ADVIENTO: RECREAR JUNTOS LA ESPERANZA Y LA CARIDAD
Inmersos en el Nuevo Siglo-Milenio que se apellida tecnológico, mediático,
internauta, globalizador, informativo-comunicativo...el camino de la
Iglesia debe dirigirse hacia lo fundamental: la Caridad. Pues entre tanto saber
técnico y tanta preparación se está olvidando al hombre. Y ya lo advertía san
Pablo en su carta a los Corintios: “Aunque
hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como
campana que suena o címbalo que retiñe. Y aunque tuviera el don de hablar en
nombre de Dios y conociera todos los misterios y toda la ciencia; y aunque mi
fe fuese tan grande como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Y
aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las
llamas, si no tengo amor, de nada me sirve”( I Co 13, 1-3). Pues sólo el
amor mueve a los miembros de la Iglesia (1)[1]
El problema es que los
mismos hombres son los peores enemigos entre sí. Los hombres no sólo se
dispersan, sino que se hacen la vida imposible, se roban, se torturan, se
matan. Los hombres tenían que protegerse mutuamente, como hermanos, pero se
hacen la guerra, como aves de rapiña. Cada uno de nosotros siente la necesidad
de ser protegido, pero también está llamado a ser protector. ¡Eres responsable
de tu hermano! Por eso has de preocuparte por él, rezar por él y estar atento a
lo que necesite de ti. Madre Teresa de Calcuta enseñaba que no eran tan
importantes las cosas que se hacían, sino el espíritu con que se hacían.
Son
muchos los hombres y mujeres que viven desprotegidos, excluidos: los que viven
a la intemperie, los que llaman a muchas puertas y no son escuchados, los que
son considerados como seres inferiores, los que sienten mucho miedo y mucho
frío...Son los que no pueden subirse al tren del desarrollo y quedan tirados en la cuneta, los que no son
reconocidos socialmente, considerados como inútiles y fracasados. No tienen, no están, no son. No tienen bienes,
no están integrados, no son personas... No son nadie. No tienen cabida en el
mundo globalizado. Son excluidos los pobres y empobrecidos, los inmigrantes
ilegales, los de raza y religión distinta, los transeúntes y encarcelados, los
desempleados y no productivos y no productivos, los ancianos, los deficientes,
los toxicómanos, las prostitutas, los enfermos de Sida, los gitanos,
pordioseros, los analfabetos y fracasados en la escuela, las mujeres en muchos
pueblos y culturas, la gente de los pueblos...y los paletos, los tontos y los
feos.
Estamos
juzgando a nuestra sociedad como responsable de este injusto desequilibrio
social. Pero la sociedad, la gran ciudad, cada pueblo, barrio, se basa y
configura según el conjunto de los ciudadanos. Entre todos vamos aportando un
caldo de cultivo, compuesto de ideas, sentimientos y actitudes, que dan origen
a unos comportamientos sociales determinados. Si decimos que la sociedad es
injusta, egoísta, intolerante, violenta, excluyente es porque hay mucha
injusticia, egoísmo, intolerancia, exclusión y violencia en muchos de nuestros
corazones.
Nosotros excluimos:
Ø Porque nos cuesta trabajo
acoger al otro, al que consideramos más como rival que como huésped. Nos falta
capacidad acogedora y sentido de hospitalidad.
Ø Porque recelamos del otro,
le tenemos miedo, puede robarnos muchas cosas que defendemos a ultranza, puede
robarnos intimidad, puede robarnos paz, puede robarnos seguridad.
Ø Porque el otro nos molesta,
es muy distinto a nosotros, tiene cultura y costumbres distintas, tiene ideas y
gustos distintos; nos desequilibra. Bastante tenemos ya con nuestros problemas.
Ø Porque nuestra intolerancia
nos lleva a pensar que el otro nos es bueno, que viene a aprovecharse de los
que puede, tiene mala pasta y es mentiroso y ladrón, es un ser inferior.
Ø Porque, sintiéndonos
personas ejemplares, pensamos que el otro es un desgraciado, un vago, un
vicioso, que no merece nuestra ayuda ni nuestra consideración, ni siquiera
nuestra mirada. Es un peligro social.
Ø Porque desconfiamos, estamos
ya de vuelta, y creemos que el otro es un caso perdido, que no se deja ayudar,
que no se puede hacer nada por él.
Ø Porque no tenemos capacidad
de sacrificio ni paciencia, decimos que el otro es un pesado, un caprichoso, un
egoísta, y que no hay quien lo aguante.
Ø Porque ¿qué tengo yo que ver
con el otro? ¿Soy yo acaso guardián de ese prójimo? ¿ Por qué tiene que ser mi “prójimo”?
Ø Porque, podemos decir
resumiendo, no tenemos caridad, no tenemos entrañas de misericordia, y no
queremos al otro ni a nadie, sólo nos queremos a nosotros mismos.
Dios no excluye:
Es admirable el esfuerzo de Jesús por derribar los muros que separaban
a las personas y a los pueblos. Sale al encuentro de los más pequeños y
excluidos de Israel para ofrecerles su ternura y devolverles salud y dignidad.
Jesús es el abrazo de Dios a los hombres, especialmente a los más excluidos y
desfavorecidos.
CARIDAD: ¿
PERSONAL? ¿COMUNITARIA?
Es
preciso bucear en las fuentes de nuestra vocación para redescubrir que nuestro
carisma salesiano nos guía hacia una caridad que nace desde la comunidad y el
encuentro con el hermano y que desde ahí le lanza en la búsqueda apostólica.
Así, antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la comunión (2)
¡Fuera las máscaras y los prejuicios!
La Familia Salesiana busca su “hacer” desde la
comunidad pero en ocasiones adolece de comunión. Una Comunión en tres
direcciones:
ü Dentro y desde mi propia
Asociación, Congregación, Instituto
ü Entre los Miembros de la
Familia Salesiana
ü Con respecto a la Iglesia.
¿Qué es la Espiritualidad de la Comunión?
([2])
1) Capacidad de sentir al
hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y por lo tanto como “uno
que me pertenece” para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos para
intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y
profunda amistad.
2) Capacidad de ver todo lo
positivo que hay en el Otro.
3) Saber “dar espacios” al
hermano rechazando envidias, desconfianzas, competitividad.
Los espacios
de comunión han de ser cultivados y ampliados día a día, a todos los niveles.
Es significativo lo que san Benito recuerda al Abad del monasterio, cuando le
invita a consultar también a los más jóvenes: “Dios inspira a menudo el más joven los que es mejor”(3) Y san
Paulino de Nola exhorta: “ Estemos
pendientes de los labios de los fieles, porque en cada fiel sopla el Espíritu
de Dios”(4) Es necesario, pues, que la Iglesia del tercer milenio impulse a
todos los bautizados y confirmados a tomar conciencia de la propia
responsabilidad activa de la vida eclesial.
Escucha la
Palabra (Romanos
13,11-14)
“Conocéis, además,
el tiempo que nos ha tocado vivir; ya es hora de que despertéis del sueño, pues
nuestra salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando empezamos a
creer. La noche está muy avanzada y el día se acerca: despojémonos de las obras
de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Portémonos con
dignidad, como quien vive en pleno día. Nada de comilonas y borracheras; nada
de lujuria y libertinaje; nada de envidias y rivalidades. Por el contrario,
revestíos de Jesucristo, el Señor, y no fomentéis vuestros desordenados
apetitos”.
Reflexiona:
o ¿Qué actividades de las
tinieblas tengo que dejar de lado? ¿Cómo anda mi corazón de dureza? ¿ Tengo
actitudes de indiferencia, de prepotencia?
o ¿Cómo caminaré tejiendo luz
y confianza las relaciones que tengo con los demás? ¿ Cómo trataré a cada
persona con respeto, con cariño, con igualdad?
o ¿ Camino dando codazos a los
que me rodean y poniendo zancadillas?
Ora:
Señor, abre mis oídos a tu
Palabra
Señor, despierta mi corazón
a la Esperanza.
Tú vienes siempre a mi
Encuentro.
Tú vienes siempre con Amor.
Haz que me ponga en Camino
para recibirte.
Te abriré la puerta de mi
Vida
Nos daremos el abrazo entrañable
Y al oír los pasos de tantos
caminantes del mundo,
me sentiré hermano de todos
y compartiré con ellos mi
Paz y mi Esperanza.
¿DÓNDE ANIDA
LA ESPERANZA?
Cuando una brasa
está escondida entre cenizas, se retiran éstas, y se sopla sobre la brasa para
que brote el fuego. Cuando aparece un hilito de agua en el manantial, se lo
guía hacia los árboles para que éstos no se sequen. Pero cuando la esperanza
está escondida en el cansancio, en el dolor, en la monotonía, ¿ cómo hacerla
revivir?
Vete
a la fuente: “ El porvenir de la
humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras
razones para vivir y razones para esperar” (GS 31)
Si quieres salir al paso de la esperanza de los pueblos y
de las gentes, anuncia con tu vida y con tu palabra a Jesús, “verdadera novedad
que supera todas las expectativas de la humanidad”. “Nuestro hoy y el futuro
del mundo son iluminados por su presencia”. Al encontrar a Cristo, todo hombre
descubre el misterio de su propia vida “ (Bula del Jubileo del año 2000).
Anunciar la Esperanza es:
X
Hablar con Jesús y hablar de Jesús con tu vida
X
Vivir tu fe en comunidad
X
Disfrutar de la vida
X
Acompañar desde tu debilidad a los más débiles
X
Creer en la bondad de un Padre que es todo
ternura y amor.
X
Aceptar tus límites y seguir cantando
X
Contemplar a María como mujer donde todas las
esperas se cumplen en plenitud
X
Dar respuesta desde tus dones a los desafíos que
llaman a tu puerta
X
Unir tu voz a otras voces que gritan el mundo
nuevo que Dios quiere
X
Sembrar gratuidad a tu alrededor
X
Dejarse sorprender por lo inesperado, por Dios
que llega siempre con ropaje nuevo
X
Querer mucho a la gente
¿ Por qué eres un hombre o una mujer de esperanza?
Atrévete
a esperar con Jesús: una humanidad más confiada, una convivencia más humana, un
futuro ilusiónate... Espera, pero de
manera activa porque la esperanza es trabajadora y comprometida. Espera de manera vigilante porque las
ofertas del Adviento y de la Navidad no son mágicas, son SEMILLAS. Cultiva pues
las semillas que vas a recibir en este tiempo tan hermoso. El Adviento es un
despertar de ilusiones y un canto a la utopía. Ponte a soñar, que Dios habla en
los sueños. y ¿hay algo más salesiano que el SUEÑO?
Sitúate en el mundo como el Padre quiere:
©
Con mirada limpia y acogedora
©
Con sentimientos de ternura y compasión
©
Con iniciativas a favor de los excluidos
Necesitamos la
Fuerza del Espíritu Santo para que
nos ayude a recorrer este camino de Esperanza, Caridad y Comunión. Si somos hombre y mujeres de
Esperanza y Caridad tiene que notarse pues la Esperanza y la Caridad no sólo se
cree, sino que se vive. Y no basta ofrecer razones intelectuales, hemos de
presentar razones existenciales:
¶
Viviremos
con alegría, porque estamos salvados
¶
Viviremos
con confianza, porque estamos en buenas manos
¶
Superaremos
los miedos, porque no estamos solos
¶
No
guardaremos tesoros, porque son relativos
¶
No
cultivaremos rencores, porque Dios es nuestra justicia
¶
Viviremos
el presente, pero esperando
¶
Sembraremos
cada día, aunque la cosecha se retrase
¶
Adelantaremos
el futuro con oración y trabajo.
¶
Proclamaremos
que nada ni nadie podrá quitarnos esta esperanza, ni siquiera la muerte, porque
Dios es lo último, porque es el más fuerte, y Él nos espera.