13 octubre 2013, DOMINGO XXVIII Tiempo ordinario
LECTIO: Lucas 17, 11-19. El leproso
agradecido
Oración inicial y Silencio.
VEN ESPÍRITU SANTO, LLENA
LOS CORAZONES DE TUS FIELES Y ENCIENDE EN ELLOS EL FUEGO DE TU AMOR.
DANOS TUS SIETE DONES SAGRADOS
y todo será Renovado.
Introducción
Este pasaje coloca nuestros pasos en la tercera etapa del camino de
Jesús hacia Jerusalén. La meta está cerca y el maestro llama con más intensidad
aún a sus discípulos, es decir a nosotros, a que le sigamos hasta entrar con El
en la ciudad santa, en el misterio de la salvación, del amor. El paso se da
sólo mediante la fe, alimentada por una intensa, incesante, insistente y
confiada oración. Lo vemos recorriendo los capítulos que preceden y siguen este
relato.
La estructura de este pasaje es como sigue:
v. 11: Jesús atraviesa Samaria y
Galilea; va de camino a Jerusalén..
vv. 12-14a: Jesús entra en una aldea, que no tiene nombre, porque es el
lugar, es la vida de todos y aquí encuentra a diez leprosos, hombres enfermos,
ya tocados por la muerte, excluidos y lejanos, marginados y despreciados. Los
invita a volver a la casa del Padre. v.
14b: En el momento mismo en que empieza el santo viaje hacia Jerusalén, los
diez leprosos son sanados, se convierten en hombres nuevos. vv. 15-16:
uno solamente vuelve atrás para dar gracias a Jesús.
vv. 17-19: ha vuelto, un
samaritano, uno que no pertenecía al pueblo elegido.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS:
11 De camino a
Jerusalén, pasó por los confines entre Samaría y Galilea. 12 Al
entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se
pararon a distancia 13 y, levantando la voz, dijeron:
«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» 14 Al
verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras
iban, quedaron limpios. 15 Uno de ellos, viéndose curado,
se volvió glorificando a Dios en alta voz, 16 y,
postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era
un samaritano. 17 Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No
quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No
ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» 19 Y
le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»
MEDITO LA PALABRA (meditatio)
Vuelvo a leer con atención el pasaje deteniéndome en las palabras, en
los verbos, miro los movimientos de los leprosos, los repito, los hago míos, yo
también me muevo, hacia el encuentro con el Señor Jesús. Y me dejo guiar por
El, escucho su voz. Yo también voy hacia
Jerusalén, hacia el templo, que es mi corazón.
Profundizo en algunos términos:
Va de camino: Jesús es el gran
viajero, el peregrino incansable: El es el primero que ha dejado su morada, en
el seno del Padre, y ha bajado hasta nosotros, cumpliendo el éxodo eterno de
nuestra salvación y liberación. El conoce todos los caminos, todos los
recorridos de la experiencia humana, ningún trecho del camino le queda
escondido o imposible de andar. Por esto nos puede invitar también a nosotros a
andar, a movernos, a atravesar, a ponernos en una situación continua de éxodo,
es decir, de “salida de nosotros mismos”. Para que podamos por fin
llegar con El, de este mundo al Padre.
Entrando en una aldea: entrar es ingresar en lo profundo, lo cual implica compartir y
participar. Entra en la casa de Simón, el leproso (4, 38), en la casa del
fariseo (7, 36 y 11, 37), luego en la casa del jefe de la sinagoga (8, 51) y de
Zaqueo el publicano (19, 7). Entra continuamente en la historia del hombre y
participa, come junto con él, sufre, llora y goza, compartiendo todo. Basta
abrirle, como El mismo nos dice (Ap 3, 20) y dejarlo entrar, para que se quede
(Lc 24, 29).
Diez leprosos: “El afectado por la
lepra llevará los vestidos rasgados, se cubrirá hasta el bigote e irá
despeinado gritando: ¡Impuro! Impuro! Todo el tiempo que dure la llaga,
quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su
morada” (Lev 13, 45-46). Así que entiendo que el leproso es una persona que ha
recibido golpes y heridas. Es uno que no puede rendir culto a Dios, no puede
entrar en el templo, ni tocar las cosas santas. Es por ello que los diez
leprosos van al encuentro de Jesús, se detienen lejos de El, gritándole su
dolor, su desesperación.
¡Jesús maestro!: Es
estupenda esta exclamación de los leprosos, esta oración. En primer lugar todos
llaman al Señor por su nombre, como se hace entre amigos. Después de ellos,
solamente el ciego de Jericó (Lc 18, 38) y el ladrón en la cruz (Lc 23, 42)
repetirán esta invocación con la misma familiaridad, con el mismo amor:
Volvió atrás: No es un simple
movimiento físico, un cambio de dirección y de sentido, sino que más bien es un
verdadero y profundo vuelco interior. Es cambiar una cosa por otra (Ap 11, 6);
es volver a casa (Lc 1, 56; 2, 43), tras haberse alejado, como ha hecho el hijo
pródigo, perdido en el pecado. Así hace este leproso: cambia su enfermedad en
bendición, su extrañeza y lejanía de Dios en amistad, en relación de intimidad,
como ocurre entre un padre y un hijo. Cambia, porque se deja cambiar por Jesús,
se deja alcanzar por su amor.
Para agradecerle: Estupendo
este verbo, en todos los idiomas, pero en particular en griego, porque encierra
el significado de “eucaristía”. Sí, es así: el leproso ‘¡hace eucaristía’!
Se sienta a la mesa de la misericordia, recibe el pan y el vino del amor
gratuito, de la salvación, del perdón, de la vida nueva; y por fin puede entrar
de nuevo en el templo y participar en la liturgia, en el culto. Por fin puede
rezar, acercándose a Dios con total confianza. Ya no tiene que cubrirse la
boca, sino que puede cantar y alabar a Dios, puede sonreír abiertamente; puede
acercarse a Jesús y besarle, como un amigo hace con el amigo.
!Levántate y anda!: Es
la invitación de Jesús, del Señor. ¡Levántate, es decir ‘Resucita!’. Es
la vida nueva después de la muerte, el día tras la noche. También para Saulo,
por el camino de Damasco, resuena esta invitación, este mandamiento de amor:
“Resucita!” (Hc 22, 10. 16) y ha nacido de nuevo, de las entrañas del Espíritu
Santo; ha vuelto a ver, ha empezado a comer, ha recibido el bautismo y el nuevo
nombre. Su lepra había desaparecido.
Tu fe te ha salvado: Releo
esta expresión de Jesús, la escucho en sus diálogos con las personas que
encuentra, con la pecadora, con la hemorroisa, con el ciego…
● Jesús volviéndose, la vio y dijo: «Animo, hija, tu fe te ha salvado». Y en
aquel instante la mujer se sanó (Mt 9, 22; Lc 8, 48).
● Y Jesús le dice: «Tu fe te ha salvado». E inmediatamente la mujer recobró la
vista y lo siguió por el camino (Mc 10, 52).
● El dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado: vete en paz» (Lc 7, 50).
● Y Jesús le dijo: «¡Recobra la vista! Tu fe te ha salvado» (Lc 18, 42).
Entonces, rezo yo también digo: “¡Señor, aumenta mi fe!” “Ayúdame en mi
falta de fe!”.
REZO LA PALABRA (Oratio)
confronto con mi vida:
Señor, sé que en el número de aquellos leprosos, de aquellos enfermos,
estoy yo también y sé que tú me estás esperando, para que yo vuelva, lleno de
gozo, a hacer Eucaristía con te, en tu amor misericordioso. Te pido todavía la
luz de tu Espíritu para poder ver con claridad, para dejarme conocer y cambiar
por ti. Heme aquí, abro mi corazón, mi vida, ante ti… mírame, interrógame,
sáname.
e intento plantearme y responder algunas preguntas:
* ¿Cómo es mi relación con El? ¿Procuro llamarle por su
nombre, como han hecho los leprosos, aunque de lejos, pero con toda la
fuerza de su fe? ¿Por qué no empiezo a repetir el nombre de Jesús en mi
corazón, luego quizás sobre mis labios, como una oración o como un canto?
Podría hacerme compañía mientras voy al trabajo, mientras ando, mientras hago
esto o aquello…
* ¿Tengo el valor de poner al descubierto mi mal, mi pecado, que son mi verdadera enfermedad? Jesús invita a
los diez leprosos a que vayan donde los sacerdotes, según la ley hebrea, pero
para mí también hoy es importante, indispensable, dar este paso:
contarme, arrojar luz sobre aquello que me hace daño
internamente y que me impide ser sereno, feliz, estar en paz. Si no es ante el
sacerdote, por lo menos es necesario que me ponga ante el Señor, cara a cara
con El, sin máscaras, sin escondites, y que le diga toda la verdad sobre mí.
Solamente así será posible ser verdaderamente curado.
*¿Logro reconocer todo el bien
que el Señor ha hecho a mi vida? O '¿sigo quejándome, esperando siempre algo
más, recriminando, protestando, amenazando? ¿Sé decir realmente gracias con
sinceridad, con gratitud, convencido/a de que he recibido todo, que el Señor me
da siempre el céntuplo? Sería realmente estupendo tomarme un poco de tiempo
para agradecer todos los beneficios que El ha derramado en mi vida, desde que
tengo memoria hasta ahora. Pienso que no podría terminar, porque pensaría
siempre en algo más. Así que no me queda más remedio que hacer como el leproso,
el único de entre los diez: volver atrás, correr hasta el Señor y echarme a sus
pies, alabando a Dios a gran voz. Puedo hacerlo cantando un canto, o solamente
repitiendo mi agradecimiento, o quizás llorando de alegría.
* Y ahora escucho la invitación de Jesús: “Levántate y anda”.
Después de esta experiencia no puede quedarme parado/a, encerrarme en mi mundo,
en mi tranquila “burbuja” y olvidarme de todos. Tengo que levantarme, salir
fuera, ponerme en camino. Si el Señor me ha beneficiado, es para que yo lleve
su amor a mis hermanos y hermanas. El gozo del encuentro con El y de la
curación del alma no será verdadera si no la compartimos y si no la ponemos al
servicio de los demás. Me basta un momento, para pensar en tantos amigos/as,
personas más o menos cercanas que necesitan un poco de gozo y de esperanza. Puedo
llamar por teléfono, puedo enviar un mensaje, escribir aunque fuera una
tarjeta, o puede ir a ver a alguien, hacerle compañía un rato, y encontrar el
valor de anunciar la belleza y el gozo de tener a Jesús como amigo, como
médico, como salvador. Este es el momento.
Termino Rezano con un salmo y proponiéndome un compromiso para la semana.
Dichoso el hombre a quien el SEÑOR
no le imputa delito,
y no hay fraude en su interior.
Guardaba silencio y se consumía mi cuerpo,
cansado de gemir todo el día,
Reconocí mi pecado
y no te oculté mi culpa;
me dije: «Confesaré
aL SEÑOR mis rebeldías».
Y tú absolviste mi culpa,
perdonaste mi pecado.
Por eso, quien te ama te suplica
llegada la hora de la angustia.
Y aunque aguas caudalosas se desborden
jamás le alcanzarán.
Tú eres mi cobijo,
me guardas de la angustia,
me rodeas para salvarme.
«Voy a
instruirte, a mostrarte el camino a seguir;
sin quitarte los ojos de encima, seré tu consejero».
¡Alegraos en EL SEÑOR, justos, exultad,
gritad de gozo los de recto corazón!
12 octubre 2013,
sábado. XXVII semana Tiempo ordinario
DE LA PALABRA DEL DIA
Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la
ponen en práctica. Lc
11,28
¿Cómo vivir esta Palabra?
Dichosos significa
contentos, con aquella alegría interior que ilumina la vida. Jesús nos quiere persuadir que este tipo de dicha,
tan necesaria en nuestros días, no llueve del séptimo cielo, no florece en no
sabemos qué jardín de las delicias, sino que procede de la perseverancia en la
escucha de su Palabra que exige ser vivida.
Escuchar es una experiencia
que, desde el sentido auditivo remite al corazón. Escuchamos una cascada en la
montaña y experimentamos un sentido de frescura interior, escuchamos la música
de Mozart y nos sentimos como despojados por el infinito, escuchamos una voz amiga y se nos enternece el corazón.
La escucha es un
ejercicio existencial muy importante y es un desafío de nuestro ser profundo.
Hay muchas personas que sienten muchas cosas desvaídas, superficiales, banales
y hay personas que no se comprometen nunca a escuchar de verdad,
es decir, a poner atención a las cosas
que más importan.
Jesús sabe que su
Palabra, en el repertorio de todas las palabras humanas es un vértice muy
importante, es como una brújula que orienta el camino del hombre. Por eso nos
dice que nuestra vida estará caracterizada por una serenidad y por una paz
inconfundibles si escuchamos la Palabra
de Dios en todas sus dimensiones, que significa ponerla en práctica.
Señor
Jesús, dame un corazón que esté a la escucha de tu Palabra y una voluntad que se deje penetrar por ella hasta el
ejercicio diario de ponerla en práctica y transformarla en una vida
significativa, conforme al Evangelio, verdaderamente cristiana.
13 octubre 2013, DOMINGO XXVIII Tiempo ordinario
LECTIO: Lucas 17, 11-19. El leproso
agradecido
Oración inicial y Silencio.
VEN ESPÍRITU SANTO, LLENA
LOS CORAZONES DE TUS FIELES Y ENCIENDE EN ELLOS EL FUEGO DE TU AMOR.
DANOS TUS SIETE DONES SAGRADOS
y todo será Renovado.
Introducción
Este pasaje coloca nuestros pasos en la tercera etapa del camino de
Jesús hacia Jerusalén. La meta está cerca y el maestro llama con más intensidad
aún a sus discípulos, es decir a nosotros, a que le sigamos hasta entrar con El
en la ciudad santa, en el misterio de la salvación, del amor. El paso se da
sólo mediante la fe, alimentada por una intensa, incesante, insistente y
confiada oración. Lo vemos recorriendo los capítulos que preceden y siguen este
relato.
La estructura de este pasaje es como sigue:
v. 11: Jesús atraviesa Samaria y
Galilea; va de camino a Jerusalén..
vv. 12-14a: Jesús entra en una aldea, que no tiene nombre, porque es el
lugar, es la vida de todos y aquí encuentra a diez leprosos, hombres enfermos,
ya tocados por la muerte, excluidos y lejanos, marginados y despreciados. Los
invita a volver a la casa del Padre. v.
14b: En el momento mismo en que empieza el santo viaje hacia Jerusalén, los
diez leprosos son sanados, se convierten en hombres nuevos. vv. 15-16:
uno solamente vuelve atrás para dar gracias a Jesús.
vv. 17-19: ha vuelto, un samaritano, uno que no pertenecía al pueblo elegido.
vv. 17-19: ha vuelto, un samaritano, uno que no pertenecía al pueblo elegido.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS:
11 De camino a
Jerusalén, pasó por los confines entre Samaría y Galilea. 12 Al
entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se
pararon a distancia 13 y, levantando la voz, dijeron:
«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» 14 Al
verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras
iban, quedaron limpios. 15 Uno de ellos, viéndose curado,
se volvió glorificando a Dios en alta voz, 16 y,
postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era
un samaritano. 17 Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No
quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No
ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» 19 Y
le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»
MEDITO LA PALABRA (meditatio)
Vuelvo a leer con atención el pasaje deteniéndome en las palabras, en
los verbos, miro los movimientos de los leprosos, los repito, los hago míos, yo
también me muevo, hacia el encuentro con el Señor Jesús. Y me dejo guiar por
El, escucho su voz. Yo también voy hacia
Jerusalén, hacia el templo, que es mi corazón.
Profundizo en algunos términos:
Va de camino: Jesús es el gran
viajero, el peregrino incansable: El es el primero que ha dejado su morada, en
el seno del Padre, y ha bajado hasta nosotros, cumpliendo el éxodo eterno de
nuestra salvación y liberación. El conoce todos los caminos, todos los
recorridos de la experiencia humana, ningún trecho del camino le queda
escondido o imposible de andar. Por esto nos puede invitar también a nosotros a
andar, a movernos, a atravesar, a ponernos en una situación continua de éxodo,
es decir, de “salida de nosotros mismos”. Para que podamos por fin
llegar con El, de este mundo al Padre.
Entrando en una aldea: entrar es ingresar en lo profundo, lo cual implica compartir y
participar. Entra en la casa de Simón, el leproso (4, 38), en la casa del
fariseo (7, 36 y 11, 37), luego en la casa del jefe de la sinagoga (8, 51) y de
Zaqueo el publicano (19, 7). Entra continuamente en la historia del hombre y
participa, come junto con él, sufre, llora y goza, compartiendo todo. Basta
abrirle, como El mismo nos dice (Ap 3, 20) y dejarlo entrar, para que se quede
(Lc 24, 29).
Diez leprosos: “El afectado por la
lepra llevará los vestidos rasgados, se cubrirá hasta el bigote e irá
despeinado gritando: ¡Impuro! Impuro! Todo el tiempo que dure la llaga,
quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su
morada” (Lev 13, 45-46). Así que entiendo que el leproso es una persona que ha
recibido golpes y heridas. Es uno que no puede rendir culto a Dios, no puede
entrar en el templo, ni tocar las cosas santas. Es por ello que los diez
leprosos van al encuentro de Jesús, se detienen lejos de El, gritándole su
dolor, su desesperación.
¡Jesús maestro!: Es
estupenda esta exclamación de los leprosos, esta oración. En primer lugar todos
llaman al Señor por su nombre, como se hace entre amigos. Después de ellos,
solamente el ciego de Jericó (Lc 18, 38) y el ladrón en la cruz (Lc 23, 42)
repetirán esta invocación con la misma familiaridad, con el mismo amor:
Volvió atrás: No es un simple
movimiento físico, un cambio de dirección y de sentido, sino que más bien es un
verdadero y profundo vuelco interior. Es cambiar una cosa por otra (Ap 11, 6);
es volver a casa (Lc 1, 56; 2, 43), tras haberse alejado, como ha hecho el hijo
pródigo, perdido en el pecado. Así hace este leproso: cambia su enfermedad en
bendición, su extrañeza y lejanía de Dios en amistad, en relación de intimidad,
como ocurre entre un padre y un hijo. Cambia, porque se deja cambiar por Jesús,
se deja alcanzar por su amor.
Para agradecerle: Estupendo
este verbo, en todos los idiomas, pero en particular en griego, porque encierra
el significado de “eucaristía”. Sí, es así: el leproso ‘¡hace eucaristía’!
Se sienta a la mesa de la misericordia, recibe el pan y el vino del amor
gratuito, de la salvación, del perdón, de la vida nueva; y por fin puede entrar
de nuevo en el templo y participar en la liturgia, en el culto. Por fin puede
rezar, acercándose a Dios con total confianza. Ya no tiene que cubrirse la
boca, sino que puede cantar y alabar a Dios, puede sonreír abiertamente; puede
acercarse a Jesús y besarle, como un amigo hace con el amigo.
!Levántate y anda!: Es
la invitación de Jesús, del Señor. ¡Levántate, es decir ‘Resucita!’. Es
la vida nueva después de la muerte, el día tras la noche. También para Saulo,
por el camino de Damasco, resuena esta invitación, este mandamiento de amor:
“Resucita!” (Hc 22, 10. 16) y ha nacido de nuevo, de las entrañas del Espíritu
Santo; ha vuelto a ver, ha empezado a comer, ha recibido el bautismo y el nuevo
nombre. Su lepra había desaparecido.
Tu fe te ha salvado: Releo
esta expresión de Jesús, la escucho en sus diálogos con las personas que
encuentra, con la pecadora, con la hemorroisa, con el ciego…
● Jesús volviéndose, la vio y dijo: «Animo, hija, tu fe te ha salvado». Y en aquel instante la mujer se sanó (Mt 9, 22; Lc 8, 48).
● Y Jesús le dice: «Tu fe te ha salvado». E inmediatamente la mujer recobró la vista y lo siguió por el camino (Mc 10, 52).
● El dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado: vete en paz» (Lc 7, 50).
● Y Jesús le dijo: «¡Recobra la vista! Tu fe te ha salvado» (Lc 18, 42).
● Jesús volviéndose, la vio y dijo: «Animo, hija, tu fe te ha salvado». Y en aquel instante la mujer se sanó (Mt 9, 22; Lc 8, 48).
● Y Jesús le dice: «Tu fe te ha salvado». E inmediatamente la mujer recobró la vista y lo siguió por el camino (Mc 10, 52).
● El dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado: vete en paz» (Lc 7, 50).
● Y Jesús le dijo: «¡Recobra la vista! Tu fe te ha salvado» (Lc 18, 42).
Entonces, rezo yo también digo: “¡Señor, aumenta mi fe!” “Ayúdame en mi
falta de fe!”.
REZO LA PALABRA (Oratio)
confronto con mi vida:
Señor, sé que en el número de aquellos leprosos, de aquellos enfermos,
estoy yo también y sé que tú me estás esperando, para que yo vuelva, lleno de
gozo, a hacer Eucaristía con te, en tu amor misericordioso. Te pido todavía la
luz de tu Espíritu para poder ver con claridad, para dejarme conocer y cambiar
por ti. Heme aquí, abro mi corazón, mi vida, ante ti… mírame, interrógame,
sáname.
e intento plantearme y responder algunas preguntas:
* ¿Cómo es mi relación con El? ¿Procuro llamarle por su
nombre, como han hecho los leprosos, aunque de lejos, pero con toda la
fuerza de su fe? ¿Por qué no empiezo a repetir el nombre de Jesús en mi
corazón, luego quizás sobre mis labios, como una oración o como un canto?
Podría hacerme compañía mientras voy al trabajo, mientras ando, mientras hago
esto o aquello…
* ¿Tengo el valor de poner al descubierto mi mal, mi pecado, que son mi verdadera enfermedad? Jesús invita a
los diez leprosos a que vayan donde los sacerdotes, según la ley hebrea, pero
para mí también hoy es importante, indispensable, dar este paso:
contarme, arrojar luz sobre aquello que me hace daño
internamente y que me impide ser sereno, feliz, estar en paz. Si no es ante el
sacerdote, por lo menos es necesario que me ponga ante el Señor, cara a cara
con El, sin máscaras, sin escondites, y que le diga toda la verdad sobre mí.
Solamente así será posible ser verdaderamente curado.
*¿Logro reconocer todo el bien
que el Señor ha hecho a mi vida? O '¿sigo quejándome, esperando siempre algo
más, recriminando, protestando, amenazando? ¿Sé decir realmente gracias con
sinceridad, con gratitud, convencido/a de que he recibido todo, que el Señor me
da siempre el céntuplo? Sería realmente estupendo tomarme un poco de tiempo
para agradecer todos los beneficios que El ha derramado en mi vida, desde que
tengo memoria hasta ahora. Pienso que no podría terminar, porque pensaría
siempre en algo más. Así que no me queda más remedio que hacer como el leproso,
el único de entre los diez: volver atrás, correr hasta el Señor y echarme a sus
pies, alabando a Dios a gran voz. Puedo hacerlo cantando un canto, o solamente
repitiendo mi agradecimiento, o quizás llorando de alegría.
* Y ahora escucho la invitación de Jesús: “Levántate y anda”.
Después de esta experiencia no puede quedarme parado/a, encerrarme en mi mundo,
en mi tranquila “burbuja” y olvidarme de todos. Tengo que levantarme, salir
fuera, ponerme en camino. Si el Señor me ha beneficiado, es para que yo lleve
su amor a mis hermanos y hermanas. El gozo del encuentro con El y de la
curación del alma no será verdadera si no la compartimos y si no la ponemos al
servicio de los demás. Me basta un momento, para pensar en tantos amigos/as,
personas más o menos cercanas que necesitan un poco de gozo y de esperanza. Puedo
llamar por teléfono, puedo enviar un mensaje, escribir aunque fuera una
tarjeta, o puede ir a ver a alguien, hacerle compañía un rato, y encontrar el
valor de anunciar la belleza y el gozo de tener a Jesús como amigo, como
médico, como salvador. Este es el momento.
Termino Rezano con un salmo y proponiéndome un compromiso para la semana.
Dichoso el hombre a quien el SEÑOR
no le imputa delito,
y no hay fraude en su interior.
Guardaba silencio y se consumía mi cuerpo,
cansado de gemir todo el día,
Reconocí mi pecado
y no te oculté mi culpa;
me dije: «Confesaré
aL SEÑOR mis rebeldías».
Y tú absolviste mi culpa,
perdonaste mi pecado.
no le imputa delito,
y no hay fraude en su interior.
Guardaba silencio y se consumía mi cuerpo,
cansado de gemir todo el día,
Reconocí mi pecado
y no te oculté mi culpa;
me dije: «Confesaré
aL SEÑOR mis rebeldías».
Y tú absolviste mi culpa,
perdonaste mi pecado.
Por eso, quien te ama te suplica
llegada la hora de la angustia.
Y aunque aguas caudalosas se desborden
jamás le alcanzarán.
Tú eres mi cobijo,
me guardas de la angustia,
me rodeas para salvarme.
llegada la hora de la angustia.
Y aunque aguas caudalosas se desborden
jamás le alcanzarán.
Tú eres mi cobijo,
me guardas de la angustia,
me rodeas para salvarme.
«Voy a
instruirte, a mostrarte el camino a seguir;
sin quitarte los ojos de encima, seré tu consejero».
¡Alegraos en EL SEÑOR, justos, exultad,
gritad de gozo los de recto corazón!
sin quitarte los ojos de encima, seré tu consejero».
¡Alegraos en EL SEÑOR, justos, exultad,
gritad de gozo los de recto corazón!
12 octubre 2013,
sábado. XXVII semana Tiempo ordinario
Comentario de sor María Pía Giudici
La voz de un gran monje
Debemos
hacer lo que nos pide la Palabra de Dios, esto es, pararnos a leerla y a
meditarla, rezar al Señor para que venga en ayuda de nuestra debilidad, de modo
que podamos realizar cuanto la Palabra nos pide vivir. Guido el
Cartujo
11 octubre, VIERNES, 27 semana del tiempo ordinario
de la profecía de Joel 1,13-15; 2,1-2
Vestíos de luto y haced duelo, sacerdotes; llorad, ministros del altar; venid a dormir en esteras, ministros de Dios, porque faltan en el templo del Señor ofrenda y libación. Proclamad el ayuno, congregad la asamblea, reunid a los ancianos, a todos los habitantes de la tierra, en el templo del Señor, nuestro Dios, y clamad al Señor. ¡Ay de este día! Que está cerca el día del Señor, vendrá como azote del Dios de las montañas. Tocad la trompeta en Sión, gritad en mi monte santo, tiemblen los habitantes del país, que viene, ya está cerca, el día del Señor. Día de oscuridad y tinieblas, día de nube y nubarrón; como negrura extendida sobre los montes, una horda numerosa y espesa; como ella no la hubo jamás, después de ella no se repetirá, por muchas generaciones.
Evangelio según san Lucas 11,15-26
En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:«Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.»
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo.
Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: "Volveré a la casa de donde salí." Al volver, se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.»
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo.
Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: "Volveré a la casa de donde salí." Al volver, se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.»
¿Cómo vivir esta Palabra?
Expulsar el mal de uno mismo y del mundo. Jesús expulsa los demonios, es decir, el mal donde Él entra retrocede. Pero está presente la incomprensión de la gente. "Nunca llueve a gusto de todos" dice la sabiduría popular y así es. Incluso el bien puede ser malinterpretados.
Tenemos que seguir esa "batalla" contra el mal que hay en nosotros y en nuestro mundo.
En uno mismo. San Pablo nos hace ver de un modo más dramático esta división: “por cuanto no hago el bien que quiero, antes bien el mal que no quiero”. Jesús nos quiere ayudar a superar nuestras divisiones para que lleguemos a ser uno con Él. Ya que la división y la dispersión no proviene de Dios.
Nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro corazón, deben estar plenos para el bien y no perder tiempo en cosas inútiles
El dedo de Dios es una forma simbólica de decir, su fuerza, su poder, con ello podemos decir que ha llegado el reino de Dios. Jesús es el instrumento de la obra salvadora de Dios.
Nos deja unas armas de paz para poder echar fuera de nosotros tantos demonios, tanto mal y lo haremos teniendo una oración profunda, intensiva, una oración constante sin pausa ninguna. Profundizar en la palabra de Dios, hacerla vida, y dar vida con ella.
La voz del CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2 Co 3, 3). El himno Veni Creator invoca al Espíritu Santo como dextrae Dei Tu digitus ("dedo de la diestra del Padre").
10 octubre, Jueves, 27 semana del tiempo ordinario
En uno mismo. San Pablo nos hace ver de un modo más dramático esta división: “por cuanto no hago el bien que quiero, antes bien el mal que no quiero”. Jesús nos quiere ayudar a superar nuestras divisiones para que lleguemos a ser uno con Él. Ya que la división y la dispersión no proviene de Dios.
Nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro corazón, deben estar plenos para el bien y no perder tiempo en cosas inútiles
El dedo de Dios es una forma simbólica de decir, su fuerza, su poder, con ello podemos decir que ha llegado el reino de Dios. Jesús es el instrumento de la obra salvadora de Dios.
Nos deja unas armas de paz para poder echar fuera de nosotros tantos demonios, tanto mal y lo haremos teniendo una oración profunda, intensiva, una oración constante sin pausa ninguna. Profundizar en la palabra de Dios, hacerla vida, y dar vida con ella.
La voz del CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2 Co 3, 3). El himno Veni Creator invoca al Espíritu Santo como dextrae Dei Tu digitus ("dedo de la diestra del Padre").
10 octubre, Jueves, 27 semana del tiempo ordinario
Malaquías 3, 13 – 4,2ª
«Vuestros discursos son arrogantes contra mí –oráculo del Señor–. Vosotros objetáis: "¿Cómo es que hablamos arrogantemente?" Porque decís: "No vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?; ¿para qué andamos enlutados en presencia del Señor de los ejércitos? Al contrario: nos parecen dichosos los malvados; a los impíos les va bien; tientan a Dios, y quedan impunes." Entonces los hombres religiosos hablaron entre sí: "El Señor atendió y los escuchó." Ante él se escribía un libro de memorias a favor de los hombres religiosos que honran su nombre. Me pertenecen –dice el Señor de los ejércitos– como bien propio, el dia que yo preparo. Me compadeceré de ellos, como un padre se compadece del hijo que lo sirve. Entonces veréis la diferencia entre justos e impíos, entre los que sirven a Dios y los que no lo sirven. Porque mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir –dice el Señor de los ejércitos–, y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.»
evangelio según san Lucas 11,5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»
¿Cómo vivir esta Palabra?
A veces, mas veces de las que quisieramos, pedimos y lo que pedimos no parece que nos sea concedido. Esta es una "crisis" que también aparece en la reflexión del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. ¿Dónde está Dios o qué hace porque a los buenos y a los que le reza, les va mal la vida y a los que no rezan ni le tienen en cuenta hasta parece que les va mejor?
Paciencia, dice la Escritura Antigua, que nada queda olvidado de Dios y por eso echan mano de la imagen del libro donde todo está escrito y a su tiempo saldrá a la luz todo. Pero claro, a cada uno le inquieta su propio día, su ahora y el cansarse de pedir. Asi san Lucas pone en guardia contra esta "desesperación" y nos transmite la Buena Noticia de que Jesús asegura que Dios no se olvida de sus hijos e hijas, que nos fiemos aunque no veamos los resultados deseados o pedidos, porque hay un regalo más grande: el Espíritu Santo que guía la historia y ya nos está concedido. Con él podremos salvar lo que parece insalvable; con Él se abre paso la luz en las tienieblas; con Él experimentamos el consuelo en las penas. Él trae la novedad de Dios, que siempre cumple sus promesas y rebasa lo esperado.
La experiencia de María es prueba para todos; lo esperó todo del Señor y lo obtuvo. Y ahora nos auxilia a nosotros a seguir pidiendo, sin cansarnos, el mismo Espíritu que la llenó a ella.
LA VOZ DEL PAPA FRANCISCO
La novedad que Dios trae a nuestra vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la verdadera alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere nuestro bien. Preguntémonos hoy: ¿Estamos abiertos a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?
9 octubre, Miércoles, 27 semana del tiempo ordinario
LA VOZ DEL PAPA FRANCISCO
La novedad que Dios trae a nuestra vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la verdadera alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere nuestro bien. Preguntémonos hoy: ¿Estamos abiertos a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?
9 octubre, Miércoles, 27 semana del tiempo ordinario
Jonás 4,1-11
Jonás sintió un disgusto enorme y estaba irritado. Oró al Señor en estos términos: «Señor, ¿no es esto lo que me temía yo en mi tierra? Por eso me adelanté a huir a Tarsis, porque sé que eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, que te arrepientes de las amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir.»
Respondióle el Señor: «¿Y tienes tú derecho a irritarte?»
Jonás había salido de la ciudad, y estaba sentado al oriente. Allí se habla hecho una choza y se sentaba a la sombra, esperando el destíno de la ciudad. Entonces hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra y resguardarle del ardor del sol. Jonás se alegró mucho de aquel ricino. Pero el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al ricino, que se secó. Y, cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer.
Deseó Jonás morir, y dijo: «Más me vale morir que vivir.»
Respondió el Señor a Jonás: «¿Crees que tienes derecho a irritarte por el ricino?»
Contestó él: «Con razón siento un disgusto mortal.»
Respondióle el Señor: «Tú te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la derecha de la izquierda, y gran cantidad de ganado?»
Respondióle el Señor: «¿Y tienes tú derecho a irritarte?»
Jonás había salido de la ciudad, y estaba sentado al oriente. Allí se habla hecho una choza y se sentaba a la sombra, esperando el destíno de la ciudad. Entonces hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra y resguardarle del ardor del sol. Jonás se alegró mucho de aquel ricino. Pero el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al ricino, que se secó. Y, cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer.
Deseó Jonás morir, y dijo: «Más me vale morir que vivir.»
Respondió el Señor a Jonás: «¿Crees que tienes derecho a irritarte por el ricino?»
Contestó él: «Con razón siento un disgusto mortal.»
Respondióle el Señor: «Tú te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la derecha de la izquierda, y gran cantidad de ganado?»
evangelio según san Lucas 11,1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»
¿Cómo vivir esta Palabra?
No enfadarse porque las cosas "no salen" como nosotros esperábamos y menos aún por envidia. Jonás muestra su disgusto por la conversión de Nínive, ciudad no judía sino gentil. Sabe que Dios es “compasivo y misericordioso”, pero se le revuelven las tripas al ver que los habitantes de Nínive, se han arrepentido y Dios les ha perdonado. Él prefería que Dios les castigase por su mala conducta. No se siente bien ante la conducta amorosa de Dios con los gentiles ninivitas: “Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir”. Pero también Yahvé es misericordioso con su profeta y le brinda una lección de amor a través de la parábola del ricino. Jonás se lamenta de la suerte del ricino que le cobijaba pero que no es suyo, y Dios le replica que cómo va a quedarse impasible ante lo que es suyo, “la gran ciudad de Nínive donde habitan más de veinte mil hombres”… la humanidad que él ha creado y redimido. Nuestro Dios siempre será “compasivo y misericordioso” ante cualquier hombre de cualquier tiempo, que es obra suya. Nosotros debemos imitar a Dios.
Recemos el Padre nuestro con un verdadero sentimiento de hijos/as de Dios ty hermanos/as de Jesús. Al dirigirnos a nuestro Dios, Jesús nos pide que lo hagamos de la misma manera que él lo hace, llamando Padre a nuestro Dios. Nuestra realidad de hijos de Dios colorea toda nuestra relación con Él, colorea la expresión de nuestras peticiones, miedos, deseos, alegrías… ¡Qué distinta relación la de dirigirse a Dios o la de dirigirse a Dios nuestro Padre! Nuestra filiación nos hace entrar y vivir en un mundo totalmente distinto. Eso es lo que nos pide y enseña Jesús. En segundo lugar, también Jesús nos manda que nuestra oración a Dios Padre sea comunitaria. Las peticiones contenidas en esta oración son comunitarias y no individuales. Se pide para todos el pan, el perdón de nuestros pecados…
La voz de san Cipriano (siglo III)
Nuestro comportamiento debe ser de hijos de Dios, porque El se complace en nosotros, como nosotros nos complacemos en El. Conduzcámonos como templos de Dios (1Cor 3,16), y Dios permanecerá en nosotros.
8 octubre, MARTES, 27 semana del tiempo ordinario
La voz de san Cipriano (siglo III)
Nuestro comportamiento debe ser de hijos de Dios, porque El se complace en nosotros, como nosotros nos complacemos en El. Conduzcámonos como templos de Dios (1Cor 3,16), y Dios permanecerá en nosotros.
8 octubre, MARTES, 27 semana del tiempo ordinario
Jonás 3, 1-10
En aquellos días, el Señor volvió a hablar a Jonás y le dijo: «Levántate y vete a Nínive, la gran capital, para anunciar allí el mensaje que te voy a indicar».
Se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una ciudad enorme: hacían falta tres días para recorrerla.
Jonás caminó por la ciudad durante un día, pregonando: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida».
Los ninivitas creyeron en Dios: ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Llegó la noticia al rey de Nínive, que se levantó del trono, se quitó el manto, se vistió de sayal, se sentó sobre ceniza y en nombre suyo y de sus ministros mandó proclamar en Nínive el siguiente decreto: «Que hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban. Que todos se vistan de sayal e invoquen con fervor a Dios, y que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos».
Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles.
Se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una ciudad enorme: hacían falta tres días para recorrerla.
Jonás caminó por la ciudad durante un día, pregonando: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida».
Los ninivitas creyeron en Dios: ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Llegó la noticia al rey de Nínive, que se levantó del trono, se quitó el manto, se vistió de sayal, se sentó sobre ceniza y en nombre suyo y de sus ministros mandó proclamar en Nínive el siguiente decreto: «Que hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban. Que todos se vistan de sayal e invoquen con fervor a Dios, y que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos».
Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles.
Evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra.
Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: «Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude».
El Señor le respondió: «Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará.»
¿Cómo hacer vida esta Palabra?
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra.
Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: «Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude».
El Señor le respondió: «Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará.»
Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: «Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude».
El Señor le respondió: «Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará.»
¿Cómo hacer vida esta Palabra?
La figura de Jonás, a quien Dios envía a una ciudad enorme necesitad del mensaje de Dios es de mucha actualidad. Nínive la gran ciudad cuyos habitantes viven alejados de Dios, parece que no van a escuchar, pero he aquí que sí escuchan y se convierten, empezando por quien tenía la responsabilidad política y de gobierno de aquella gran urbe. Además con una llamada a la propia conversión personal de cada uno: que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Y el milagro ocurre. "Así no moriremos". Así renace la vida. Hoy el Señor nos envía como a Jonás a anunciar su mensaje. Es lo que toca al mensajero. El resto es misterio de libertad humana y don divino.
En el evangelio, Marta acoge al Señor en su casa, pero llega un momento en que "los árboles le impiden ver el bosque", es decir, la muchas tareas, precisamente porque el Señor está allí, le hacen perderse y agobiarse. Menos mal que se paró y se dirigió a él con confianza para decirle como estaba sintiéndose muy mal e incluso con quejas de su hermana. Jesús nos deja a través de esta situación concreta una revelación para sus discípulos y discípulas de todos los tiempos: el unum necessarium, Él mismo en persona. Si toca servir o estar a sus pies eso son "partes" pero ninguna sola es el TODO y UNO. Ciertamente es "más fatigoso" estar atareado, pero si no se pierde el norte que es Cristo se vive sabiendo que es "una parte" y que hay que compaginar con la "otra parte más reposada" de sentarse a los pies del Señor. Hay que ser contemplativos en la acción y activos en la contemplación. Una escucha auténtica del Señor te empuja a servir más y mejor. Un servicio bien hecho te lleva a contemplar la acción de Dios que actúa y sirve a través de ti.
La voz de Isabel de la Trinidad
Mantener la fuerza en el Señor, es hacer la unidad en todo su ser a través del silencio interior, es recoger todas sus fuerzas para ocuparlas únicamente en el ejercicio de amar; es tener esa mirada simple que permite que la luz se derrame.
(carmelita descalza (1880-1906))
La figura de Jonás, a quien Dios envía a una ciudad enorme necesitad del mensaje de Dios es de mucha actualidad. Nínive la gran ciudad cuyos habitantes viven alejados de Dios, parece que no van a escuchar, pero he aquí que sí escuchan y se convierten, empezando por quien tenía la responsabilidad política y de gobierno de aquella gran urbe. Además con una llamada a la propia conversión personal de cada uno: que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Y el milagro ocurre. "Así no moriremos". Así renace la vida. Hoy el Señor nos envía como a Jonás a anunciar su mensaje. Es lo que toca al mensajero. El resto es misterio de libertad humana y don divino.
En el evangelio, Marta acoge al Señor en su casa, pero llega un momento en que "los árboles le impiden ver el bosque", es decir, la muchas tareas, precisamente porque el Señor está allí, le hacen perderse y agobiarse. Menos mal que se paró y se dirigió a él con confianza para decirle como estaba sintiéndose muy mal e incluso con quejas de su hermana. Jesús nos deja a través de esta situación concreta una revelación para sus discípulos y discípulas de todos los tiempos: el unum necessarium, Él mismo en persona. Si toca servir o estar a sus pies eso son "partes" pero ninguna sola es el TODO y UNO. Ciertamente es "más fatigoso" estar atareado, pero si no se pierde el norte que es Cristo se vive sabiendo que es "una parte" y que hay que compaginar con la "otra parte más reposada" de sentarse a los pies del Señor. Hay que ser contemplativos en la acción y activos en la contemplación. Una escucha auténtica del Señor te empuja a servir más y mejor. Un servicio bien hecho te lleva a contemplar la acción de Dios que actúa y sirve a través de ti.
La voz de Isabel de la Trinidad
Mantener la fuerza en el Señor, es hacer la unidad en todo su ser a través del silencio interior, es recoger todas sus fuerzas para ocuparlas únicamente en el ejercicio de amar; es tener esa mirada simple que permite que la luz se derrame.
(carmelita descalza (1880-1906))
7 octubre, LUNES, 27 semana del tiempo ordinario
Día del Rosario
7 octubre, LUNES, 27 semana del tiempo ordinario
Día del Rosario
Jonás 1,1–2,1.11:
Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: -«Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: "Su maldad ha llegado hasta mí."» Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente.
El capitán se le acercó y le dijo: «¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos.»
Y decían unos a otros: «Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad.»
Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: «Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?»
Él les contestó: «Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme.»
Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: «¿Qué has hecho?» Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado.
Entonces le preguntaron: «¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?» Porque el mar seguía embraveciéndose.
Él contestó: «Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta.»
Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres.»
Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.
El capitán se le acercó y le dijo: «¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos.»
Y decían unos a otros: «Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad.»
Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: «Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?»
Él les contestó: «Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme.»
Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: «¿Qué has hecho?» Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado.
Entonces le preguntaron: «¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?» Porque el mar seguía embraveciéndose.
Él contestó: «Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta.»
Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres.»
Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.
evangelio según san Lucas 10,25-37:
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»
Vive la Palabra
Dios llama a Jonás que escucha su voz pero, lejos de obedecer quiere alejarse de Él, cree, pero no quiere oír, desoye la voz de Dios, sigue otro camino para no comprometerse; a pesar de ello, irá donde no quería. Jesús anunciará su resurrección haciendo alusión al tiempo que Jonás pasó en el vientre de la ballena.
La parábola del Buen Samaritano recuerda la esencia de la Ley: El Amor. El escriba lo sabe en teoría, pero lo importante está en hacer vida ese amor, en continua donación y entrega a los demás, como el Buen Samaritano. El prójimo es quien te necesita, aunque no lo conozcas.
Y hoy es el día del Rosario. Fe, y Amor junto con la Esperanza, son las virtudes teologales, que contemplamos en María a lo largo del rezo del rosario.
Miremos a María. Ella escucha, cree y responde a Dios con un Sí incondicional; espera el cumplimiento del anuncio del ángel. No sólo escucha la Palabra, la hace suya, la guarda en su corazón y la hace vida, dándonos a Jesús, su mayor amor, su hijo e Hijo de Dios.
Escuchó a Jesús durante su vida pública cuando anunciaba el Reino. Acompañó a Jesús hasta el calvario, uniendo su dolor al de Cristo que se entrega por amor; en el calvario nos recibió como hijos, en el momento en que Jesús se la entrega a Juan por madre María es Madre de todos los creyentes.
Cuando todos dudaban ante la muerte de Jesús, María, esperó contra toda esperanza. Y su esperanza fue cumplida: Cristo resucitó y venció a la muerte, con Él triunfa la humanidad entera. Jesús promete nuestra resurrección futura. No olvidemos, las promesas de Dios se cumplen siempre.
María, está junto a los apóstoles en el momento que reciben la fuerza del Espíritu Santo. Éste seguirá actuando en los fieles hasta el fin de los tiempos.
Por su total entrega, María es coronada como reina de cielos y tierra.
Recordemos las palabras de Benedicto XVI: “El Rosario es oración contemplativa y Cristo-céntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura”.
¡Feliz día del Rosario!
6 octubre, DOMINGO, XXVII del tiempo ordinario
Dios llama a Jonás que escucha su voz pero, lejos de obedecer quiere alejarse de Él, cree, pero no quiere oír, desoye la voz de Dios, sigue otro camino para no comprometerse; a pesar de ello, irá donde no quería. Jesús anunciará su resurrección haciendo alusión al tiempo que Jonás pasó en el vientre de la ballena.
La parábola del Buen Samaritano recuerda la esencia de la Ley: El Amor. El escriba lo sabe en teoría, pero lo importante está en hacer vida ese amor, en continua donación y entrega a los demás, como el Buen Samaritano. El prójimo es quien te necesita, aunque no lo conozcas.
Y hoy es el día del Rosario. Fe, y Amor junto con la Esperanza, son las virtudes teologales, que contemplamos en María a lo largo del rezo del rosario.
Miremos a María. Ella escucha, cree y responde a Dios con un Sí incondicional; espera el cumplimiento del anuncio del ángel. No sólo escucha la Palabra, la hace suya, la guarda en su corazón y la hace vida, dándonos a Jesús, su mayor amor, su hijo e Hijo de Dios.
Escuchó a Jesús durante su vida pública cuando anunciaba el Reino. Acompañó a Jesús hasta el calvario, uniendo su dolor al de Cristo que se entrega por amor; en el calvario nos recibió como hijos, en el momento en que Jesús se la entrega a Juan por madre María es Madre de todos los creyentes.
Cuando todos dudaban ante la muerte de Jesús, María, esperó contra toda esperanza. Y su esperanza fue cumplida: Cristo resucitó y venció a la muerte, con Él triunfa la humanidad entera. Jesús promete nuestra resurrección futura. No olvidemos, las promesas de Dios se cumplen siempre.
María, está junto a los apóstoles en el momento que reciben la fuerza del Espíritu Santo. Éste seguirá actuando en los fieles hasta el fin de los tiempos.
Por su total entrega, María es coronada como reina de cielos y tierra.
Recordemos las palabras de Benedicto XVI: “El Rosario es oración contemplativa y Cristo-céntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura”.
¡Feliz día del Rosario!
6 octubre, DOMINGO, XXVII del tiempo ordinario
del Profeta Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
¿Hasta cuándo clamaré, Señor,
sin que me escuches?
¿Te gritaré «Violencia»,
sin que me salves ?
¿Por qué me haces ver desgracias,
me muestras trabajos, violencias y catástrofes,
surgen luchas, se alzan contiendas?
El Señor me respondió así:
Escribe la visión, grábala en tablillas,
de modo que se lea de corrido.
La visión espera su momento,
se acerca su término y no fallará;
si tarda, espera,
porque ha de llegar sin retrasarse.
El injusto tiene el alma hinchada,
pero el justo vivirá por su fe.
sin que me escuches?
¿Te gritaré «Violencia»,
sin que me salves ?
¿Por qué me haces ver desgracias,
me muestras trabajos, violencias y catástrofes,
surgen luchas, se alzan contiendas?
El Señor me respondió así:
Escribe la visión, grábala en tablillas,
de modo que se lea de corrido.
La visión espera su momento,
se acerca su término y no fallará;
si tarda, espera,
porque ha de llegar sin retrasarse.
El injusto tiene el alma hinchada,
pero el justo vivirá por su fe.
Salmo 94 R. Escucharemos tu voz, Señor.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos. R.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto,
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R.
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos. R.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto,
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R.
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1, 6-8. 13-14
Querido hermano:
Aviva el fuego de la gracia de Dios
que recibiste cuando te impuse las manos;
porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde,
sino un espíritu de energía, amor y buen juicio.
No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor
y por mí, su prisionero.
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio
según las fuerzas que Dios te dé.
Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas,
y vive con fe y amor cristiano.
Guarda este tesoro
con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Evangelio según San Lucas 17, 5-10
Aviva el fuego de la gracia de Dios
que recibiste cuando te impuse las manos;
porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde,
sino un espíritu de energía, amor y buen juicio.
No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor
y por mí, su prisionero.
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio
según las fuerzas que Dios te dé.
Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas,
y vive con fe y amor cristiano.
Guarda este tesoro
con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Evangelio según San Lucas 17, 5-10
En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor:
–Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
–Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
¿SOMOS CREYENTES?
Jesús
les había repetido en diversas ocasiones: “¡Qué pequeña es vuestra fe!”. Los
discípulos no protestan. Saben que tiene razón. Llevan bastante tiempo junto a
él. Lo ven entregado totalmente al Proyecto de Dios; solo piensa en hacer el
bien; solo vive para hacer la vida de todos más digna y más humana. ¿Lo podrán
seguir hasta el final?
Según Lucas, en un momento determinado,
los discípulos le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe”. Sienten que su fe
es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le
entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante:
pedirle ayuda para que haga crecer su fe.
La crisis religiosa de nuestros días no
respeta ni si quiera a los practicantes. Nosotros hablamos de creyentes y no
creyentes, como si fueran dos grupos bien definidos: unos tienen fe, otros no.
En realidad, no es así. Casi siempre, en el corazón humano hay, a la vez, un
creyente y un no creyente. Por eso, también los que nos llamamos “cristianos” nos
hemos de preguntar: ¿Somos realmente creyentes? ¿Quién es Dios para nosotros?
¿Lo amamos? ¿Es él quien dirige nuestra vida?
La fe puede debilitarse en nosotros sin
que nunca nos haya asaltado una duda. Si no la cuidamos, puede irse diluyendo
poco a poco en nuestro interior para quedar reducida sencillamente a una
costumbre que no nos atrevemos a abandonar por si acaso. Distraídos por mil
cosas, ya no acertamos a comunicarnos con Dios. Vivimos prácticamente sin él.
¿Qué podemos hacer? En realidad, no se
necesitan grandes cosas. Es inútil que nos hagamos propósitos extraordinarios
pues seguramente no los vamos a cumplir. Lo primero es rezar como aquel
desconocido que un día se acercó a Jesús y le dijo: “Creo, Señor, pero ven en
ayuda de mi incredulidad”. Es bueno repetirlas con corazón sencillo.
Dios
nos entiende. El despertará nuestra fe.
No hemos de hablar con Dios como si
estuviera fuera de nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y
quedarnos en silencio para sentir y acoger su Presencia. Tampoco nos hemos de
entretener en pensar en él, como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en
lo íntimo de nuestro ser. Lo hemos de buscar en nuestro corazón.
Lo importante es insistir hasta tener
una primera experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si
un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados
por Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados
de él. Creer en Dios, es, antes que nada, confiar en el amor que nos tiene.(Jose A. Pagola)
LA VOZ DE UN JESUITA DEL SIGLO XVII
Encontrar la bondad de Dios tanto en las cosas más pequeñas y ordinarias como en las más grandes, es tener una fe nada común, sino grande y extraordinaria. Contentarse con el momento presente es saborear y adorar la voluntad de Dios en todo lo que hay que hacer y sufrir, en las cosas que por su sucesión constituyen el momento presente. Las almas sencillas, gracias a su fe viva, adoran a Dios en los momentos más humillantes; nada se esconde a su mirada de fe... Nada los desconcierta ni les disgusta.
María verá huir a los apóstoles, ella permanecerá firme al pie de la cruz y reconocerá a su Hijo desfigurado por las llagadas y los salivazos...La vida de fe no es otra cosa que seguir a Dios a través de todos los disfraces que parecen desfigurarlo, destruirlo, aniquilarlo. Esta es la vida de María que desde el establo hasta el Calvario permanece fiel a un Dios que es desconocido por todo el mundo, abandonado y perseguido. Del mismo modo, las almas de fe atraviesan una serie de muertes, de velos de sombras y de apariencias que hacen la voluntad de Dios irrecognoscible. Estas almas aman la voluntad de Dios hasta la muerte en cruz. Saben que hay que dejar atrás las sombras y correr hacia el sol divino. Desde la salida del sol hasta el ocaso, a pesar de las nubes oscuras y espesas que lo esconden, este sol irradia, calienta y abrasa a las almas fieles.
Juan Pedro de Caussade (1675-1751), jesuita
5 octubre 2013, sábado.
XXVI semana Tiempo ordinario
–Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
–Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
¿SOMOS CREYENTES?
Jesús
les había repetido en diversas ocasiones: “¡Qué pequeña es vuestra fe!”. Los
discípulos no protestan. Saben que tiene razón. Llevan bastante tiempo junto a
él. Lo ven entregado totalmente al Proyecto de Dios; solo piensa en hacer el
bien; solo vive para hacer la vida de todos más digna y más humana. ¿Lo podrán
seguir hasta el final?
Según Lucas, en un momento determinado,
los discípulos le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe”. Sienten que su fe
es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le
entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante:
pedirle ayuda para que haga crecer su fe.
La crisis religiosa de nuestros días no
respeta ni si quiera a los practicantes. Nosotros hablamos de creyentes y no
creyentes, como si fueran dos grupos bien definidos: unos tienen fe, otros no.
En realidad, no es así. Casi siempre, en el corazón humano hay, a la vez, un
creyente y un no creyente. Por eso, también los que nos llamamos “cristianos” nos
hemos de preguntar: ¿Somos realmente creyentes? ¿Quién es Dios para nosotros?
¿Lo amamos? ¿Es él quien dirige nuestra vida?
La fe puede debilitarse en nosotros sin
que nunca nos haya asaltado una duda. Si no la cuidamos, puede irse diluyendo
poco a poco en nuestro interior para quedar reducida sencillamente a una
costumbre que no nos atrevemos a abandonar por si acaso. Distraídos por mil
cosas, ya no acertamos a comunicarnos con Dios. Vivimos prácticamente sin él.
¿Qué podemos hacer? En realidad, no se
necesitan grandes cosas. Es inútil que nos hagamos propósitos extraordinarios
pues seguramente no los vamos a cumplir. Lo primero es rezar como aquel
desconocido que un día se acercó a Jesús y le dijo: “Creo, Señor, pero ven en
ayuda de mi incredulidad”. Es bueno repetirlas con corazón sencillo.
Dios
nos entiende. El despertará nuestra fe.
No hemos de hablar con Dios como si
estuviera fuera de nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y
quedarnos en silencio para sentir y acoger su Presencia. Tampoco nos hemos de
entretener en pensar en él, como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en
lo íntimo de nuestro ser. Lo hemos de buscar en nuestro corazón.
Lo importante es insistir hasta tener
una primera experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si
un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados
por Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados
de él. Creer en Dios, es, antes que nada, confiar en el amor que nos tiene.(Jose A. Pagola)
LA VOZ DE UN JESUITA DEL SIGLO XVII
Encontrar la bondad de Dios tanto en las cosas más pequeñas y ordinarias como en las más grandes, es tener una fe nada común, sino grande y extraordinaria. Contentarse con el momento presente es saborear y adorar la voluntad de Dios en todo lo que hay que hacer y sufrir, en las cosas que por su sucesión constituyen el momento presente. Las almas sencillas, gracias a su fe viva, adoran a Dios en los momentos más humillantes; nada se esconde a su mirada de fe... Nada los desconcierta ni les disgusta.
María verá huir a los apóstoles, ella permanecerá firme al pie de la cruz y reconocerá a su Hijo desfigurado por las llagadas y los salivazos...La vida de fe no es otra cosa que seguir a Dios a través de todos los disfraces que parecen desfigurarlo, destruirlo, aniquilarlo. Esta es la vida de María que desde el establo hasta el Calvario permanece fiel a un Dios que es desconocido por todo el mundo, abandonado y perseguido. Del mismo modo, las almas de fe atraviesan una serie de muertes, de velos de sombras y de apariencias que hacen la voluntad de Dios irrecognoscible. Estas almas aman la voluntad de Dios hasta la muerte en cruz. Saben que hay que dejar atrás las sombras y correr hacia el sol divino. Desde la salida del sol hasta el ocaso, a pesar de las nubes oscuras y espesas que lo esconden, este sol irradia, calienta y abrasa a las almas fieles.
Juan Pedro de Caussade (1675-1751), jesuita
Deuteronomio 8, 7-18:
Habló Moisés al pueblo, diciendo: -«Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y veneros que manan en el monte y la llanura, tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel, tierra en que no comerás tasado el pan, en que no carecerás de nada, tierra que lleva hierro en sus rocas, y de cuyos montes sacarás cobre, entonces comerás hasta hartarte, y bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado.
Pero cuidado, no te olvides del Señor, tu Dios, siendo infiel a los preceptos, mandatos y decretos que yo te mando hoy.
No sea que, cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites, cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro, y abundes de todo, te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres, para afligirte y probarte, y para hacerte el bien al final.
Y no digas: “Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas. “ Acuérdate del Señor, tu Dios: que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres, como lo hace hoy.»
Pero cuidado, no te olvides del Señor, tu Dios, siendo infiel a los preceptos, mandatos y decretos que yo te mando hoy.
No sea que, cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites, cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro, y abundes de todo, te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres, para afligirte y probarte, y para hacerte el bien al final.
Y no digas: “Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas. “ Acuérdate del Señor, tu Dios: que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres, como lo hace hoy.»
Salmo: 1 Cro 29, 10. R. Tú eres Señor del universo.
Tuyos son, Señor,
la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. R.
Tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria. R.
Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos. R.
la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. R.
Tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria. R.
Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos. R.
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 17-21
Hermanos:
El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
evangelio según san Mateo 7, 7-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!»
Hagamos vida esta Palabra
Los discípulos
volvieron de su misión muy entusiasmados; habían visto signos inequívocos del poder de Dios, habían visto al mal
obedecerlos. Estaban colmados de alegría
por el éxito de su trabajo y por haber
puesto en acto los poderes recibidos del Señor.
También Jesús exulta
pero “en el Espíritu”, también Él alaba pero por la predilección que su Padre
tiene por los pequeños. Su alegría se
apoya sobre aquel invisible que sólo la
fe ve, sobre las promesas del Padre a las que da crédito sólo quien es capaz de
esperanza. Es la alegría de raíces más profundas.
Jesús pide también a
los suyos reflexionar más profundamente sobre
las raíces de su alegría y les dice: “Estad
alegres porque vuestros nombres están inscritos n el cielo.[…] Dichosos los
ojos que ven lo que vosotros veis”. Alegraos
porque mi Padre no olvida ninguno de vuestros nombres, ninguna de vuestras
vidas. Reconoceos dichosos porque
vuestros ojos y vuestros oídos pueden llenarse de aquellas palabras y de aquellas imágenes
por las que tantos suspiraron y nunca encontraron. Eran reyes y profetas pero esto no les bastó para que el Padre les revelase su Reino.
¿Por qué ser
agradecidos, por qué dar gracias? Por todo, por todo bien, visible e invisible,
por todo don, pero siempre y sobre todo por esto por lo que Jesús goza, por
esto por lo que Él mismo alaba. Beberemos así
de ríos cársicos, abundantes, depósitos de la alegría que no se extingue, aunque a veces parecen
escondidos e inaccesibles
Señor,
hazme encontrar la alegría en las cosas
pequeñas y grandes, pero sobre todo
haz que la descubra donde la ves Tú, donde la vives Tú.
La voz de un teólogo santo
Quien
tiene fe ve con los ojos de Dios. Santo Tomás de Aquino
-«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!»
4 octubre, VIERNES, 26 semana del tiempo ordinario
del libro de Baruc 1,15-22:
Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo, y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los judíos y vecinos de Jerusalén, a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros padres; porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso, desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el Señor nos había dado. Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios, hemos rehusado obedecerle. Por eso, nos persiguen ahora las desgracias y la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados, los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos, sirviendo a dioses ajenos y haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba.
Salmo 78 R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre
Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.
Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.
No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
evangelio según san Lucas 10,13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafárnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.»
Hagamos vida la Palabra como María
Hoy viernes las dos lecturas tienen un fuerte carácter penitencial. El profeta Baruc nos ofrece una oración y el Evangelio el reproche de Jesús sobre las ciudades donde había realizado milagros. Y es totalmente comprensible el lamento y las palabras de Jesús ante la falta de conversión.
Nuestra conversión, no es sólo para el tiempo de Cuaresma. Cada día se nos da una oportunidad nueva de situarnos ante la vida como Dios quiere que la vivamos. Y alguno de estos días será el último. Sin darnos cuenta o pensarlo, los días pasan y, a veces, hasta nosotros mismos "tiramos la toalla" y dejamos lo buenos propósitos. De forma muy sútil se puede ir bajando los niveles de esfuerzo, uno se va acomodando y la conciencia se va haciendo laxa, dejada. Se acalla la voz que nos recuerda que estamos instalado en la mediocridad y solo queda una sensación de que no estamos bien, pero vamos tirando...
Naturalmente no estamos contentos con nosotros mismos, pero vamos "retrasando" nuestra conversión. Don Bosco decía a los jóvenes que no había que retrasar la conversión y supo ilusionarlos con el ideal de la santidad. El concilio Vaticano II nos ha recordado que la santidad es para todos y hemos de caminar en esa dirección.
Hoy celebramos a San Francisco de Asís, que también sintió la pesadumbre de tenerlo todo y no tener lo esencial. Fue capaz de dejar lo que le alejaba de la verdadera alegría y lanzarse a vivir el Evangelio sin glosa. Leía y ponía en práctica. Escucho la voz del Señor "Repara mi casa" y ... despues de siglos ahí está como signo para todos, de que se puede vivir siguiendo al Señor con radicalidad, en santidad. ¿Qué te está pidiendo Dios y tu retrasando?
Que san Francisco interceda por nosotros y nosotros lo imitemos como él imitó a Cristo.
LA VOZ DE SAN FRANCISCO DE ASIS
"Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible."
3 octubre, JUEVES, 26 semana del tiempo ordinario
Nehemías 8, 1-4ª. 5-6. 7b-12.
En aquellos días, todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua y pidió a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. El sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día primero del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo –pues se hallaba en un puesto elevado– y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie.Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: -«Amén, amén.»
Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas explicaron la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura.
Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.»
Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley.
Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.»
Los levitas acallaban al pueblo, diciendo: «Silencio, que es un día santo; no estéis tristes.»
El pueblo se fue, comió, bebió, envió porciones y organizó una gran fiesta, porque había comprendido lo que le habían explicado.
Salmo 18 R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón
La ley del Señor es perfectay es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.
Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R/.
evangelio según san Lucas 10, 1-12
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios." Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»
Haz vida la Palabra como María
En la primera lectura aparecen Esdras y Nehemías; entre dos dan al pueblo la Ley del Señor. Cada uno con su papel uno impulsa la reconstrucción moral y religiosa, otro, Nehemías, lidera la reconstrucción física. La asamblea del pueblo asiste a la solemne lectura de la Ley, gesto que pone de relieve que el texto de la Ley es asumido como norma de vida y organización social. Israel, así, se autoafirma como una sociedad teocrática, en la que Yahvé es el líder del pueblo y la Ley dada a Moisés es el cuerpo legislativo de tal sociedad. Se subraya la necesaria postura de los creyentes: estupenda acogida y atenta escucha de la Palabra de Dios, quien los tomó en su día como propiedad y pueblo elegido. Hacen fiesta porque han entendido que Dios los ama y está y estará siempre con ellos.
En el evangelio se repite que la misión no la lleva a cabo uno solo. Jesús envía de dos en dos. Y les pide que pidan al Padre que envíe trabajadores para la abundante mies. Lo primero es "rogad" cuando se ve tanto trabajo y pocos para hacerlo. Y lo que tienen que anunciar y hacer presente es el Reino de Dios. No tienen sólo que anunciar.
Si el mensaje de Jesús fuera algo que pudiera hacer sólo uno, bastaría haber enviado a uno con el mensaje para leerlo en la plaza del pueblo, como hacían los mensajeros antiguos. La buena noticia de Jesús no es algo para ser leido por uno, sino un acontecimiento a hacer presente, por lo menos, entre dos (donde están 2 o 3 reunidos en mi nombre allí estoy Yo en medio de vosotros).
Es el misterio de la comunidad-misión. La comunidad es para la misión y la misión necesita una comunidad porque el Reino se hace visible en la fraternidad de los hermanos que ya viven lo que anuncian. Anuncian el Reinado del Amor haciendo visible la familia humana cuyo Padre es Dios.
¿cómo vivo esta cercanía del Reino de Dios en mi vida con mis hermanos/as?
¿cómo vivo el "rogad al dueño de la mies"?
La tarea es abundante; los trabajadores pocos. La instrucción de Jesús no se centra en los resultados, sino en las personas que colaboran con Él. En el cumplimiento de la misión no van a faltar dificultades. Lo importante, sin embargo, es que los discípulos no pierdan la alegría que el Señor les confía. En las palabras de Jesucristo encontramos la manera de afrontar una misión que, a pesar de ser desbordante, protege la alegría en el corazón del discípulo.
Jesús envía de dos en dos. La tarea evangelizadora nunca es empresa de solitarios. Es misión de comunión y para la comunión. La concordia de los enviados es ya palabra que evangeliza. La carga del misionero es siempre carga compartida. Los discípulos se ponen en camino sabiendo que luego llegará el Señor. Jesucristo envía sin desentenderse de aquellos a los que envía. La misión, en realidad, consiste en llevar a otros a Él. La suerte del Maestro será la del discípulo. La instrucción a los enviados desvela la manera en que el mismo Cristo lleva a cabo su misión. La primera palabra previene frente a la hostilidad. El discípulo ya cuenta con el rechazo: cuando éste aparece, lejos de retroceder, se ve afianzado en las palabras de su Maestro. A los ojos del mundo, el misionero aparece indefenso -como cordero en medio de lobos- y carente del apoyo de los recursos de este mundo -sin bolsa, alforja o sandalias-, pero el Señor ha puesto en él la fuerza de su palabra, capaz de construir la paz y de curar a los enfermos. El trabajador merece hogar para su descanso, refrigerio para reparar las fuerzas y alimento para su sustento. Pero nada de eso puede ser el fin de la misión. La paz será la señal: dada y recibida garantizará la llegada del Reino; rechazada, anticipará la ruina de una vida sin Dios.
LA VOZ DE BENEDICTO XVI:
Quisiera invitar a todos los fieles a cultivar una relación íntima con Cristo, Maestro y Pastor de su pueblo, imitando a María, que guardaba en su corazón los divinos misterios y los meditaba asiduamente (cf. Lc 2, 19). Unidos a Ella, que ocupa un lugar central en el misterio de la Iglesia, podemos rezar:
Padre,
haz que surjan entre los cristianos
numerosas y santas vocaciones al sacerdocio,
que mantengan viva la fe
y conserven la grata memoria de tu Hijo Jesús
mediante la predicación de su palabra
y la administración de los Sacramentos
con los que renuevas continuamente a tus fieles.
Danos santos ministros del altar,
que sean solícitos y fervorosos custodios de la Eucaristía,
sacramento del don supremo de Cristo
para la redención del mundo.
Llama a ministros de tu misericordia
que, mediante el sacramento de la Reconciliación,
derramen el gozo de tu perdón.
Padre,
haz que la Iglesia acoja con alegría
las numerosas inspiraciones del Espíritu de tu Hijo
y, dócil a sus enseñanzas,
fomente vocaciones al ministerio sacerdotal
y a la vida consagrada.
Fortalece a los obispos, sacerdotes, diáconos,
a los consagrados y a todos los bautizados en Cristo
para que cumplan fielmente su misión
al servicio del Evangelio.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
María Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.
Padre,
haz que surjan entre los cristianos
numerosas y santas vocaciones al sacerdocio,
que mantengan viva la fe
y conserven la grata memoria de tu Hijo Jesús
mediante la predicación de su palabra
y la administración de los Sacramentos
con los que renuevas continuamente a tus fieles.
Danos santos ministros del altar,
que sean solícitos y fervorosos custodios de la Eucaristía,
sacramento del don supremo de Cristo
para la redención del mundo.
Llama a ministros de tu misericordia
que, mediante el sacramento de la Reconciliación,
derramen el gozo de tu perdón.
Padre,
haz que la Iglesia acoja con alegría
las numerosas inspiraciones del Espíritu de tu Hijo
y, dócil a sus enseñanzas,
fomente vocaciones al ministerio sacerdotal
y a la vida consagrada.
Fortalece a los obispos, sacerdotes, diáconos,
a los consagrados y a todos los bautizados en Cristo
para que cumplan fielmente su misión
al servicio del Evangelio.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
María Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.