RETIRO, REFLEXIÓN PARA UN DÍA
Objetivos:
1º Ayudar a hacer un stop en la propia vida y profundizar en el propio SER.
2º Tomar mayor conciencia que tenemos una MISIÓN y hemos de encontrar el cómo realizarla, pudiendo inspirarnos en el buen ejemplo de los que ya han realizado una misión de bien en la historia
PARTE 1ª. Proyectamos y reflexionamos con la parábola del pais de los pozos:
a. PÁRABOLA: EL PAIS DE LOS POZOS
1. SITUACIÓN.
Era el país de
los pozos. Los había grandes, pequeños, feos, hermosos, ricos, pobres...
Alrededor de los pozos apenas se veía vegetación; la tierra estaba reseca.
Los pozos
hablaban entre sí, pero a distancia; en realidad, lo único que hablaba era el
brocal. Y daba
la impresión de que, al hablar, sonaba a hueco. Como el brocal estaba
hueco, en los
pozos se producía una sensación de vacío, vértigo, ansiedad... Cada uno tendía
a llenarlo como podía: con cosas, ruidos, sensaciones raras,... continuamente
estaban llenando el brocal de cosas nuevas, diferentes... Y quien más tenía era
más respetado y admirado...
Pero, en el fondo, no estaban nunca a gusto
con lo que tenían. El brocal estaba siempre reseco sediento... Bueno, si: la
mayoría, a través de los entresijos que dejaban las cosas, percibían en su
interior algo misterioso..., sus dedos rozaban en ocasiones el agua del fondo.
También se
hablaba –en la superficie- de aquellas “experiencias profundas” que
muchos
sentían... Pero había quien se reía, bastantes, y decían que todo eso eran
ilusiones...;
que no había más realidad que el brocal y las cosas que entraban en el hueco.
* ¿Cómo me encuentro?
* ¿Qué veo a mi alrededor?
2. CAMBIO.
Pero hubo alguno que empezó a mirar hacia
dentro... Como las cosas que había ido
acumulando le
molestaban, prefirió librarse de ellas, y las arrojó fuera de sí. Y el ruido lo
fue eliminando, hasta quedarse en silencio. Entonces, en el silencio del
brocal, oyó burbujear el agua allá abajo... y sintió una paz enorme, una paz
viva, que venía de la profundidad. Hasta entonces había creído que el ser pozo
era el tener un gran brocal, muy rico y adornado, bien lleno de cosas. Feliz
por su
descubrimiento,
intentó comunicarlo, y comenzó a sacar agua de su interior, y el
agua, al salir
fuera, refrescaba la tierra, y la hacía fértil y pronto brotaron las flores
alrededor del
pozo.
La noticia
cundió enseguida. Las reacciones fueron muy variadas... Y la mayoría optó por
no hacer caso, pues la verdad es que estaban muy ocupados rellenando de cosas
el brocal. Sin embargo, algunos intentaron la experiencia, y, tras liberarse de
las cosas que les rellenaban, encontraron también el agua en su interior.
Comprobaron
que, por más agua que sacaban de su interior para esparcirla en torno suyo, no
se vaciaban, sino que se
sentían más frescos, renovados...
* Mira hacia dentro de ti ¿qué te impide ser y dar lo mejor de ti mismo/a,
lo que de verdad eres en el fondo?
* ¿Estás sacando “el agua de tu interior” y esparciéndola en torno
tuyo?
3. NUEVOS DESCUBRIMIENTOS.
Al seguir
profundizando en su interior, descubrieron que todos los pozos estaban
unidos por
aquello mismo que era su razón de ser: el agua. Así comenzó una comunicación “a
fondo” entre ellos, porque las paredes del pozo dejaron de ser limites
infranqueables. Se comunicaban “en profundidad”, sin importarles cómo era el
brocal de uno o de otro, ya que eso era superficial y no influía en lo que
había en
el fondo.
Pero el
descubrimiento más sensacional vino después, cuando los pozos que ya vivían en
su profundidad llegaron a la conclusión de que el agua que les daba la vida no
nacía allí mismo, en cada uno, sino que venía para todos de un mismo lugar... y
bucearon siguiendo la corriente de agua... Y descubrieron..
Pero el
descubrimiento más sensacional vino después, cuando los pozos que ya vivían en
su profundidad llegaron a la conclusión de que el agua que les daba la vida no
nacía allí mismo, en cada uno, sino que venía para todos de un mismo lugar... y
bucearon siguiendo la corriente de agua... Y descubrieron... ¡el manantial!
El manantial estaba allá lejos: en la gran Montaña que dominaba
el País de los Pozos,
que apenas nadie percibía su
presencia, pero que estaba allí, majestuosa, serena, pacífica... y con
el secreto de la vida en su interior. Los pozos habían estado muy ocupados en
adornar su brocal, y apenas se habían molestado en mirar a la montaña.
*¿Qué descubrimientos en este año
o en estos meses?
* ¿Descubres la Presencia de Dios
en tu vida? ¿Dónde, cómo?
4. COMPROMISO.
Desde
entonces, los pozos que habían descubierto su ser, se esforzaban en agrandar
su interior y
aumentar su profundidad, para que el manantial pudiera llegar con facilidad
hasta ellos...
Y el agua que sacaban de sí mismos hacía que
la tierra fuera embelleciendo, y
transformaban
el paisaje...
Mientras, allá
fuera, en la superficie, la mayoría seguían ocupados en ampliar su
brocal y en
tener cada vez más cosas...
*
Para no vivir una vida superficial: ………………..
*Para
vivir la etapa de tu vida en la que estás: …………
*
Para contribuir a que tu ambiente sea mejor: ……………
Concluimos esta 1º parte con un TESTIMONIO de conversión personal:
Video testimonio de Juan Luis Guerra.
Leemos las palabras del Papa Francisco en la exhortación Evangelii Gadium:
EL
EVANGELIO DE LA ALEGRÍA Nº3. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y
situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con
Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de
intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta
invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada
por el Señor».[1] Al
que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso
hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos
abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he
dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para
renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame
una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él
cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de
perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia.
Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22)
nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus
hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este
amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a
empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede
devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos
declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos
lanza hacia adelante!
PARTE 2ª. ¡TIENES UNA MISIÓN!
COMUNICAR EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA
Nº
120. Todo cristiano es misionero en la
medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no
decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no
nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después
de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado
al Mesías!» (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo
con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús
«por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir
de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el
Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros?
121. Por
supuesto que todos estamos
llamados a crecer como evangelizadores. Procuramos al mismo tiempo una
mejor formación, una profundización de nuestro amor y un testimonio más claro
del Evangelio. En ese sentido, todos tenemos que dejar que los demás nos
evangelicen constantemente; pero eso no significa que debamos postergar la misión
evangelizadora, sino que
encontremos el modo de comunicar a Jesús que corresponda a la situación
en que nos hallemos. En
cualquier caso, todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio
explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras
imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un
sentido a nuestra vida. Tu
corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él, entonces eso que has descubierto, eso que te
ayuda a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a
los otros. Nuestra
imperfección no debe ser una excusa; al contrario, la misión es un estímulo
constante para no quedarse en la mediocridad y para seguir creciendo. El
testimonio de fe que todo cristiano está llamado a ofrecer implica decir como
san Pablo: «No es que lo tenga ya conseguido o que ya sea perfecto, sino que
continúo mi carrera [...] y me lanzo
a lo que está por delante» (Flp 3,12-13).
Nº 199. Nuestro compromiso no consiste
exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo
que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo
una atención puesta en el otro «considerándolo como uno
consigo». Esta atención amante es el inicio de una verdadera
preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su
bien.
¿Cómo realizarla?
“Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (Pablo a los tesalonicenses: 1 Tes 5,20)
Aprender lo bueno de los mejores
extraer de lo malo buenas lecciones
todo ayudará a que yo mejore
Como recurso para ayudarnos a pensar y reflexionar vamos a ver 2 escenas de la película "Invictus" sobre un acontecimiento que ocurrió en 1995, podemos aprender de Mandela:
Mandela
(18/7/1918- 5/12/2013) pasó 27 años en la cárcel de Robben Island, en un
reducido espacio. Pasar 27 años allí, quizá los mejores años de tu vida, y
después salir y no seguir amargado es una gran proeza.
Recordamos la película de Invictus. Al comienzo de
"Invictus", Nelson Mandela, un hombre que ha pasado 27 años en
prisión por luchar contra el apartheid, es elegido presidente de una Sudáfrica
que sigue estando terriblemente dividida. Aunque el injusto régimen ha
terminado oficialmente, las actitudes raciales, mantenidas durante mucho tiempo
entre la gente, no se pueden eliminar fácilmente. Con su país al borde del
colapso, el Presidente Mandela ve esperanzas en un extraño lugar: el campo de
rugby.
Un partido de rugby no se puede decidir en los pasillos del
gobierno, así que Mandela acude al único hombre que puede ayudarle a conseguir
su objetivo: el capitán de los Springboks, Francois Pienaar. Matt Damon
interpreta al jugador de rugby que de repente se encuentra en el centro de un
ruedo político. "Mandela
básicamente le pide que supere las expectativas de su país y sus propias
expectativas y que gane la Copa del Mundo", comenta el actor. "Es una petición excesiva y
Francois sabe que, en realidad, es mucho más importante que cualquier partido
de rugby. Sin embargo, en un momento determinado, todo el equipo comprende que
se han convertido en una importante herramienta para reconciliar a su país. Es
una bella y ejemplar historia que destaca lo mejor de cada uno y de lo que somos
capaces los seres humanos. Y lo que la hace más increíble es que realmente
sucedió".
“Lo pasado, pasado. Ahora, miremos hacia el futuro" – Nelson Mandela en
"Invictus":
"¿Cómo alcanzar la grandeza si no hay algo que nos mueva
a hacerlo? ¿Cómo motivar a los que nos rodean?"
Video 1:
Discurso: http://youtu.be/BhEQ4MYCMH8
Algunas frases para pensar:
“tenemos que sorprenderles con compasión, templanza y generosidad”
“Es
el momento de construir utilizando hasta el último ladrillo disponible, aunque
venga envuelto en ..”
Video 2:
Diálogo Mandela-Pienaar: http://youtu.be/dGJ1dovyLfo
1. ¿Cuál es
su filosofía a la hora de liderar?
2. ¿Cómo
lograr que sean mejores de lo que son?
3. ¿Cómo
hacemos que los demás también se inspiren?
En la película, Mandela acude a Pienaar para que lleve a su
equipo a lo más alto, citando un poema que, para él, fue fuente de inspiración
y fortaleza durante sus años en prisión.
INVICTUS
Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia,
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
Soy el capitán de mi alma. (William Ernest Henley)
Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia,
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
Soy el capitán de mi alma. (William Ernest Henley)
Conclusión: Carta
de Jesús para ti .
Como bien sabes, amigo/a
mío/a, yo pedía muy pocas cosas en mi vida. Pedí una posada, antes de nacer,
pensando sobre todo en mi madre. Pedí a Zaqueo que me alojara en su casa, y a otro
buen amigo el salón para celebrar la Pascua. Pedí un par de veces agua para
beber. ¡Ah!, y también pedí un burrito para hacer mi entrada triunfal en
Jerusalén, y así no dejar mal al profeta Zacarías.
No me interesaban las
cosas. Me interesaban las personas. Me interesaba, sobre todo, la amistad. No
me cansaba de pedir amigos: amigos que me siguieran, que se unieran a mi causa,
que estuvieran conmigo, que continuaran mi tarea.
Mi tarea de hoy va en la
misma línea. No os voy a pedir ayuda material, aunque también la necesito para
mis pobres. Tampoco os voy a pedir que dejéis a vuestra familia y vuestros
estudios, aunque a alguno se lo seguiré pidiendo. Mi petición va dirigida a
todos y está al alcance de todos.
Mirad, tengo unas ganas
tremendas de seguir "haciendo el bien", pues veo a tanta gente triste
y necesitada. Me muero de pena al ver que muchos niños no sonríen y mueren
prematuramente. No puedo soportar la imagen del joven que camina a la deriva,
que quema su vida con cualquier tipo de droga y se hunde en el infierno del
vacío y de la desesperación. Me entristece la estampa del viejo, al que nadie
quiere y parece estorbar en todas las partes. Cada matrimonio que se rompe es
una cuchillada a mi corazón. No digamos otro tipo de violencias y de guerras. Me
indigna el que unos se aprovechen de los otros, que siga habiendo personas y
pueblos sin libertad y sin dignidad. En fin, no voy a repetir aquí lo que bien
sabéis vosotros. Lo que si quiero deciros es que unas veces me dan ganas de
llorar.
Y lo que os pido, lo que te
pido, es que me prestes tus manos para que con ellas yo pueda seguir curando,
bendiciendo y acariciando. Te pido que me prestes tus pies para que pueda
seguir acudiendo a las llamadas de tantos desvalidos y para correr detrás de
los que se descarrían. Te pido tus labios, para besar a tantos niños y a tantos
hambrientos de amor.
Te pido tu lengua, para
seguir dando buenas noticias a los pobres y denunciar a los hipócritas y
opresores. Te pido tus ojos, para mirar con ternura y cariño a toda la gente. Te
pido tu rostro, para sonreír a cada uno, para sonreír a pesar de todo, para
iluminar todas las situaciones con mirada de gracia, de paz y de alegría.
Estáis tan nerviosos y
preocupados, que lo llenáis todo de angustia. Te pido en fin, tu corazón, para
que yo pueda seguir amando a mi manera. Si me los prestas, no hace falta que te
desprendas de ellos. Es muy sencillo: utilizados tú como si fuesen míos, como
si ahora te los prestara yo. Haz tú con ellos lo que estoy deseando hacer yo.
Sonríe, pues, aunque no
tengas ganas de hacerlo, pero sabiendo que yo lo quiero. Comparte, aunque te
cueste, pero piensa que yo lo haría. Te infundiré mi Espíritu, para actuar yo
desde tú mismo. Te enseñaré el modo y la manera, te daré la fuerza y la
capacidad. Yo me prolongaré en ti. Tú serás mi instrumento. Tú y yo seremos, te
lo aseguro, un Dios para el hermano.
Te lo pido por el amor del
Padre, por el dolor de los inocentes, por todo lo que más quieras. En espera de
tu respuesta positiva, te mando un abrazo. Jesús de Nazaret.
Responde a Jesús con un par de tuits:
*Tuits
para Jesús: #.....................................................
#.....................................................
Recita:
SOMOS DICHOSOS
Somos dichosos porque fuimos llamados a la vida.
Somos dichosos porque fuimos llamados a la fe.
Somos dichosos porque Dios nos amó primero
Somos felices porque tenemos un Dios
mucho mejor del que nos imaginábamos.
Somos felices porque, al resucitar,
venció a la muerte.
Somos dichosos porque sabemos
que incluso el dolor es camino de resurrección.
Somos dichosos porque él sigue estando
con nosotros.
Somos dichosos porque nos encargó
la tarea de evangelizar.
Somos dichosos porque, al ser él nuestro hermano,
nos descubrió cuán hermanos éramos nosotros.
Somos dichosos porque él perdonará nuestros pecados como perdonó el de Pedro.
Somos dichosos peque él curará nuestra ceguera como la de Tomás.
Somos dichosos porque él avivará nuestras esperanza muertas como las de los de Emaús.
Somos dichosos porque él enderezará nuestro amor como el de Magdalena.
Somos dichosos porque nuestros nombres están escritos en el reino de los cielos.
Somos dichosos porque el reino de los cielos está ya dentro de nosotros.
Somos dichosos porque nos ha nombrado testigos de su gozo, la más hermosa de las tareas,
el más bendito de los oficios, la misión que debería llenarnos a todas horas los oídos de alegría (J.L. Martin Descalzo, Razones para la alegría)
Somos dichosos porque fuimos llamados a la fe.
Somos dichosos porque Dios nos amó primero
Somos felices porque tenemos un Dios
mucho mejor del que nos imaginábamos.
Somos felices porque, al resucitar,
venció a la muerte.
Somos dichosos porque sabemos
que incluso el dolor es camino de resurrección.
Somos dichosos porque él sigue estando
con nosotros.
Somos dichosos porque nos encargó
la tarea de evangelizar.
Somos dichosos porque, al ser él nuestro hermano,
nos descubrió cuán hermanos éramos nosotros.
Somos dichosos porque él perdonará nuestros pecados como perdonó el de Pedro.
Somos dichosos peque él curará nuestra ceguera como la de Tomás.
Somos dichosos porque él avivará nuestras esperanza muertas como las de los de Emaús.
Somos dichosos porque él enderezará nuestro amor como el de Magdalena.
Somos dichosos porque nuestros nombres están escritos en el reino de los cielos.
Somos dichosos porque el reino de los cielos está ya dentro de nosotros.
Somos dichosos porque nos ha nombrado testigos de su gozo, la más hermosa de las tareas,
el más bendito de los oficios, la misión que debería llenarnos a todas horas los oídos de alegría (J.L. Martin Descalzo, Razones para la alegría)
ORACIÓN:
Padre Santo. Renueva en mí la gracia de una verdadera apertura al Espíritu Santo, para que tu Hijo Jesús de Nazaret entre de veras en mi vida. Que me llene de su luz. Que me libere de todo lo que me impide ser y hacer lo mejor. Que me ayude a vencer el egoísmo y las debilidades que hay en mí.
Padre Santo. Renueva en mí la gracia de una verdadera apertura al Espíritu Santo, para que tu Hijo Jesús de Nazaret entre de veras en mi vida. Que me llene de su luz. Que me libere de todo lo que me impide ser y hacer lo mejor. Que me ayude a vencer el egoísmo y las debilidades que hay en mí.
Transfórmame,
Señor. Concédeme la gracia de la conversión interior. Abre mis ojos para que
sepa descubrir y reconocer lo que no hago bien. Ayúdame a VIVIR como tu quieres, tomando el ejemplo de María y san José, para que pueda vivir en la alegría y la
esperanza que me da ser tu hijo/a. Te lo pido por Cristo Jesús, tu Hijo y mi
Hermano. Amén.
________________________________________________
RETIRO CON DON BOSCO:
SU SENTIDO DE DIOS Y SU ORACIÓN
El bicentenario del nacimiento de Don Bosco nos invita a profundizar en su vivencia espiritual. Como dice M. Yvonne Reungoat en la circular 942, ahora estamos, pues, llamadas a penetrar en el secreto profundo y la razón última de su sorprendente actividad apostólica, para descubrir el “Don Bosco místico”, su vida interior; su profunda unión con Dios rica de fe, de esperanza y de caridad pastoral como manantial de la fecundidad de su acción y de su actualidad en todos los tiempos.
Hemos de profundizar en la “familiaridad” que don Bosco tenía con Dios. El presente retiro nos va a ayudar a ello, centrándose sobre todo en su formación en el sentido de Dios y en la oración.
Te propongo dos textos de la PALABRA DE DIOS. Te ayudarán a situarte ante este retiro para darte cuenta de dónde estás en este momento, de dónde te sitúas en tu vida espiritual. Detente en ellos y reza.
Subrayan dos aspectos que don Bosco vivió con intensidad. Su confianza en la Providencia y el acudir a la Fuente de Agua viva para encontrar en ella la fuerza para llevar adelante la misión.
Juan, 4, 7-15: Jesús y la mujer samaritana
“Llega una mujer de Samaría a sacar agua. Le dice Jesús: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. Entonces le pregunta la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? [Es que los judíos no se tratan con los samaritanos.]
Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios: quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú misma le habrías pedido y él te habría dado agua viva.
Ella le contesta: ‘Señor, ni siquiera tienes cubo, y el pozo es profundo. ¿De dónde, pues, vas a sacar tú esa agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él, y bebieron sus hijos y sus ganados?’
Jesús le respondió: ‘Todo el que beba de esta agua nuevamente tendrá sed; pero el que beba del agua que yo le daré, ya no tendrá sed jamás; pues el agua que yo le daré se convertirá, dentro de él, en manantial de agua que brote para vida eterna’.
Le dice la mujer: ‘Señor, dame de esta agua, para que yo no sienta ya más sed, ni tenga que venir aquí a sacarla’”.
* Haz un esfuerzo para meterte en la piel de la mujer samaritana y escucha las preguntas que Jesús te dirige. Deja que cuestione tu vida, tus dioses, tus amores… y deja también que seduzca, y te regale el agua que salta hasta la vida eterna… deja tu cántaro, tus cosas, tus costumbres… y conviértete en misionera. “anunciadora de Jesús a los jóvenes…
Oración
Nos hacemos conscientes, Señor, de que estamos en tu Presencia.
Creemos que nos amas, nos miras y escuchas nuestra oración.
Venimos ante ti con sed de vivir más plenamente,
con sed de despertar a la vida que sólo Tú puedes dar.
Venimos con el ardiente deseo de dar un nuevo paso hacia Ti,
y de que tu amor nos alcance y nos transforme.
Derrama sobre nosotras tu Espíritu Santo,
torrente inagotable, manantial de aguas vivas.
Derrama sobre nosotras tu Espíritu:
que Él guíe nuestros pasos a la fuente de tu Palabra viva.
Que nuestra fe se sacie en ella.
Que nuestras fuerzas se renueven en ella.
Que nuestro amor se encienda en ella.
Que nuestra esperanza se apoye y se sostenga en ella. Amén.
Lucas 12, 22-31
“Después dijo Jesús a sus discípulos: “Por tanto os digo: No estéis preocupados por lo que habéis de comer para vivir, ni por la ropa con que habéis de cubrir vuestro cuerpo. La vida vale más que la comida, y el cuerpo, más que la ropa. Fijaos en los cuervos: no siembran, ni siegan, ni tienen almacén ni granero. Sin embargo, Dios les da de comer. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves. De todos modos, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? Pues si no podéis hacer ni aun lo más pequeño, ¿por qué preocuparos por las demás cosas?
“Fijaos cómo crecen los lirios: no trabajan ni hilan. Sin embargo, os digo que ni aun el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡cuánto más habrá de vestiros a vosotros, gente falta de fe! Por tanto, no andéis afligidos buscando qué comer y qué beber. Porque todas esas cosas preocupan a la gente del mundo, pero vosotros tenéis un Padre que ya sabe que las necesitáis. Buscad el reino de Dios y esas cosas se os darán por añadidura”.
Venimos con el ardiente deseo de dar un nuevo paso hacia Ti,
y de que tu amor nos alcance y nos transforme.
Derrama sobre nosotras tu Espíritu Santo,
torrente inagotable, manantial de aguas vivas.
Derrama sobre nosotras tu Espíritu:
que Él guíe nuestros pasos a la fuente de tu Palabra viva.
Que nuestra fe se sacie en ella.
Que nuestras fuerzas se renueven en ella.
Que nuestro amor se encienda en ella.
Que nuestra esperanza se apoye y se sostenga en ella. Amén.
Lucas 12, 22-31
“Después dijo Jesús a sus discípulos: “Por tanto os digo: No estéis preocupados por lo que habéis de comer para vivir, ni por la ropa con que habéis de cubrir vuestro cuerpo. La vida vale más que la comida, y el cuerpo, más que la ropa. Fijaos en los cuervos: no siembran, ni siegan, ni tienen almacén ni granero. Sin embargo, Dios les da de comer. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves. De todos modos, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? Pues si no podéis hacer ni aun lo más pequeño, ¿por qué preocuparos por las demás cosas?
“Fijaos cómo crecen los lirios: no trabajan ni hilan. Sin embargo, os digo que ni aun el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡cuánto más habrá de vestiros a vosotros, gente falta de fe! Por tanto, no andéis afligidos buscando qué comer y qué beber. Porque todas esas cosas preocupan a la gente del mundo, pero vosotros tenéis un Padre que ya sabe que las necesitáis. Buscad el reino de Dios y esas cosas se os darán por añadidura”.
* Cuando escuchamos este evangelio de la Providencia desde la cabeza, está claro, que no podemos entender nada. Se trata de perder pie en todo sistema de seguridad, para tener la confianza en Dios.
¿Has tenido alguna experiencia en que has perdido las riendas, te abandonaste en manos de Dios y comprobaste la paz de no necesitar asegurar la vida?
* La confianza en Dios nos transforma y libera. En nuestra vida ordinaria somos llamadas a poner nuestra seguridad en manos de Dios-Padre.
¿Has tenido alguna experiencia en que has perdido las riendas, te abandonaste en manos de Dios y comprobaste la paz de no necesitar asegurar la vida?
* La confianza en Dios nos transforma y libera. En nuestra vida ordinaria somos llamadas a poner nuestra seguridad en manos de Dios-Padre.
Piensa en alguna realidad que ahora mismo te provoca angustia e inseguridad, sea material o espiritual. ¿Eres capaz de dejarte en manos de Dios?
Oración
“Padre, Me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, Con tal de que se cumpla Tu voluntad en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma, Te la entrego con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque tú eres mi Padre”.
(Carlos de Foucauld)
Y ahora miramos a don Bosco. Nos situamos en la infancia de Don Bosco. Las Memorias del Oratorio, según don Bosco, nos sirven “para superar las dificultades futuras, tomando enseñanza del pasado” y para experimentar cómo “Dios mismo ha guiado todo en todo momento”. Está manifiesto aquí como, don Bosco, tiene clarísimo que todo lo realizado es obra de Dios, que Dios ha estado continuamente presente en su vida. Mirando las Memorias del Oratorio vamos a captar la vida espiritual de D. Bosco en sus primeros años, destacando su itinerario interior.
Presencia providente de Dios y acompañamiento tierno de María
D. Bosco fuerza los datos para hacer coincidir su nacimiento (16 de agosto de 1815) con la fiesta de la Asunción de María. Su padre muere a los 34 años “recomendando a mi madre la confianza en Dios”. Pero es su madre quien forma en él su visión de fe acerca del mundo y de los acontecimientos de la historia: ejercita la presencia de Dios, le introduce en la oración y le hace asimilar los principios y valores de la vida cristiana. Éstos van mezclados con sus recuerdos principales de su primera infancia. Lo primero, la pérdida del padre (“Pobre hijo, ya no tienes padre”). Luego, la dura vida de trabajo y esfuerzo diarios, en gran pobreza (terrible sequía y pérdida de cosechas) es vivida desde la fe en la Providencia divina. Agotadas las reservas y siendo inútil la búsqueda de ayuda exterior, su madre recuerda a los hijos: “Mi marido me dijo al morir que tuviera confianza en Dios. Venid, pues, arrodillémonos y recemos”. Y, con serena confianza puesta en la providencia concreta, viene la decisión de matar al ternero y seguir confiando en Dios. Juan Bosco se empapa de la certeza de un Dios providente que nos cuida por encima de las apariencias humanas.
Así pues, también nosotras podemos releer nuestra vida como él hizo con la suya:
Oración
“Padre, Me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, Con tal de que se cumpla Tu voluntad en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma, Te la entrego con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque tú eres mi Padre”.
(Carlos de Foucauld)
Y ahora miramos a don Bosco. Nos situamos en la infancia de Don Bosco. Las Memorias del Oratorio, según don Bosco, nos sirven “para superar las dificultades futuras, tomando enseñanza del pasado” y para experimentar cómo “Dios mismo ha guiado todo en todo momento”. Está manifiesto aquí como, don Bosco, tiene clarísimo que todo lo realizado es obra de Dios, que Dios ha estado continuamente presente en su vida. Mirando las Memorias del Oratorio vamos a captar la vida espiritual de D. Bosco en sus primeros años, destacando su itinerario interior.
Presencia providente de Dios y acompañamiento tierno de María
D. Bosco fuerza los datos para hacer coincidir su nacimiento (16 de agosto de 1815) con la fiesta de la Asunción de María. Su padre muere a los 34 años “recomendando a mi madre la confianza en Dios”. Pero es su madre quien forma en él su visión de fe acerca del mundo y de los acontecimientos de la historia: ejercita la presencia de Dios, le introduce en la oración y le hace asimilar los principios y valores de la vida cristiana. Éstos van mezclados con sus recuerdos principales de su primera infancia. Lo primero, la pérdida del padre (“Pobre hijo, ya no tienes padre”). Luego, la dura vida de trabajo y esfuerzo diarios, en gran pobreza (terrible sequía y pérdida de cosechas) es vivida desde la fe en la Providencia divina. Agotadas las reservas y siendo inútil la búsqueda de ayuda exterior, su madre recuerda a los hijos: “Mi marido me dijo al morir que tuviera confianza en Dios. Venid, pues, arrodillémonos y recemos”. Y, con serena confianza puesta en la providencia concreta, viene la decisión de matar al ternero y seguir confiando en Dios. Juan Bosco se empapa de la certeza de un Dios providente que nos cuida por encima de las apariencias humanas.
Así pues, también nosotras podemos releer nuestra vida como él hizo con la suya:
¿Cómo nos ha ido cuidando Dios?
Desde mi infancia, ¿cómo ha estado Dios presente en mi vida?
¿De qué medios se ha valido Dios para hacer que yo experimentase su amor misericordioso y providente? Es el momento de re-construir nuestra historia de salvación desde los primeros momentos.
Mamá Margarita, maestra de fe y oración
D. Bosco señala la incidencia de su madre en su formación cristiana inicial. Su mayor preocupación fue instruir a los hijos en la religión, enseñarles a obedecer y ocuparlos en cosas propias de su edad. “Desde muy pequeño, ella misma me enseñó las oraciones; apenas fui capaz de unirme a mis hermanos, me arrodillaba con ellos por la mañana y por la noche; y, juntos, recitábamos las oraciones y la tercera parte del rosario. Recuerdo que me preparó para la primera confesión y me acompañó a la iglesia: comenzó por confesarse ella misma, me encomendó al confesor y, después, me ayudó a dar gracias. Siguió asistiéndome hasta que me juzgó capaz de hacer dignamente la confesión yo solo”.
Y don Lemoyne señala cómo Mamá Margarita educaba el sentido de Dios a sus hijos:
“El amor de Dios, el horror al pecado, el temor de los castigos eternos, la esperanza del paraíso no se aprende tan bien ni se graba tan profundamente en el corazón como de los labios maternos […]. La instrucción religiosa que imparte una madre […] hace que la religión se convierta en naturaleza y el pecado se aborrezca por instinto, como por instinto se ama el bien. Ser bueno se convierte en un hábito y la virtud no cuesta gran esfuerzo […]. Margarita conoció la fuerza de semejante educación cristiana”.
D. Lemoyne incluso presenta cómo la madre de D. Bosco inicia a sus hijos en la contemplación:
“Dios estaba en la cumbre de todos sus pensamientos y además estaba siempre en sus labios […]. Dios te ve: era la gran máxima con la que les recordaba que estaban siempre bajo los ojos de aquel gran Dios que un día los juzgaría. Si les permitía ir a jugar a los prados cercanos, los despedía diciendo: Recordad que Dios os ve. Si alguna vez los veía pensativos y temía que tuviesen en el alma algún pequeño rencor, susurraba enseguida al oído: Recordad que Dios os ve y ve también vuestros más escondidos pensamientos […].
“Con los espectáculos de la naturaleza avivaba también en ellos continuamente la memoria de su Creador. En una bella noche estrellada salían al aire libre y les mostraba el cielo y decía: Es Dios el que ha creado el mundo y ha puesto allá arriba tantas estrellas. Si es tan bonito el firmamento, ¿cómo será el paraíso? Al llegar la primavera, ante un bonito campo o un prado todo teñido de flores, al elevarse una aurora serena o ante el espectáculo de una bella puesta de sol, exclamaba: ¡Cuántas cosas bonitas ha hecho el Señor para nosotros!”.
Don Bosco aplica estas lecciones en línea con S. Francisco de Sales
Desde mi infancia, ¿cómo ha estado Dios presente en mi vida?
¿De qué medios se ha valido Dios para hacer que yo experimentase su amor misericordioso y providente? Es el momento de re-construir nuestra historia de salvación desde los primeros momentos.
Mamá Margarita, maestra de fe y oración
D. Bosco señala la incidencia de su madre en su formación cristiana inicial. Su mayor preocupación fue instruir a los hijos en la religión, enseñarles a obedecer y ocuparlos en cosas propias de su edad. “Desde muy pequeño, ella misma me enseñó las oraciones; apenas fui capaz de unirme a mis hermanos, me arrodillaba con ellos por la mañana y por la noche; y, juntos, recitábamos las oraciones y la tercera parte del rosario. Recuerdo que me preparó para la primera confesión y me acompañó a la iglesia: comenzó por confesarse ella misma, me encomendó al confesor y, después, me ayudó a dar gracias. Siguió asistiéndome hasta que me juzgó capaz de hacer dignamente la confesión yo solo”.
Y don Lemoyne señala cómo Mamá Margarita educaba el sentido de Dios a sus hijos:
“El amor de Dios, el horror al pecado, el temor de los castigos eternos, la esperanza del paraíso no se aprende tan bien ni se graba tan profundamente en el corazón como de los labios maternos […]. La instrucción religiosa que imparte una madre […] hace que la religión se convierta en naturaleza y el pecado se aborrezca por instinto, como por instinto se ama el bien. Ser bueno se convierte en un hábito y la virtud no cuesta gran esfuerzo […]. Margarita conoció la fuerza de semejante educación cristiana”.
D. Lemoyne incluso presenta cómo la madre de D. Bosco inicia a sus hijos en la contemplación:
“Dios estaba en la cumbre de todos sus pensamientos y además estaba siempre en sus labios […]. Dios te ve: era la gran máxima con la que les recordaba que estaban siempre bajo los ojos de aquel gran Dios que un día los juzgaría. Si les permitía ir a jugar a los prados cercanos, los despedía diciendo: Recordad que Dios os ve. Si alguna vez los veía pensativos y temía que tuviesen en el alma algún pequeño rencor, susurraba enseguida al oído: Recordad que Dios os ve y ve también vuestros más escondidos pensamientos […].
“Con los espectáculos de la naturaleza avivaba también en ellos continuamente la memoria de su Creador. En una bella noche estrellada salían al aire libre y les mostraba el cielo y decía: Es Dios el que ha creado el mundo y ha puesto allá arriba tantas estrellas. Si es tan bonito el firmamento, ¿cómo será el paraíso? Al llegar la primavera, ante un bonito campo o un prado todo teñido de flores, al elevarse una aurora serena o ante el espectáculo de una bella puesta de sol, exclamaba: ¡Cuántas cosas bonitas ha hecho el Señor para nosotros!”.
Don Bosco aplica estas lecciones en línea con S. Francisco de Sales
En El joven cristiano D. Bosco afirma que para ser virtuoso un joven ha de conocer a Dios:
“Elevad los ojos al cielo, hijos míos, y observad todo lo que hay en el cielo y en la tierra. El sol, la luna, las estrellas, el aire, el agua, el fuego: todo son cosas que en un tiempo no existían […]. Fue Dios quien con su omnipotencia las sacó de la nada creándolas”.
Invitaba a ver a Dios también en la naturaleza y en los acontecimientos. Así en unas vacaciones en I Becchi, escucha a Miguel Magone llorar y suspirar cuando todos descansan, mirando a la luna. Ante la presencia de D. Bosco que le pregunta por lo que le pasa, le responde Magone:
“Yo lloro al mirar la luna que desde hace tantos siglos aparece con regularidad a aclarar las tinieblas de la noche, sin desobedecer nunca las órdenes del Creador, mientras que yo, que soy tan joven, yo que soy racional, que habría debido ser fidelísimo a las leyes de mi Dios, le he desobedecido tantas veces, y le he ofendido de mil maneras”.
Miguel intuyó la presencia de Dios en las criaturas y el deber de obedecerle.
D. Bosco se inspiraba en S. Francisco de Sales, quien en su Filotea presenta “Algunos consejos para la elevación del alma a Dios”: la oración mental (meditación, que ha de concluir con un amor mayor de Dios y un cambio de vida; y que conduce a la contemplación y oración de quietud), la oración vocal (oraciones de la mañana, oraciones de la noche), el examen de conciencia, el recogimiento espiritual y las aspiraciones a Dios. Francisco invita al devoto (Teótimo) a tener “impulsos del corazón, breves y ardientes”:
“Canta su belleza, invoca su ayuda arrojado en espíritu a los pies de la cruz, adora su bondad, interrógale con frecuencia sobre tu salvación, dale mil veces al día tu alma, fija tus ojos interiores en su dulzura, tiéndele la mano como hace un niño con su papá, para que te guíe; ponlo sobre el pecho como un oloroso ramillete de flores, levántalo en tu alma como un estandarte”.
El santo de la dulzura compara este tipo de oración a la actitud y el pensamiento de los enamorados, “constantemente dirigido a la persona amada, el corazón rebosa de amor por él, la boca no hace más que tejer sus alabanzas […]. Del mismo modo los que aman a Dios no pueden pasar un momento sin pensar en Él, respirar para Él, tender hacia Él, hablar de Él, y querrían, si fuese posible, grabar sobre el pecho de todos los hombres el santo nombre de Jesús”.
Hay una convergencia entre los escritos de S. Francisco de Sales, las enseñanzas de Mamá Margarita a Juanito y las de Don Bosco a sus chavales. La manera de vivir su fe, de contemplar a Dios en las criaturas, los buenos pensamientos, breves aspiraciones del corazón, jaculatorias espontáneas. Aquí radica la base del fervor; y por ello puede suplir otras formas de oración; pero sin este ejercicio no es posible la vida contemplativa y la acción se convierte en activismo.
La frecuencia de los sacramentos para crecer en el amor
Lo que Don Bosco recibe de su madre y experimenta sobre los sacramentos de la penitencia y eucaristía, lo plasma en las biografías de sus chavales.
La pedagogía de Mamá Margarita en los sacramentos de iniciación aprovecha a Juan para crecer como persona y como creyente: le ayuda a discernir entre el bien y el mal (examen de conciencia), le ayuda a pasar del sentimiento de culpa o vergüenza del pecado hasta el dolor o disgusto de haber ofendido a Dios. El vértice de la sabiduría educativa está en la experiencia que Juan Bosco, con once años, saca de su primera comunión. He aquí este importante texto:
“Era imposible evitar la disipación en medio de la multitud. Mi madre procuró acompañarme varios días y, durante la cuaresma, me había llevado tres veces a confesarme. ‘Juan –me repitió en diversas ocasiones– Dios te va a hacer un gran regalo, procura prepararte bien, confesarte y no omitir nada en la confesión. Confiesa todo, arrepiéntete de todo y promete a Dios ser mejor en adelante’. Lo prometí. Si después he sido fiel, Dios lo sabe. En casa, me hacía rezar y leer un libro bueno, dándome los consejos que una madre diligente tiene siempre a punto para sus hijos.
Aquella mañana no me dejó hablar con nadie, me acompañó a la sagrada mesa e hizo conmigo la preparación y acción de gracias, que el arcipreste –llamado Don Sismondi– dirigía con gran celo, alternando con todos en alta voz. No quiso que durante ese día me ocupara de ningún trabajo material, sino que lo emplease en leer y rezar. Entre otras muchas cosas, mi madre me repitió varias veces estas palabras: ‘Querido hijo, éste ha sido para ti un gran día. Estoy persuadida de que Dios verdaderamente ha tomado posesión de tu corazón. Prométele que harás cuanto puedas por conservarte bueno hasta el final de tu vida. En lo sucesivo, comulga con frecuencia, pero evita cometer sacrilegios. Comunica siempre todo en la confesión, sé siempre obediente, ve con gusto al catecismo y a los sermones; pero, por el amor del Señor, huye como de la peste de cuantos tienen malas conversaciones’.
Recordé y procuré poner en práctica los avisos de mi piadosa madre. Desde aquel día, creo que mi vida ciertamente mejoró algo, sobre todo, en lo referido a la obediencia y sumisión a los demás, que tanto me costaban antes, pues siempre quería contraponer mis pueriles deseos a quien me mandaba algo o daba buenos consejos”.
Don Bosco está convencido de la importancia de la vida interior y de la preparación del muchacho que va a recibir la primera comunión. Así lo presenta en la vida de Domingo Savio: presencia material del chaval en la iglesia (rezar, leer), promesa solemne a su madre (“Mamá: […] perdóneme todos los disgustos que le he hado; en adelante le prometo ser mejor, estar atento en clase, ser obediente, dócil, respetuoso a lo que me mande”, etc.).
Los propósitos de Domingo Savio, como los de Juan Bosco, fueron como una guía para todas las acciones hasta el fin de su vida. También en la vida de Francisco Besucco está presente el ardor de la primera comunión: deseada, bien preparada y realizada con un movimiento interior de amor y unidad con Dios, que llega a no desear otra cosa que hacer la voluntad divina. D. Bosco afirma: “Su corazón estaba vacío de las cosas del mundo y Dios lo llenaba de su gracia
La maduración espiritual base de la maduración humana
Juan Bosco crece como persona, desde la vivencia madura de una fe, acorde con su edad. Por esto, la pedagogía de Mamá Margarita presenta la realización de los valores y la maduración en las virtudes como cristalización de su fe. La personalidad de Juan Bosco es rica en dar sentido al trabajo de cada día, en llevar una vida espartana (sobria, laboriosa), en interiorizar la responsabilidad social (sentido del deber bien cumplido, generosidad hacia el prójimo, la lealtad, la sinceridad), en la obediencia y en el justo equilibrio entre juego y deber.
Estas líneas maestras quedan incorporadas en el Sistema preventivo: razón, religión y “amorevolezza” son los ejes de una presencia educativa, atenta al desarrollo de todas las dimensiones de la persona. Ésta implica una asistencia preveniente y estimulante del crecimiento humano y de la realización de los valores, la promoción de las mejores energías de la persona, la creación de un clima o cultura vocacional, que posibilite el desarrollo de la dimensión vocacional de la persona.
Esto supone recorrer juntos un camino espiritual en el que no puede faltar el acompañamiento, el discernimiento, el descubrimiento y la construcción del propio proyecto de vida, de acuerdo con la voluntad de Dios. Así vivimos el seguimiento concreto a Jesucristo que reporta para educador y educando el crecimiento y desarrollo personal, es decir, la santidad.
(cf. La formación de don Bosco en el sentido de Dios y en la oración. Jesús Sáez, sdb)
PAUTAS DE REFLEXIÓN Y ORACIÓN
Te ofrezco a continuación algunas pistas que te pueden ayudar a hacerte consciente de cómo va tu relación con Dios, tu vida interior, la hondura de tu vida espiritual. No caigas en el error de ir contestando preguntas sin más. Déjate tocar por dentro. Dite con sinceridad y autenticidad en qué punto estás y sobre todo, ponte en camino…
ü ¿Qué actitud profunda tengo respecto de Dios? ¿Está mi espíritu sediento de Dios? ¿Tengo confianza en él? ¿Tengo el convencimiento de su amor y de su presencia, siempre providente?
ü Concreto en tres o cuatro palabras mi actitud personal profunda ante Dios o con Jesucristo: ¿amistad? ¿confianza? ¿agradecimiento? ¿enamoramiento? ¿frialdad?, etc.
ü ¿Me preocupan más las actividades que “tengo” entre manos que el amor a Dios mismo (de donde me ha de venir el sentido de lo que “soy”), y por tanto, que Dios sea glorificado, que Jesucristo sea conocido y amado por todos los jóvenes que me encuentro? ¿Tengo sed de Cristo y sed de “salvar almas”, sobre todo las personas que me encuentro cada día?
ü Recordando mis primeros años y cómo Dios ha estado presente en mi vida:
¿Cómo he sido educada en la amistad y confianza en Dios? ¿Cómo ha sido formada mi conciencia y mi sensibilidad para evitar el pecado y buscar en todo la amistad con Cristo?
Da gracias a Dios porque ha estado muy presente en tu vida, te ha llamado, te ha “ungido”, te ha formado, te ha guiado…
ü De mi infancia destacaría estos valores que me inculcaron mis padres: ¿piedad?, ¿responsabilidad?, ¿cercanía a los demás?, ¿búsqueda de Dios?, ¿huida del pecado, de hacer el mal?, etc.
ü ¿Veo a Dios presente en la realidad de cada día: en la Verdad de los acontecimientos personales y comunitarios, en la Autenticidad de las personas, en el Orden del cosmos, en la Belleza de los paisajes y de las obras de arte, en la Bondad de las personas?
ü ¿Cómo veo a Dios en los acontecimientos de mi vida: en las situaciones difíciles y en los momentos de más alegría?
ü ¿Vivo disipada “en el hacer”, entre las tareas del día, o me programo para “estar” en Dios, cumpliendo su voluntad, aunque me cueste un poco “estar clavada con Cristo en la cruz”? ¿A lo largo del día tengo momentos para expresar a Jesucristo mis “impulsos del corazón”: Sentir su belleza, mirar a la Cruz, visitarle en el sagrario, verle en la hermana que te pide algo, verle en los jóvenes educandos, dirigir a Cristo o a María algunas jaculatorias, etc.
ü ¿Tengo el convencimiento necesario acerca del valor de la pedagogía de la frecuencia de los sacramentos? ¿Practico yo misma con la debida frecuencia el sacramento de la penitencia? ¿Soy fiel al encuentro diario con Cristo en la Eucaristía? ¿Propongo, con la adecuada pedagogía, la práctica de los sacramentos también a los niños y jóvenes y colaboro en ello cuando es preciso en la medida de mis posibilidades?
ü ¿Cómo formo la conciencia y el sentido de Dios en los niños y jóvenes que tengo a mi cuidado? ¿Tengo pasión por su bien espiritual y comunico una visión de fe en los acontecimientos de cada día? ¿Les llevo pedagógicamente hacia una opción de fe en Cristo? ¿Facilito algunos momentos de oración más intensa? ¿Colaboro con las encargadas de pastoral para que todo esto se pueda realizar con calidad?