sor VIRGINIA FERRARO ORTI

sor Virginia Ferraro Orti salesiana de don Bosco
descarga breve biografia en PDF de sor Virginia

Virginia Ferraro Ortí fma. Versión femenina
del carisma salesiano “trabajo y oración”

María Dolores Ruiz Pérez fma

Introducción
Virginia Ferraro Ortí (Torrent 1894 - Sevilla 1963) encarnó de modo significativo y acreditado la espiritualidad salesiana, según el unánime testimonio de quienes la conocieron.
Fue una religiosa dotada con magníficas cualidades. Destacó como mujer seglar, profesional del corte y confección, con un gran compromiso social y de apostolado en su entorno, que la llevó a ser una de las fundadoras del Sindicato de la Aguja en su ciudad, y destacó también como Hija de María Auxiliadora, por ser una excelente directora que dejaba una huella imborrable en quienes la trataban. Muchas personas dieron testimonio de ella a su muerte, creyendo algunas que podría ser introducida su causa de beatificación en la Congregación de los santos.
Esta opinión externa y popular motivó posiblemente la tarea de recopilación documental realizada por la exsecretaria de la Inspectoría María Auxiliadora de Sevilla, sor Adelaida Ortíz, ordenada por la entonces inspectora, Madre Esther Colombino[1], recogiendo testimonios y hechos de testigos, incluidos los suyos propios, a partir de su fallecimiento en 1963, que fueron la base de una biografía dactilográfica de sor Virginia. Biografía que posteriormente la Inspectora sor Consuelo Palacios[2], mandó reproducir y enviar dos copias a cada casa de la propia Inspectoría “María Auxiliadora” para que la memoria de esta “No común Hermana y Superiora”[3] quedara viva.
Esta biografía enmarca la figura de sor Virginia dentro de la, primera mitad del siglo XX, años en los que ella vivió, primero como seglar en Torrent y luego como Hija de María en Auxiliadora principalmente en Andalucía, toda una época muy dolorosa y difícil en la historia de España. En ella su modo de ser y actuar, nos hace ver que se trata de una gran mujer formada en la Doctrina Social de la Iglesia, que daba sus primeros pasos en aquella época,  y una hábil directora, un ejemplo de oración y trabajo al más genuino estilo salesiano.

1. Virginia Ferraro seglar
Virginia Ferraro nació el 12 de febrero 1894 en el seno de una familia acomodada, formada por los padres, Leocadio y María Dolores, tres hijas y un hijo. Virginia era la mayor y su educación fue óptima, en un ambiente de sólida fe. La muerte del padre fue un gran revés para todos. Será Virginia, con 14 años, la que ayude a su madre a sacar la casa adelante; la más pequeña no alcanzaba el año de edad. Las tres hijas fueron Hijas de María Auxiliadora[4].  El hijo, Leocadio, formó una familia cristiana comprometida[5] en su ambiente.
Fallecido el padre, la economía de la casa se resintió. Virginia comprendió que tenía que ayudar y lo hizo logrando el título de maestra superior de corte y confección. Esto le permitió, además de obtener ingresos para su familia, conocer de primera mano el mundo de las costureras.  Conociendo el bien que el Sindicato de la Aguja hacía en Valencia[6] creyó que también tenía que estar establecido en Torrent.
Este Sindicato lo fundó en Valencia el sacerdote D. Manuel Pérez Arnal[7], actualmente en proceso de beatificación. Y fue extendiéndose por otros pueblos de la provincia y otros lugares de la geografía española. Su objetivo era trabajar “cuanto le fuera posible por el mejoramiento material y espiritual de la clase obrera, y poner en práctica la Doctrina Social de la Iglesia, con la creación de potentes asociaciones profesionales, capaces de defender los legítimos derechos de la mujer trabajadora dentro de los principios católicos”[8]. Algunas de las mujeres líderes de este Sindicato sufrieron las consecuencias de la guerra y perdieron la vida[9].
El boletín mensual de La Mensajera del Sindicato de la Aguja y similares de Nuestra Señora de los Desamparados definía lo que era un sindicato del siguiente modo: “es una extensión de la familia doméstica, cuyas deficiencias completa, cuyas aspiraciones realiza. El Sindicato es la institución procuradora de colocación y de las buenas condiciones del trabajo, portavoz de las obreras, escuela de formación profesional, de virtudes sociales y de educación moral; es el sostén en los malos tiempos, el refugio en la enfermedad, alivio y consuelo en la vejez”[10].
El Sindicato creció en poco de tiempo y se reorganizó en grupos según las necesidades, surgiendo así los gremios para mejor defensa de sus derechos. Se abrieron escuelas nocturnas y, entre otras actividades, se creó la Caja de Crédito, la Mutualidad de Enfermas, el Taller de Paro, la Mensajera del Sindicato o el Boletín Informativo, actividades de orden moral y religioso, actividades de Formación Profesional, la Biblioteca Circulante, la Hospedería de Sirvientas y la Bolsa de Colocaciones, actividades recreativas y culturales, el Coro Angélico y el Coro Musical, etc. Lo que contribuyó a extender muy rápidamente la obra por las otras provincias valencianas.
Así empezó la lucha por la igualdad en el trabajo y la promoción de la mujer desde el ámbito católico en España. Una de las mujeres del sindicato llegó a ser asambleísta nacional e hizo un discurso ante el Parlamento en defensa de los derechos de la mujer.
La primera conquista de aquellas mujeres fue que pudieran tener una silla para sentarse en el trabajo. El derecho a una silla no es algo anecdótico. También la jornada laboral de 12 horas.  Las mujeres podían reivindicar sus derechos porque el sindicato fue muy reivindicativo[11]. “En la mentalidad de muchos católicos de la época chocaba la actitud reivindicativa del Sindicato y de sus asociadas. No era eso, al parecer, lo que esperaban de un sindicato confesional, nacido de una organización católica. Es la amarga queja que expresa una editorial del Sindicato en su revistilla La Mensajera.  En ella se decía que la exigencia de unas condiciones de trabajo más justas, planteadas en tono pacífico, debería encontrar el apoyo de quienes confesaban la misma fe que las obreras”[12].
Como titulada superior en corte y confección Virginia, como se ha dicho antes, se introdujo en el mundo laboral y en 1919, junto con otras mujeres y su párroco, don Vicente Calatayud fundaron el Sindicato de la Aguja en Torrent para responder a la necesidad de formación y defensa de los derechos[13] de las trabajadoras. Virginia se implicó mucho, de manera que cuando entró para ser Hija de María Auxiliadora, el Sindicato llevaba en marcha más de dos años en Torrent y estaba consolidado[14].  Ella pidió que su nombre no apareciera en documento alguno de la fundación.
Virginia recibió la formación que el Sindicato daba a través de los ciclos de conferencias que organizaba. En Torrent, se dieron en el Centro Catequístico Dominical, “y fue tanto el entusiasmo de las obreras y de las propagandistas, que quedó fundada la Obra Social Femenina Torrentina”[15].
Virginia se ofreció a dar clases gratuitas de corte y confección por las noches en el taller parroquial dependiente del párroco, “a quien ayudaba también en el apostolado del Catecismo y en todo aquello que podía hacer con las obreras”[16]. Fue, además, catequista inteligente, sensible y bien preparada.
La excelente preparación profesional que tenía Virginia, le permitió también ayudar por un tiempo[17] en la Escuela Estatal de Torrent, donde las educandas consiguieron muy buenos resultados.
Virginia destacaba por ser dinámica, ejemplar, simpática, guapa y buena conversadora. Unía a su belleza la inteligencia y una formación excelente. Tenía ascendiente sobre las demás jóvenes, les hacía mucho bien y ellas la valoraban y la seguían.
Su decisión de ser Hija de María Auxiliadora no sorprendió en su círculo de amigas, aunque suscitó tristeza por la separación. El apostolado que había desarrollado estaba muy en sintonía con el carisma salesiano.

2.    Virginia Ferraro fma
Virginia hizo la primera profesión en 1924 con 30 años, una edad alta para aquella época. Había entrado de postulante[18] en enero de 1922. Tomó el hábito el 5 de agosto de ese mismo año. Era una mujer madura, bien formada; con una gran experiencia de vida y de fe curtida en la dificultad; una seglar con una demostrada capacidad de liderazgo, muy activa en su entorno, como ya se ha dicho, y formada en la Doctrina Social de la Iglesia. Y todo este sólido bagaje lo puso a disposición del Instituto.
De los dos años de noviciado se recuerda sobre todo su desenvoltura y actividad en el corte y confección, así como su espíritu de obediencia y renuncia de sí. Una de sus compañeras de noviciado era Eusebia Palomino, actualmente beatificada[19] . Con ella y otras 12 había tomado el hábito. Las novicias de segundo año eran 21, entre ellas Amparo Carbonell[20].
Dada sus grandes capacidades y profesionalidad, recién profesa sigue trabajando como encargada del corte y confección del taller de Alella (Barcelona) durante todo el periodo de votos temporales. Realizada su profesión perpetua es destinada como ecónoma a Jerez de la Frontera “Colegio san Juan Bosco” (Cádiz), una casa que atendía a muchas niñas pobres y muy escasa de recursos. Después de tres años en este no fácil servicio, se le encomendó ser directora, cargo que desempeñó sin interrupción en las siguientes Casas hasta su muerte:
-       Diez años en Valverde en dos períodos (1935-1941 y 1953-1957),
-       Cuatro años en La Puebla de Guzmán (Huelva), iniciando esta fundación.
-       Nueve en Écija (Sevilla) y
-       Cinco en Sevilla “Santa Inés” donde falleció a los 69 años a causa de un cáncer en 1963.

2.1 Bondad y capacidad proyectiva en las dificultades.
Comenzó a ser directora en Valverde. Allí, llegó el 2 de enero de 1935, encontrándose unas circunstancias muy especiales: sor Eusebia Palomino vivía sus últimos días. Falleció el 9 de febrero en sus brazos. Su primera reacción al expirar sor Eusebia fue besarla diciéndole: “en nombre de tu madre que lo hubiera hecho si hubiera podido estar aquí”. Las superioras habían permitido a la anterior directora sor Carmen Moreno[21], permanecer también en Valverde hasta el desenlace, pues sor Eusebia llevaba varios meses grave.
En el volumen II de la Positio de sor Eusebia Palomino, sor Virginia es nombrada varias veces; es presentada brevemente y se recoge su testimonio sobre S. Eusebia. S. Virginia viene descrita así: 

Era una religiosa esemplare, molto buona ed amabile, fervorosa, serena, prudente. Il suo motto era: Non sappia la sinistra ciò che fa la tua destra, intendendo anche di «pasar, desaparecida». Diede splendido esempio di santità. Dopo lunga infermità sopportata con tanta edificazione, morì il 17 settembre 1963 [22]. Además, recoge una carta suya a la  Madre General M. Luisa Vaschetti.

Según el testimonio de hermanas de la comunidad de ese periodo, se vivía un espíritu religioso ejemplar. Así lo expresa sor Dolores Pedraza en la Positio:

 “La casa de Valverde, cuando yo llegué a ella y durante el tiempo que permanecí en ella, del 1933 al 1938, fue una Casa religiosamente y en el cumplimiento de nuestras Reglas, verdaderamente ejemplar. Había una profunda unidad entre todas las Religiosas y un gran cariño y respeto, junto con obediencia, a la Superiora de la Casa, que primero lo fue sor Carmen Moreno y posteriormente lo fue sor Virginia Ferraro. Toda la Comunidad era muy fiel a la observancia de las Reglas, a las prácticas de piedad y a la entrega al trabajo en favor de las niñas y de las jóvenes, así como de las familias que eran muy asiduas al Colegio” [23].

En su primer período de directora en Valverde del Camino, sor Virginia destacó   mucho por su “capacidad de dialogo” que ejerció en un tiempo tan difícil como fue la guerra civil española.

“En Valverde la situación fue más dura, y así lo refleja la Crónica. El 18 de julio de 1936, a las siete de la tarde, se personó en el Colegio una pareja de la guardia civil con orden gubernativa, para efectuar un registro en busca de armas que duró dos horas, al cabo de las cuales tuvieron que marcharse sin encontrar nada. Al día siguiente, día 19, a las 7.30 de la mañana estando las hermanas haciendo la meditación, bien ajenas a cuanto ocurría, se presentó el Arcipreste, y después de consumir las Sagradas Formas del copón, les ordenó vestirse inmediatamente de seglar y refugiarse en casas de bienhechores y familiares, donde permanecieron hasta el18 de agosto”[24].

En este contexto, sus cualidades personales, unidas a su gran fe, hizo que consiguiera que el colegio pudiera continuar[25] abierto, con las garantías debidas de seguridad para las hermanas y la obra.
Sor Virginia tuvo que operar con sagacidad y santa astucia, para reivindicar los derechos que les correspondían y obtener lo que el colegio merecía también del exigente inspector de escuela de la Delegación de Huelva. Ante él, que había visitado el colegio dándole un ultimátum para la presentación de una documentación o procedería al cierre, se presentó al final de la semana de plazo que le había dado, vestida de seglar con una documentación con la que pudo salir airosa y lograr el objetivo de la continuación del colegio y su reconocimiento para efectos posteriores.
Hubo de asegurarse también la vigilancia de los guardias, para que la casa y las hermanas no sufrieran molestias, porque en esos primeros tiempos, se corría el riesgo real de ser incendiada por algunos malintencionados. Desde la implantación de la República en España en abril de 1931, muchos adoptaron un marcado carácter anticlerical[26].
Se presentó ante el Alcalde de Valverde, que en principio la recibió con cierto desdén, pero ella supo reconducir el diálogo y hacerle ver que tenía que implicarse en la seguridad del colegio. Si no era así, le planteó que la comunidad se iría y él tendría que responder ante el pueblo de la atención a los destinatarios, de los servicios que las hermanas venían dando con calidad y competencia.
Sor Virginia obtuvo el reconocimiento, la estima y la fe de los valverdeños.  Seguía con pasión salesiana el floreciente Oratorio, frecuentado por abuelas, madres, hijas y sobrinas. Se ocupaba personalmente de los escritos de la Pía Asociación, y no dejaba de sostener a las hermanas implicadas en la enseñanza, en estos momentos tan difíciles. Prueba de ello es que después de cuatro años en La Puebla de Guzmán volvió a Valverde, en 1953, para de nuevo dirigir esta casa, durante cuatro años más.
En 1957, el traslado de Valverde a Sevilla fue inesperado. Las hermanas de la casa estaban desconsoladas y sólo ella estaba tranquila. Más tarde confesará que aquel cambio le había proporcionado uno de los sufrimientos más grandes de su vida.
En Sevilla le esperaba también el servicio de directora y tanto sufrimiento físico al volver a declarársele el cáncer, del que fue operada en los años de estancia en La Puebla. Lo aceptó con fe y también aquí tuvo ocasión de mostrar una paciencia sin medida.
En una ocasión, la comunidad estaba maravillada por el silencio de la directora en el trato hacia una hermana que había cometido una falta relevante. A quien preguntó el motivo, S. Virginia respondió: “Si procedo rápido como tu hubieras deseado, esta hermana se enmendaría en apariencia. Deseo en cambio que su mejora sea duradera”. Cuando la hermana volvió de los ejercicios espirituales, pudo ayudarle a reflexionar poco a poco, hasta llegar a la medida deseada por la paciente sor Virginia. Casos iguales eran innumerables. Su corazón magnánimo deseaba sólo el bien de la persona tratando de no humillarla.
A una hermana que se lamentaba porque –a su parecer- dejaba pasar tantas cosas, sor Virginia le explicó: “No, hija, no le dejo pasar, pero espero el momento oportuno para hacer la corrección con más eficacia, para mortificar a la persona lo menos posible y con un resultado favorable. Es esto lo que deseo que ocurra”.
Por su gran bondad algunas hermanas la comparaban con Juan XXIII.
Su bondad no era innata, ni por falta de carácter, sino por un trabajo constante y de muchos años, hasta conseguir una envidiable igualdad de carácter y paciencia.
Un día en la que la ya citada secretaria y biógrafa sor Adelaida Ortíz había sido testigo de cómo había soportado la injusticia de otra persona, le preguntó: “¿Cómo consiguió mantenerse tan serena?”. Ella le contestó: “¡Mira ¡Cuando yo tenía unos trece años, vi enfadada a una tía lejana y en su enfado perdió el control, haciendo un papel de lo más desagradable que puedes imaginarte! Viendo esto hice el propósito de no enfadarme, ni perder el control por nada ni por nadie. Me ha costado mucho, pero al fin con la ayuda de Dios, lo conseguí”[27].
De modo sencillo, explicaba su gran dominio de sí, fruto de un gran esfuerzo de voluntad[28]

2.2 Ingenio, serenidad y paz ante los desafíos.

Finalizado su primer sexenio en Valverde, donde el colegio había quedado reconocido ante la administración pública, gracias a su inteligencia, valor y fe, y continuaba dando su fruto gracias a la capacitación adecuada de las hermanas para sus clases, fue enviada a fundar en La Puebla de Guzmán.
En esta localidad sólo se contaba con una reducida mansión donde acudían lo mismo niñas de buena posición como las más necesitadas.  Empezaban las obras por los párvulos, los más pequeños a los que seguían todas las clases elementales y los talleres de bordado y costura y confección y zurcidos, que funcionaban por las tardes, era casi igual que en Valverde, pero el edificio era paupérrimo y los medios materiales pobrísimos.
El cardenal Pedro Segura y Sáez (1880 - †1957), arzobispo de Sevilla (1937 - 1957), con motivo de su visita pastoral a los confines de su amplia archidiócesis, que en aquellos tiempos terminaba en Paymogo, frontera con Portugal, comunicó a la directora, su deseo de hospedarse en la casa de las Hijas de María Auxiliadora, que sería su centro durante todos los días que durara la visita pastoral por aquellas tierras.
Sor Virginia, considerando la pobreza de la casa, no se dejó llevar de la sorpresa que le causó la petición del prelado, sino que, enseguida, con su acostumbrada serenidad, preparó su ánimo y el de todas las Hermanas, para acoger al cardenal. Eligió las mejores habitaciones para el ilustre huésped y sus acompañantes y las preparó valiéndose de su ingenio y habilidades.
El cardenal Segura captó las cualidades de sor Virginia y su modo de proceder; después de más de una semana allí, confesó que le costaba salir de aquel recinto de paz, dónde tan a gusto se había encontrado. Elogio que sube de valor ante el sentir popular de que el Cardenal era conocido y “temido” por su fuerte personalidad[29].
Su biógrafa sor Adelaida dice que sor Virginia “era de hechos: no de palabras ni de adulación, ya que jamás supo lo que significaba adular [..] su aspecto, siempre pacífico y sereno, lo que desarmaba a los más valientes”[30].
Sor Virginia se complacía humildemente, sin vanagloria, “de haber podido contribuir a que el dignísimo prelado pasara horas serenas, y precisamente bajo la protección y a la sombra de nuestra dulcísima Madre María Auxiliadora[31].
La gratitud del cardenal Segura, arzobispo de Sevilla por la acogida de las FMA en la Puebla de Guzmán se concretó en comunicarlo a la Inspectora, elogiando la paz que influenciada por aquella directora se disfrutaba cual anticipo de Cielo en la humildísima sede de la Puebla de Guzmán. Su biógrafa escribe:   
“Recuerdo un hecho presencial, del que fui testigo cuando aún no la conocía: Era un día cualquiera había terminado de dar mis clases, cuando oí una campana inusitada. Me asomé al patio para ver de qué se trataba; y vi a la portera (una hermana anciana) que tocaba la campana con nerviosismo, mientras que, junto a ella, el Eminentísimo Sr. cardenal de Sevilla, Segura Sáenz, la calmaba, diciéndole: «¡cálmese, Hermana: solo deseo ver un momento a la Superiora!» 
En el comedor la inspectora suspendió un momento la lectura, y dijo a la comunidad:
«Hermanas, acaba de estar en Casa el Sr. Cardenal. Y ¿sabéis para qué? Me ha entregado un sobre cerrado y me ha dicho: Hágalo llegar a la directora de la Casa de Puebla de Guzmán. (Sor Virginia). He pasado unos días deliciosos en esta Casa: y he podido comprobar la paz y la serenidad de aquella comunidad juntamente con su extrema pobreza. Yo tenía reservado este dinero para algo necesario: pero envíeselo a la óptima directora de la Puebla, unido a una especial Bendición de su Prelado. ¡Vuelvo edificado y satisfecho de lo que he visto en aquella santa Casa!»”[32].
 Como síntesis, se puede afirmar que sor Virginia era una auténtica salesiana con una similitud y singular admiración por la patrona del Instituto, Santa Teresa de Ávila. Conocía bien casi todos sus escritos y la imitaba en todo aquello que le era posible y adecuado al espíritu y a la misión salesiana.
De santa Teresa amaba vivir y repetir el dicho “la paciencia todo lo alcanza”.  Estaba segura de que de nada valía el enfrentamiento porque “el tiempo todo lo pone en su lugar”. No perdía la paz e intentaba transmitírsela a los demás.

2.3 Atención a las más pobres y mediadora de vocaciones.

Después de cuatro años en La Puebla de Guzmán, fue trasladada también de directora a la ciudad de Écija (Sevilla).
Sor Virginia asumía esta responsabilidad indudablemente con más experiencia por llevar ya una década en este servicio y seguía haciéndolo con optimismo, fe y un gran sentido de pertenencia al Instituto, que se concretaba en un manifiesto interés por todas y cada una de las hermanas de la comunidad; y también por la atención a las que, de paso, o por temporadas, como sucedía con las estudiantes que la Inspectoría enviaba en el verano para estudiar en Écija.
En los nueve años que estuvo en esta casa, invirtió muchas de sus energías, además de en el cuidado de las personas, en los arreglos de este antiguo convento[33] de la Merced, iniciados por la inmediata anterior directora, sor Rosario Sánchez.
Una de sus preocupaciones, entre otras, fue la de procurar que se llevara a cabo el correcto alcantarillado de esta casa, evitando así la frecuente visita de barrilleros, malos olores y consiguientes molestias. Se lo propuso: y, como siempre: ¡lo consiguió! Todo lo arreglaba rezando, pidiendo permisos y procediendo…Aseguraba que, sin estos “requisitos previos”, no habría podido vivir tranquila.
Se entendió con las primeras autoridades de la ciudad para efectuar el proyecto: recibió evasivas, permisos presuntos, tácticos y hasta verbales…: pero ella tenazmente supo llegar hasta el final y dejar para siempre arreglado un problema de la casa.
Las niñas que acogía la casa de Écija eran de diferentes condiciones sociales. Las había de familias adineradas o no; de clase media y otro grupo más vulnerables, entre las que predominaban las oratorianas. Todas se daban la mano los domingos y días festivos, en los que las más preparadas servían de catequistas, colaborando con las hermanas a las que ayudaban en el Oratorio. También había un grupo de internas procedentes de Umbrete (Sevilla), enviadas y sostenidas por la Diputación Provincial y otras del Tribunal Titular de Menores de Auxilio social; con éstas no faltaban ocasiones para ejercitar la paciencia.  Todas cabían en el corazón compasivo de sor Virginia, que, sabía educar a todas y ser árbitro paz en muchas ocasiones.
Casos desagradables no faltaron tampoco. Tanto el carpintero que frecuentaba la casa, como una niña, cada uno por su cuenta, robaron en el colegio. El primero dinero, la segunda, echando la ropa desde la azotea, a su madre, que la recogía desde la calle.
A ambos hizo sentir la gravedad de la mala acción, pero ni despidió al carpintero, ni lo delató, consiguiendo que no se repitiera más la acción y continuara durante muchos años más, prestando sus servicios, siempre adecuadamente retribuidos.
Sor Virginia cerró su actuación en la casa de Écija con muchos logros.  Uno de ellos el haber sido mediación para que numerosas jóvenes fueran Hijas de María Auxiliadora.
Las vocaciones fueron cultivadas por sor Virginia con eficacia. Sabía acompañar a las personas.   Un año, se reunieron en el noviciado entre las del primero y segundo año, catorce novicias[34], todas de la casa de Écija en tiempos de sor Virginia: a las más pobres les había proporcionado el respectivo ajuar.    
Sor Virginia buscó y supo conducir esta gran casa para que cumpliera su misión al servicio de las más necesitadas. Así en 1946 comenzaron a funcionar en el colegio los comedores del Auxilio social para las familias necesitadas con un número de asistentes superior a 86 personas, dándoles comida diaria.
En abril de 1947 firmó un acuerdo con las cuatro presidentas de la Conferencia de San Vicente, estableciendo el acogimiento por parte de las hermanas de dos huérfanas propuestas por la Conferencia por el disfrute de la casa propiedad de la Conferencia.
Sor Dolores León, que vivió nueve años con sor Virginia en Écija, dice:

“Durante el tiempo que estuve con ella, admiré constantemente sus virtudes, especialmente su inagotable caridad y paciencia, jamás desmentidas. Pudiéramos contar inagotables hechos que, no por pequeños dejan de ser significativos. Por ejemplo: Un día, una de nuestras internas, procedente de Umbrete, se dejó decir, delante de la directora: Me han dicho que soy buena como el jamón: Pero… ¿qué es el jamón? ¡Yo no lo he probado nunca!”.
La directora, le miró con ojos de cariño, y, llamándome horas más tarde, me mandó comprar unas lonchas del citado manjar. Después llamó a la citada niña, y le dijo: “Mira, esto es jamón: cómetelo con un vasito de cerveza, pues es así como se come”.
Y dejó a la niña, para que, sola, pudiera degustarlo que ella, con caridad materna, le había proporcionado.
Yo, entonces, le dije: “Esto parece un capricho de niña”: Si lo cuenta a las compañeras, puede prepararse.” Ella me contestó: “He sentido una gran pena al pensar que, en sus doce años, no haya tenido una tan sencilla satisfacción: su madre habría hecho lo mismo”[35].

En esta línea de atención a las más pobres en 1948 acogió en régimen de internado a 24 niñas beneficiadas de la Diputación Provincial de Sevilla. La labor social continuó toda la década de los cincuenta, así, en febrero de 1950, se repartió a petición del Ayuntamiento, 1.000 comidas a obreros parados del campo[36].
La fe en la Providencia le permitía ser generosa aun cuando la pobreza se encontraba en las propias casas donde fue directora. Muchas veces se iba a la cama pensando que no tenía en casa nada de dinero, pero llegada la mañana en la cajita de las limosnas, encontraba lo que necesitaba urgentemente.

3.   Conclusión 
Conocer a sor Virginia puede contribuir a despertar la memoria comunitaria y el compromiso por la formación en la Doctrina Social de la Iglesia y su puesta en práctica, para la defensa de la dignidad de las personas, en especial de las más desfavorecidas, como ella lo hizo por las mujeres trabajadoras.
El 25 marzo de 1911 tuvo lugar el trágico incendio en la Fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York, que sacudió la percepción de las formas de explotación a que estaban sometidas las mujeres trabajadoras. Ese evitable horror, fruto de las condiciones de trabajo a las que las trabajadoras eran sometidas, hizo ver la desprotección de las costureras en particular. La situación de las costureras en España no era diversa. El Sindicato de la Aguja se funda precisamente en 1912. Virginia contaba entonces 18 años y pertenecía a este mundo de la “aguja”. Convencida de que era necesario en su localidad, se comprometió personalmente hasta verlo consolidado.
Ella formó parte del círculo de mujeres valientes y tenaces, comprometidas socialmente, que se formaban y formaban en la defensa de los derechos de las trabajadoras; mujeres que empezaron la lucha por la igualdad en el trabajo y la promoción de la mujer en su ámbito.

Hemos señalado que el Sindicato proporcionaba formación y era reivindicativo de los derechos de las mujeres trabajadoras. Ella misma llevó consigo al Instituto esta formación y espíritu y lo puso en práctica, siempre de modo pacífico.
Por las casas que pasó, procuró que las hermanas tuvieran más formación; será una característica de sor Virginia; el personal que le era confiado recibía un trato y una formación que las preparaba para ser mejores educadoras. Y también sabía “luchar y defenderse” ante las autoridades por los derechos que en justicia correspondían a la casa.
Sor Virginia aporta mucha luz, además, en lo concerniente a la búsqueda de nuevos estilos de liderazgo por su modo de ejercerlo. Podemos señalar estas tres claves que traslucen sus actuaciones:

- La unión de la bondad con la inteligencia y tenacidad. Todos la definían como una persona buena que sabía encontrar la mejor solución para los problemas que afectaban a la comunidad y el colegio, teniendo la valentía de ponerla en marcha hasta llegar al final. 

- Resiliencia y defensa de los derechos. Supo afrontar situaciones dolorosas que no la desmotivaron ni la llevaron a desfallecer. Se caracteriza por ser una persona de gran aguante, de profunda paciencia, no perdía de vista el alcance de la meta: la dignidad de las personas y la justicia.  Era “reivindicativa” en sintonía con el espíritu del Sindicato de la Aguja que formaba a las mujeres para que supieran defenderse y reivindicar sus derechos.  S. Virginia lo practicó muy bien en la gestión ante las autoridades. Se mantenía firme y a la vez amable, sabía esperar con paciencia, pero sin dejar de luchar por lo que era justo.

- Y todo con alegría y buen humor; nunca le faltó la sonrisa y sabía desdramatizar. Para ello muchas veces echaba mano de contar narraciones o episodios que le habían ocurrido de forma simpática, incluso acudiendo a contarlos en valenciano, su lengua materna, logrando contribuir a crear muy buen ambiente y que todas desearan vivir con ella.


María Dolores Ruiz Pérez, fma
Sevilla, 14 septiembre 2018



[1] Madre Esther Colombino desempeñó su cargo de Inspectora o Superiora, de la Inspectoría María Auxiliadora, con sede en Sevilla de 1961 a 1966. Cf. María F. NÚÑEZ MUÑOZ, Las Hijas de María Auxiliadora en Andalucía y Canarias 1893-1993. Sevilla, Inspectoría María Auxiliadora, 1994, p. 435. Sor Adelaida Ortíz fue secretaria inspectorial durante el sexenio 1942-1948 siendo Inspectora María Valle, y continuó hasta 1952, con la Inspectora Celestina Figari.
[2] Sor Consuelo Palacios, fue también Inspectora de la citada Inspectoría María Auxiliadora durante el sexenio 1973-1979. Comprendía las casas de Andalucía, Canarias y Extremadura.
[3] Adelaida ORTIZ SÁNCHEZ, Sor Virginia Ferraro Ortí fma (1894-1963). Sevilla, Inspectoría María Auxiliadora, 1975. Así lo expresa su biógrafa en la dedicatoria con fecha 30 de marzo de 1975. S. Adelaida estaba dispuesta a recibir “cuántas aportaciones se dignen efectuar en pro de esta VIOLETA HUMILDE VALENCIANA, que perfumó con sus virtudes las CASAS DE ANDALUCÍA: dónde con dedicación no común, heroísmo completo y agudeza de amor materno, supo comprendernos, captarnos y … ayudarnos sinceramente”. (Mayúsculas del texto original). S. Adelaida era muy meticulosa y exigente en su trabajo; esta biografía es totalmente fiable en opinión de la historiadora Maria F. Núñez.
[4] Las Salesianas habían llegado a Torrent en 1919, y se ocuparon de la educación de las niñas y de la enseñanza en una escuela diurna y nocturna, además del oratorio festivo en el Patronato “Sagrado Corazón”. La persecución religiosa les hizo tener que dejar esta casa en 1936.  Regresarán en 1954 para ocuparse del mismo trabajo en el colegio “María Auxiliadora”. Aquí entraron como postulantes las Ferrero; primero Vicenta, luego Virginia y, por último, Conchita.  
[5] Fue uno de los fundadores de la Hermandad de Jesús Nazareno de Torrent en1943 y Hermano Mayor de la misma de 1953 a 1960.
[6] “Por aquellas fechas, don Manuel Pérez, eminente sociólogo, fundó en Valencia del Sindicato de la Aguja de Nuestra Señora de los Desamparados. Poco tiempo después, la labor del Sindicato en Valencia se había vislumbrado eficaz. Entonces, un grupo de señoritas propagandistas de la Obra, se desplazaron a nuestra querida Villa de Torrente, uniéndose a ellas nuestra biografiada y otra amiga suya que aún vive (1963), para crear en la misma una filial, que agrupase a todas las obreras torrentinas, pidiendo Virginia que no figurase su nombre en documento alguno de la fundación”. (A. ORTIZ…, p. 8)

[7] Cf. Vicent COMES IGLESIA, Manuel Pérez Arnal. Su vida y obra, Valencia, Edicep 2015.
[8] Ibid, p.58
[9] La archidiócesis de Valencia ha promovido la causa de estas mujeres que hoy son reconocidas Beatas. Forman parte del grupo de 233 mártires españoles, beatificados por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.  Son:
- María del Carmen Viel Ferrando (Sueca 1893 – El Saler, Valencia 1936), fundadora del Sindicato de la Aguja en Sueca.
- Francisca Cuallado Baixauli (Valencia, 1890 - Benifaió, 1936). Sobre ella se ha escrito un libro que lleva ese título. Fue presentado en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, de Massanassa el 9 junio de 2008, por su autor el sacerdote y director del Archivo de Religiosidad Popular del arzobispado de Valencia.
- María Climent Mateu (Xátiva, 1887-1936), soltera, fundadora de la sección en Xátiva del Sindicato de la Aguja. Martirizada junto con su madre, Julia Mateu.
Cf. http://www.archivalencia.org/document/archidiocesis/boa/2001/Boa2001_extraMartires.htm (28.07.2018)
[10] Cf. Jordi LUENGO LÓPEZ, El sindicato de la aguja. Asociacionismo femenino en la Valencia de la gran guerra (1914-1918), en “Cuestiones de género: de la igualdad y la diferencia” 4 (2009) pp. 95-120, 103.
[11] “A los dos años escasos de vida, el Sindicato organizaba la primera campaña social denominada el «Millón de camisas», verdadera protesta contra un patrono valenciano que quería confeccionar tal número de prendas para el ejército alemán en plena guerra europea de 1914. Pretendía el industrial que las obreras, en sus propios domicilios, confeccionasen las camisas, percibiendo 1,50 pesetas por docena, si bien el hilo y los botones corrían a cuenta de ellas. Incluso la primera camisa que se cosía como muestra no se les pagaba. Eran, pues, unas condiciones abusivas, aprovechando la situación de necesidad en que se hallaban centenares de mujeres. Así lo entendieron las dirigentes del Sindicato de la Aguja y decidieron denunciar al empresario con una gran campaña reivindicativa, la primera que les iba a dar cierto renombre luchador al trascender a la prensa y llegar incluso al Senado mediante la interpelación al ministro de Gobernación”. (Vicent COMES IGLESIA, Manuel Pérez Arnal, su vida y su obra. Valencia, Edicep 2015, pp. 66-67).
[12] Ibid, p.73
[13] “El Sindicato elaboró y publicó en 1918 unas Bases para que fuesen seguidas por quienes albergasen sentimientos cristianos y quisieran ser fieles a las directrices sociales de la jerarquía católica. Vale la pena reproducirlas porque dan idea de los problemas que quería resolver el Sindicato de la Aguja. Primera. Jornada máxima de nueve horas, con dos horas de descanso, para la comida, y no saliendo más tarde de las siete. Segunda. Iguales horas de trabajo para las costureras a domicilio, con descanso de media hora después de comer. Tercera. Descanso riguroso los domingos y días festivos. Cuarta. Supresión de velas, permitiéndose tan solo, en caso de urgencia, por dos horas las vísperas de fiesta, y nunca más allá de las nueve de la noche, y abonándose por ese tiempo el aumento del 50 % de lo correspondiente a cada hora. Quinta. No recibir en los talleres aprendizas menores de 14 años, y que éstas solo puedan emplearse en trabajos propios del oficio, sean suficientemente vigiladas si han de salir a comprar velando por su moralidad, que tengan un jornal mínimo de 1,50 semanal y descanso absoluto los domingos y fiestas de precepto. Caso de admitirse antes de los 14 años, que no se les obligue más que a seis horas [trabajo], como prescribe la ley de 13 de marzo de 1900”. (Ibid, pp. 72-73).
[14] A. ORTÍZ…, p.8, escribe: “habiendo aprendido el corte, de acuerdo con el párroco y partiendo la iniciativa de Virginia, fundó el sindicato de la Aguja, que fue para las jovencitas pobres, con el fin de instruirlas principalmente en la religión. Fue ayudada de dos de sus amigas, logrando dejarlo consolidado dos o tres años antes de hacerse religiosa. De este Centro, la futura sor Virginia era el alma y el imán que las atraía, según aseguran sus colaboradoras aún supervivientes (1963)”.           
El 22.05.2018 tuvo lugar el acto de apertura del centenario del Sindicato en Torrent. En el programa, que contiene notas sobre su fundación, dice: “fue posible por la entrega y dedicación D. Joaquín Vidal [..]doña Concepción Colomer y las señoritas Ferreros, Villalonga, Villalba y Sacristá, que residían en Torrent y tomaban parte en la acción obrerista de Valencia. Una vez constituido el sindicato comenzó a desarrollar un intenso trabajo”. Dª Fina Vidal es la presidenta actual.
 https://corazonesabiertoses.wordpress.com/2018/05/16/centenario-obra-social-femenina/ (consultada el 25.07.2018).
[15] A. ORTÍZ…, p.8.
[16] Ibid, p.9.
[17] La remuneración recibida por este servicio le ayudaba a cooperar en la economía familiar, resentida desde el fallecimiento de su padre.
[18] El párroco de la Asunción de Nuestra Señora de Torrente, arzobispado de Valencia redactó este certificado para su entrada de postulante:  “Certifico que Virginia Ferraro Ortí, soltera de veintisiete años de edad, natural y vecina de esta parroquia, hija legítima de Leocadio y Dolores, ha observado siempre y observa una conducta moral y religiosa a todo punto recomendable, consagrada a la práctica de la piedad más edificante y a las obras de celo y de apostolado según me consta de ciencia propia y de los informes recibidos.
Y para que conste donde convenga a la interesada libro la presente que firmo y sello en Torrente a doce de enero de mil novecientos veintidós.  Vicente Calatayud”. (Archivo histórico de las FMA en Sevilla).
[19]  Sor Eusebia Palomino fue beatificada por Juan Pablo II el 25 abril de 2004.
[20]  Sor Amparo Carbonell fue beatificada por Juan Pablo II, en calidad de mártir, el 11 marzo de 2001.
[21] Sor Carmen fue beatificada por Juan Pablo II, en calidad de mártir, el 11 de marzo de 2001.  Permaneció en Valverde hasta finales de febrero de 1935. Fue destinada a Barcelona como Vicaria de la Casa inspectorial. Sufrió el martirio el 6 de septiembre de 1936 en Barcelona, junto con sor Amparo Carbonell.
[22] Sor Eusebia Palomino, Positio, vol. II, p. 652-653:  Lettera di Suor Ferraro Virginia alla Madre Generale. Doc. No 15 - Sor Virginia Ferraro a Madre Luisa Vaschetti. (Proc. p. 1249):    

Veneradísima Madre: Rvdma. Madre General M. Luisa Vaschetti
Al encargarme de la dirección de esta Casa, no encuentro medio más a propósito para emprender esta santa misión que el de empezar pidiéndole su santa y materna bendición, para que, guiada por la influencia de la misma sepa interpretar sus disposiciones, cual V.R. desee y, por lo tanto, poner en práctica sus enseñanzas con la precisión y exactitud que sus maternales consejos merecen.
A los pocos días de llegar a ésta, tuve la dicha de asistir en sus ultimos momentos a la buenísima Sor Eusebia Palomino. Esta ha sido una gracia muy especial que el Señor ha querido depararme para que aprenda a apreciar el consuelo que proporciona al alma en punto de muerte la práctica de la virtud. Nuestra buena Sor Eusebia fue un modelo de virtudes y sus últimas palabras fueron: «Hermanas, cuán grande es el mérito del sacrificio».
Hemos tenido el consuelo de ser visitadas por la Rvda. Madre Inspectora y sus sabios consejos nos han animado mucho. Para su consuelo he de decirle que al llegar a esta Casa he encontrado a todas las hermanas llenas de buena voluntad. Lo restante para que el Señor nos mire con complacencia lo espero de la protección del cielo que me ilumine y guíe en todos mis actos.
Las hermanas todas la saludan y ofrecen sus continuas plegarias y además, confíe en las pobres oraciones y el filial afecto de la que con toda veneración b.s.m.  Affma. hija  Fdo.: sor Virginia Ferraro hma.

[23] Ibid, p. 285.
[24] María F. NUÑEZ MUÑOZ, Las Hijas de Mª Auxiliadora en Andalucía…, pp.37-38. Regresaron a la casa y volvieron a vestir el hábito, pero el miedo y la incertidumbre estaban presentes.
[25] “En enero de 1937, en plena Guerra Civil, se sigue celebrando el triduo en honor de San Juan Bosco en la capilla de María Auxiliadora, en aquella ocasión con sermón a cargo del párroco local Jesús de Mora y Mora, mientras que el día 31 de enero, coincidiendo con la festividad, que aquel año cayó en domingo, hubo misa general cantada y sermón a cargo del coadjutor José Barriga”. Cf. Juan Carlos SÁNCHEZ CORRALEJO, en Notas sobre la festividad de san Juan Bosco: Huelva, La Palma del Condado y Valverde del Camino, dedicadas a la comunidad salesiana de Valverde, con motivo del bicentenario del nacimiento de San Juan Bosco, cita el periódico el ODIEL del 4 de febrero de 1937 que publicó la noticia de la celebración de don Bosco en enero de 1937. También señala que “En estos años y en los primeros años cuarenta, la casa valverdeña la componían las hermanas Sor Casilda, Sor María de Gracia, Sor Cayetana Romero, Sor Lucia Carrasco, Sor Julia Aparicio y Sor Virginia Ferraro, directora y profesora de corte y confección”.     http://historiavalverde.blogspot.com.es/2015/01/ (22.05.2018).
[26] María F. NUÑEZ MUÑOZ, Las Hijas de Mª Auxiliadora en Andalucía…, p.31.
[27] A. ORTÍZ…, p. 46.
[28] En algunos momentos de autocontrol, ya enferma, su mano hinchada sudaba hasta caerle las gotas de sudor motivadas por la violencia del esfuerzo hecho para superarse con dignidad; sabiendo hacer patente la dignidad de su propia persona y la de quién tenía en frente.
[29] Los biógrafos del cardenal Segura nos lo presentan todos con una fuerte personalidad reflejada, sobre todo, en sus relaciones políticas, sociales e incluso religiosas. (Pablo MARTÍN DE SANTA OLALLA SALUDES, Pedro Segura y José María Bueno Monreal. Historia de una difícil convivencia, en “Miscelánea Comillas”, 67 (2009), núm. 131, 481-499, 483).
[30] A. ORTÍZ…, p.31
[31] Ibid, p.36.
[32] Ibid, p. 46.
[33] El inmueble es una joya artística en cuanto arquitectura se refiere, pero siempre necesitada de obras. En aquel tiempo tenía hasta una huerta.
[34] Una de las novicias, sor Carmen Rosado conoció a sor Virginia en Écija cuando tenía 17 años; ella fue la que la guio para entrar en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Dice: “sabía escuchar sin prisas como si no tuviera otra cosa que hacer”. Esta religiosa, hoy de 90 años, narra que la acompañó de Écija a Sevilla para presentarla a la inspectora. Para todas fue muy significativa y conservaron una gran confianza con ella. Si la cercanía de las casas lo permitía iban a visitarla. Así, sor Carmen Rosado estando en Sevilla “María Auxiliadora” (c/ san Vicente) iba a la casa “Santa Inés” (c/ Castellar). (Testimonio el 2.07.2018 en Sevilla).
[35] A. ORTÍZ…, p.42.
[36] Cf. Las crónicas de estos años de la casa de Écija. 







SOR VIRGINIA FERRARO ORTI fma
Hija de María Auxiliadora
(Torrent 1894- Sevilla 1963)





BREVE BIOGRAFIA


A grandes rasgos se puede destacar en ella la humildad, su capacidad de desenvolverse en todos los campos con serenidad aplomo y enriquecimiento de ella misma y de los que la rodearon.

Actuaba con toda sencillez y prudencia, marcada sobre todo por una gran bondad que le hacían vivir en una gran paz en medio de las circunstancias de cada día.


DATOS Y HECHOS DE SU VIDA

La vida familiar de sor Virginia está marcada por la sencillez. Nació en Torrent (Valencia) el 21 de mayo de 1894. Era la mayor los cuatro hijos del matrimonio formado por don Leocadio y doña Dolores: tres niñas y un niño. La alegría fue la nota característica desde su infancia. A los 14 años queda huérfana de padre. Sus dos hermanas, Vicenta y Conchita, entraron de Salesianas antes que ella.

Como ella misma contaba, a veces sabía burlar, con apenas cuatro años, la vigilancia materna y se iba a la plaza principal del pueblo, al mercado con una vendedora de verduras, donde recibía toda clase de halagos por parte de los clientes y de la mujer, haciéndola vanagloriarse en su interior. Se puede ver a través de esta anécdota, que ella narraba tantas veces, como era capaz de percibir a pesar de su corta edad, aquello que podía hacerle algún daño.

En la escuela fue una de las más aventajadas, y sin asomo de vanidad aprendía todo fácilmente y, además, destacaba por su amable caridad con sus compañeras. Le encantaba leer todo lo referido a materia religiosa.

Creía en la conversión de la gente desde jovencita. Se puede ver en su actuación con un muchacho de su pueblo, al que todos rehuían por su manera de comportarse. Un día, en una merienda que habían preparado las amigas, se presentó y todas huyeron menos Virginia. El muchacho le dijo: ¿ves? Todos me desprecian. Y ella entrando en un diálogo sincero y animado, le hizo ver por qué sucedía esto, de tal forma que el muchacho se sintió motivado para cambiar y así lo decidió e hizo.

 Ilusionada siempre con evangelizar, cuando obtuvo el título de corte y confección, se ofreció para enseñar en la parroquia, además de la labor en catequesis. Colaboró en la fundación del Sindicato de la Aguja en Torrent, aunque no quiso que su nombre apareciera como tal. Su labor en él fue muy apreciada por las jóvenes obreras a quienes ayudó mucho en su formación.

Entro ya con una edad alta, para aquella época en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, con 29 años. Lo hizo como postulante y a los seis meses vistió el hábito de novicia en la casa de Sarriá-Barcelona.
Torre Gironella - Primera casa de las Hijas de María Auxiliadora desde 1886

Cuentan que en el noviciado se dedicaba a amar a Dios más que a nada y a nadie, y a darse por completo al trabajo. Trabajo de corte y confección, agotador pero efectivo y muy valorado. Cortaba y preparaba la costura para el personal disponible y capaz de coser de la casa de Sarriá y del personal  en formación.

Después de profesar se quedó como ayudante de la maestra de novicias y fue destinada a la casa de Alella Barcelona. De allí paso a la casa de san Juan Bosco de Jerez de la Frontera (Cádiz), a pesar de la resistencia de la directora de Alella, que no quería cederla para nada. 
Jerez san Juan Bosco - casa de las Hijas de María Auxiliadora desde 1912

Fue a Jerez con el encargo de ecónoma. Allí estuvo siete años, y de allí fue enviada a Valverde del Camino (Huelva). Todos sintieron su marcha, pero eso no cambió su espíritu de aceptación de la voluntad de Dios.

Fue con el nombramiento de directora. Nada más llegar en enero de 1935, se hizo cargo de asistir a sor Eusebia Palomino que ya llevaba unos meses enferma, postrada en cama, junto con la directora hasta entonces, sor Carmen Moreno. Sor Virginia fue la que la acompañó en su paso al Cielo, pues esa madrugada en que ella se quedó (hacían turnos sor Carmen y ella) murió en sus brazos. Su primera reacción fue al cerrarle los ojos darle un beso en nombre de su madre que no pudo estar allí. Virginia siempre sabía ponerse en lugar de una madre y fue muy “buena madre” para todos.
sor Eusebia Palomino murió en brazos de sor Virginia Ferraro el 9 febrero de 1935 en Valverde del Camino (Huelva)


En Valverde, supo adaptarse con su acostumbrada serenidad al ritmo de la Casa. Conservó costumbres ya encontradas, tradiciones de la Congregación, modos y medios de vida ya aprobados antes. Y renovó otras modalidades que menos apropiadas. Poseía la sabiduría práctica de gobernar conjugando continuidad y novedad.


Preveía a las hermanas de lo necesario, haciendo de esto algo natural. La primera dificultad sería que encontró en esta casa, fue el inicio de la guerra (18 julio de 1936). Se había decretado que los centros religiosos que no pudieran aportar un documento del tiempo de su fundación se cerrarían. Recibió la visita del inspector de enseñanza y no pudo presentar dicho documento, aunque prometió enviárselo en una semana. Por fin consiguió encontrar uno que podía servir y marchó vestida de seglar a Huelva, a dárselo en mano al inspector. Aseguró así el reconocimiento presente y futuro del colegio.

También tuvo que pasar momentos de dificultad, por la postura de algunos que se declaraban en contra de las hermanas y amenazaban induciendo al miedo real por el peligro de sus vidas y la obra. Vió con las hermanas que así no podían continuar su labor y tomó la decisión de ir a ver al alcalde. Éste en principio no le mostró mucha atención pero ella lejos de acobardarse, en diálogo sereno y comprensivo, consiguió que le prometiera la inmunidad y seguridad de la obra, y la llevara a efecto. Si no, se marcharían y él debería hacerse cargo de la educación de tantos niños y niñas que estaban siendo atendidos con calidad y caridad.

Después de su primer sexenio en Valverde paso a la fundación en la Puebla de Guzmán (Huelva), donde tuvo que superar muchas pruebas. Pero nunca perdió su habitual buen humor ni tampoco su paciencia, aunque tuvo que someterse a muchas peripecias en aquella fundación, donde la pobreza era extrema, pues los medios no abundaban. Sor Virginia a pesar de todo se sentía feliz porque vivía cada momento de acuerdo a lo que la voluntad de Dios le pedía.

En la limpieza general de los sábados estaba allí como una hermana más. Los demás días estaba en la sala de preparación de hermanas, siempre en disposición de orientar a todas. Pero sus mejores ratos los pasó en la cocina, y también le sirvieron para su santificación por los problemas que le ocasionaba una cocinera externa, aunque sabía llevarlo con esperanza.

En la Puebla se le declaró un cáncer. Durante los 10 días que permaneció en Sevilla mientras se operaba, al inicio de su enfermedad, todo el pueblo siguió el proceso con sacrificios y oraciones. A la iglesia acudían muchas personas y a petición unánime quedó abierta tanto de día como de noche. Allí rezaban por ella las antiguas alumnas, distribuidas en grupos.

Después de cuatro años en la Puebla, fue como directora a Écija. Allí le tocó acabar la obra de mejoras de condiciones que la casa necesitaba, emprendidas por la anterior directora.

Todo lo arreglaba rezando, pidiendo permisos y procediendo…   por eso cuando sor Virginia se decidía a hacer una cosa, humanamente hablando, tenía todas las garantías. De ahí se deduce que tuviera buenos resultados, ya que su trabajo lo hacía solo por Dios y redundaba en bien de la Congregación.
Las niñas que acogía la casa de Écija, eran de diferentes condiciones sociales. Las había de la clase alta, pertenecientes a familias adineradas, con títulos; de clase media y también el grupo de obreras. Había también un grupo de internas de Umbrete (Sevilla) y del Tutelar de menores, que eran las más apropiadas para ejercitar la paciencia. Sabía educar a cada una según su realidad, pero todas eran tratadas, sin distinción,  con idénticas y pacientes maneras.

De Ecija de nuevo fue como directora Valverde. El trabajo principal de esta segunda etapa, fue el de la preparación intelectual de las hermanas, lo más completamente posible, en relación con las respectivas capacidades y las adecuadas clases, dedicándose a las menos preparadas. De este modo preparaba como requiere la identidad principal de nuestro Instituto: la educación, siendo la enseñanza un medio para alcanzar nuestro fin de conducir a los jóvenes a Dios.

Y el trabajo que se impuso en bien de la formación de las hermanas, recayó como consecuencia lógica en bien del alumnado. Varios fueron los premios catequísticos que mereció el colegio en el certamen provincial eclesiástico, promovido por la curia de Huelva.

De Valverde marchó como directora a Sevilla- santa Inés, calle Castellar. La casa contaba con 80 internas, entre pensionistas y estudiantes, el externado con más de 300 alumnas, los párvulos y las parvulas, además del pensionado con 25 universitarias y algunas señoras mayores. Allí también se encargaba de la formación de las hermanas por grupos, dando a entender con la práctica, como debe impartirse una enseñanza con miras al aprovechamiento y mejora del alumnado.

En su enfermedad que padeció durante 22 años, tras la primera operación, de la que no quedó bien, nunca se quejó, mostrando una gran capacidad de sufrimiento; todo lo soportaba con ánimo alegre. Diez años antes de morir comenzó a padecer, además, de angina de pecho e insuficiencia coronaria.  Murió el 15 de septiembre de 1963.


RASGOS DE SU PERSONALIDAD

Era muy generosa le gustaba dar con abundancia y dar lo mejor que tuviera. Esto contribuyó a que, a pesar de la abundante pobreza de las casas donde estuvo como directora, nunca faltará de nada, siempre hubo para todas y para todo dentro del marco de la pobreza salesiana.

A pesar de su óptimo carácter nunca dejaba pasar nada que no debiera ser, y en casos extremos, cuando la situación la obligaba a demostrar su descontento, recurría hasta el enfado. Corregía, exigiendo siempre el deber hecho. Su caridad era exquisita, en su presencia, el prójimo estaba bien resguardado.
Tenía un gran aguante, capaz de soportar el dolor sin quejarse o sin hacerlo, por no mortificar a nadie.

Fue querida por todos, su proceder despertó toda una gama de simpatía que no podía menos que corresponderse con sinceridad sentida de afecto.

Soportaba noches de insomnio, las molestias de su progresiva enfermedad, sin perder su sonrisa. Se preocupaba por los otros y sufría si los veía sufrir. Su paciencia en todo era extrema. Jamás levantó la voz a las hermanas o a las niñas. Su silencio muchas veces hacía el efecto de un sermón, por la prudencia que inspiraba.

Le parecía derroche el gasto demás que no fuese en beneficio de los pobres, así que nunca correspondía a los regalos que le hiciesen.

CARACTERÍSTICAS DE SU SANTIDAD
Piedad y devociones:

-     Gran devoción a María Auxiliadora y a San José, pero sobre todo a Jesús sacramentado y al Corazón de Jesús a quien invocaba con todo el fervor de su alma, devoción que llego hacer, junto con la cotidiana meditación, el sostén de su vida y quizás la razón de su perdurable seguridad y de la paz inalterable que respiraba.
-     La devoción a Santa Teresa de Jesús, se había arraigado en su alma de una forma muy fuerte.

-     No descuidada la devoción a las almas benditas del purgatorio. A la llegada del anuncio de una hermana difunta, habría la mortuoria recitando un réquiem.

-     Rezaba por las vocaciones, encomendada Dios los necesitados de toda índole, los moribundos y pecadores. Ayudaba a todo el que podía en la medida de sus siempre limitadas posibilidades.

-     Su caridad, aunque delicada, no se detenía en detalles inútiles: procedía con sinceridad, “a la buena” pero segura y exenta de preocupaciones.

-     Promovió en su vida muchas vocaciones y ayudó a quienes acudían a ella confiándole sus momentos de crisis. Todo a costa de renuncias personales.

-     No olvidada en sus oraciones también aquellos que no la estimaban demasiado.

-     Procuraba hacer la meditación con todas, era su regla invariable a pesar de los achaques de sus últimos años. La alegría que mantenía como actitud constante era fruto de su vivencia de paz, consecuencia lógica de su sólida piedad.

-     La fe que demostraba en toda circunstancia causaba más admiración que todas las demás virtudes. Su misma piedad la llevaba a hacer cosas ordinarias lo más perfectamente posible. La visita al Santísimo, lo mismo que el vía crucis, jamás lo dejó mientras su enfermedad se lo permitió.

-     Hacía consistir la vida interior en la “desaparición” de los propios defectos, viviendo la alegría y la paz que proporciona la buena conciencia. Es lo que se complacía en hacer resaltar en sus conferencias. Todo lo que decía procuraba llevarlo a cabo.

-     Animaba diciendo: “hagamos todas las cosas solo por Dios, por agradarle, por tributarle el debido honor, por motivos de justicia, ya que todo cuanto poseemos procede verdaderamente de su infinita bondad”.

-     Hacía todo el bien que era capaz, sin tener para nada en cuenta si era o no correspondida. Siempre estaba dispuesta a perdonar.

Virtudes:

-     Gran bondad, un gran sentido de la justicia, del deber. Poseía una gran paciencia, capaz de esperar y confiar por encima de todo en la bondad de quien tenía a su lado.

-     Su aspiración la constituía el ansia por la posesión segura de Dios: su paz, que constituía su personalidad, hasta el punto de hacerla indiferente en todo aquello que no se relacionaba directamente con el bien general, buscando los intereses de Dios.

Espíritu salesiano de sor Virginia:

-     Tenía el genuino espíritu de la congregación asimilado gracias a su buena voluntad en su consagración religiosa vivida con autenticidad desde el primer día. Tenía un gran espíritu de sacrificio.

-     Fomentada y alimentaba el espíritu de familia de tal forma, que a su lado se podía vivir con libertad de espíritu, tal como debe caracterizar a los hijos e hijas de Dios.

-     Capaz de animar los recreos. Sabía contar anécdotas, era una buena narradora, con muy buen humor.

-     Con las superioras siempre fue muy respetuosa. Como directora jamás hizo ningún comentario sobre el personal que llegaba o salía de la comunidad.