVIII 341).
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
- ¿Qué momentos de la vida de Don Bosco recuerdas en los que María sea importante?
- ¿Cómo interpretas tú el sueño de la “pastora” en la primera página?
- ¿Por qué Don Bosco dice que “María es la fundadora y sostenedora” de la Obra Salesiana?
- Poned en común algunos “milagros” que os han contado que María Auxiliadora ha hecho por alguien.
- Sacad una conclusión práctica de este tema de FORMACIÓN.
[1]
Animador Espiritual de ADMA. Tema adaptado por la
Delegación para la FS de Sevilla con la aprobación de la Junta Nacional de ADMA.