16 de marzo, 2º DOMINGO DE CUARESMA
Génesis 12,1-4a:
En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.»
Abrán marchó, como le había dicho el Señor.
Salmo 32 R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
Pablo a Timoteo 1,8b-10:
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.
Mateo 17,1-9:
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
lectio - MEDITACIÓN
El relato de la Transfiguración lo encontramos en
todos los sinópticos (Mc 9, 2-8; Lc 9, 28-36), y encontramos también una
referencia de este acontecimiento en la segunda carta de Pedro (2Pe 1, 16-18).
El texto de Mateo (17, 1-9), sin embargo, presenta algunas diferencias. La
narración se encuentra a continuación del primer anuncio de la pasión y de las condiciones para el seguimiento de
Jesús. Jesús debe ir a Jerusalén y allí
sufrirá su pasión, muerte y resurrección (Mt 16, 21). Aquéllos que desean y
quieren seguir a Jesús deben negarse a ellos mismos tomando también cada uno la
cruz para después seguir al Maestro. (Mt 16,23). Sólo así se podrá participar
en su gloria: “Quien quiera salvar la propia vida, la perderá; pero quien
pierda la propia vida por mi causa, la encontrará” (Mt 16,25). Después del
relato de la Transfiguración (Mt 17,1-9) está la pregunta sobre la venida de
Elías y la curación del epiléptico endemoniado (Mt 17, 10-21) y Jesús anuncia
por segunda vez anuncia su pasión (Mt 17,22).
A) La
tradición ha situado la escena en el monte Tabor. El
texto de Mateo se limita a decir que "en un monte alto". Puede ayudar
a la meditación imaginar la escena en tres tiempos: subida,
estancia y bajada.
Mientras suben, los discípulos llevan en su mochila el
desconcierto causado por las palabras que Jesús les ha dicho un poco antes (cf Mt
16,24-28). No saben qué significa cargar con la cruz o perder la vida para
ganarla. Nosotros subimos también a ese Tabor con nuestras dudas y aflicciones.
Y la ascensión se nos hace pesada. El camino da vueltas y vueltas.
En la cima del monte tiene lugar una experiencia de la belleza de
Dios. Debió de ser de tal magnitud que Pedro, en nombre de los otros, exclama:
"¡Qué bueno/bello es estar aquí". También podría haber dicho:
"Si seguirte a ti consiste en esto, yo me apunto en seguida". Es la
experiencia de ver que "todo concuerda": Moisés (la ley) y Elías (los
profetas) levantan acta de que Jesús no es un impostor sino el Mesías anunciado
("conversaban con Jesús"). Por si fuera insuficiente el testimonio de
estos dos notarios del Reino, se oye la voz del que todo lo puede: "Este
es mi Hijo amado". Tanta concordancia produce miedo. Y otra vez Jesús tiene que repetir el mismo mensaje:
"No tengáis miedo". Pero añade algo: "No se lo contéis a
nadie".
La bajada debió de ser en silencio. Hay experiencias para las
cuales no disponemos de palabras adecuadas. Y, sin embargo, se trata de
experiencias que nos permiten seguir caminando en el llano con más sentido y
con más esperanza.
* ¿No os parece que es
imposible acercarse a los rostros desfigurados sin haber experimentado la
transfiguración de Jesús? ¿O acaso en los rostros desfigurados es donde se
produce hoy la verdadera transfiguración?
B) En el
relato de la Transfiguración, Jesús es presentado como el nuevo Moisés que
encuentra a Dios “sobre un monte” (Mt 17,1) en la “nube resplandeciente” (Mt
17,5), con el rostro que brilla (Mt 17,2). También Moisés encuentra a Dios en
la nube sobre el monte Sinaí (Ex 24,15-18); con el rostro resplandeciente (Éx
34, 29-35). También Elías encuentra al Señor en el Horeb, el monte de Dios (1Re
19, 9-13). Como en lo sucedido en el Sinaí (Éx 19; 20; 33-34), también aquí, en
la Transfiguración, hay la revelación de una nueva ley: Escuchar al Hijo
predilecto en el cual Dios Padre se complace (Mt 17,5). Se pone de relieve la
revelación por parte del Padre que proclama la filiación divina de Jesucristo.
El descubrimiento de la identidad del Hijo, suscita en
los tres testigos el temor de Dios, postrándose los tres en tierra (Mt 17,6).
Ya en el comienzo del evangelio, en el nacimiento de Jesús, los magos “entrados
en la casa, vieron al Niño con María su Madre, y postrándose lo adoraron” (Mt
2,11). Pablo en Rom 14: 11 y Fil 2: 10, proclamará que delante del Señor, “en
el nombre de Jesús , toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y bajo
la tierra; y toda lengua proclame que Jesucristo es el Señor, a gloria de Dios
Padre”.
La
“nube luminosa”, es el símbolo que se emplea en la Biblia para hablar de la
presencia siempre misteriosa de Dios que se nos manifiesta y, al mismo tiempo,
se nos oculta. ¿Tienes alguna experiencia en este sentido? ¿cómo se te
manifiesta y a la vez oculta Dios?
C) Este
pasaje debe contemplarse estrechamente ligada al misterio de la Pascua, parece
una aparición de Jesús resucitado en toda su gloria, es una prefiguración de su
resurrección. Debemos mirar Tabor y Calvario simultáneamente. El reflejo de uno
en el otro. Como asomarse a un lago y ver los dos planos. Por este motivo “descendiendo del monte, Jesús les ordenó:
“No hablad a ninguno de esta visión, hasta que el Hijo del hombre no haya
resucitado de entre los muertos (Mt 17,9). La clave, el eje de “reflexión” la
da el Calvario, la Pascua.
A Jesús no se le entiende
sin el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección. ¿Qué sentido tiene
para ti este misterio? ¿Cómo lo vives diariamente?
D. Levantaos. No tengáis miedo”. Sabe que necesitan
experimentar su cercanía humana: el contacto de su mano, no solo el resplandor
divino de su rostro. Siempre que escuchamos a Jesús en el silencio de nuestro
ser, sus primeras palabras nos dicen: “Levántate, no tengas miedo”.
Muchas
personas solo conocen a Jesús de oídas. Su nombre les resulta, tal vez,
familiar, pero lo que saben de él no va más allá de algunos recuerdos e
impresiones de la infancia. Incluso, aunque se llamen cristianos, viven sin
escuchar en su interior a Jesús. Y, sin esa experiencia, no es posible conocer
su paz inconfundible ni su fuerza para alentar y sostener nuestra vida.
Cuando un
creyente se detiene a escuchar en silencio a Jesús, en el interior de su
conciencia, escucha siempre algo como esto: “No tengas miedo. Abandónate con toda sencillez en el misterio de Dios.
Tu poca fe basta. No te inquietes. Si me escuchas, descubrirás que el amor de
Dios consiste en estar siempre perdonándote. Y, si crees esto, tu vida
cambiará. Conocerás la paz del corazón”.
LA VOZ DE JUAN PABLO II
Como la imagen de Cristo transfigurado anticipa la gloria que será oscurecida en su pasión y revelada en la resurrección, así la vida consagrada anticipa la condición futura del hombre y muestra la configuración cristiforme de toda la Iglesia: es un signo escatológico del Reino (VITA CONSACRATA n. 16)