24 octubre, JUEVES, 29 semana del tiempo ordinario

san Antonio Mª Claret

Pablo a los Romanos 6, 19-23

Uso un lenguaje corriente, adaptándome a vuestra debilidad, propia de hombres; quiero decir esto: si antes cedisteis vuestros miembros como esclavos a la inmoralidad y al desorden, para el desorden total, ponedlos ahora al servicio de la justicia para vuestra santificación. Cuando erais esclavos del pecado, la justicia no os gobernaba. ¿Qué frutos dabais entonces? Frutos de los que ahora os avergonzáis, porque acaban en la muerte. Ahora, en cambio, emancipados del pecado y hechos esclavos de Dios, producís frutos que llevan a la santidad y acaban en vida eterna. Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Salmo 1  R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor


Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla.¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

¿Cómo vivir esta la Palabra

 

Jesús  desea contagiarnos el fuego del Amor de Dios. Un fuego  que transforma los modos humanos de ver las cosas, que nos embarca en una  increíble y sorprendente aventura de vivir abiertos a la superación para vencer el mal a fuerza de bien, para llegar incluso a la oración y el amor por los enemigos.

Ese fuego es el Espíritu que ha sido derramado en nuestros corazones en el Bautismo. Es el fuego que aparece en Pentecostés y continúa posándose sobre cada persona que recibe el sacramento de la Confirmación.

 La voz del catecismo de la Iglesia católica
 Los símbolos del Espíritu Santo: el fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que «surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha» (Sir 48,1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo, figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista «que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1,17), anuncia a Cristo como el que «bautizará en el Espíritu Santo y el fuego» (Lc 3,16), Espíritu del cual Jesús dirá: «He venido a traer fuego sobre la tierra  y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!». Bajo la forma de lenguas «como de fuego», como el Espíritu se posó sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él  (Hch 2,3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo: «No extingáis el Espíritu» (1Te 5,19)... (CIC 696)


23 octubre, MIÉRCOLES, 29 semana del tiempo ordinario


Pablo a los Romanos 6,12-18

Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal, ni seáis súbditos de los deseos del cuerpo. No pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos para la injusticia; ofreceos a Dios como hombres que de la muerte han vuelto a la vida, y poned a su servicio vuestros miembros, como instrumentos para la justicia. Porque el pecado no os dominará: ya no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia. Pues, ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! ¿No sabéis que, al ofreceros a alguno como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado, para la muerte, bien de la obediencia, para la justicia? Pero, gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados y, liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia.


Salmo 123, R/. Nuestro auxilio es el nombre del Señor


 evangelio según san Lucas 12,39-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?»
El Señor le respondió: «¿Quién es el
administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá

¿Cómo vivir esta Palabra?

Pablo, nos habla de dos posibilidades: ser esclavos del pecado o ser esclavos de la gracia, que podemos traducir por ser amigos de Jesús actuando como Él y rechazando, por tanto, cualquier forma de mal (pecado). Quien se hace "esclavo" de la gracia, quien pone su vida bajo la gracia de Jesús, es el que voluntariamente se entrega a Jesús y hace todo lo que le pide Jesús,que no es otra cosa que no perder ocasión de amar mucho en lo que se presenta cada día, encajando con amor incluso "los golpes", dificultades y contrariedades. Es un ejercicio muy práctico en el que no se debe bajar la guardia, sino estar siempre alerta. 

“Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose así”.  Donde hay amor ya no hay temor de recibir la llamada o llamadas "imprevistas" del Señor para el ahora o el paso a la eternidad.  No tendremos ningún miedo a qué hora nos llega la Presencia del Hijo del hombre; sino que que la esperaremos con profundo gozo, con una gran ilusión, porque la vida con Cristo y en Cristo es lo que nos hace feliz. Disfrutar de su amor, de su palabra, de su compañía… con los hermanos y hermanas que pone en nuestro camino ya aquí y después  en el cielo en la comuníón de los santos


La voz de un nobel español
Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia.(Santiago Ramón y Cajal, médico)


22 octubre, MARTES, 29 semana del tiempo ordinario

Pablo a los Romanos 5,12.15b.17-19.20b-21

Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos. Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, as! también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna. 

Salmo 39,7-8a.8b-9.10.17 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tú voluntad


 evangelio según san Lucas 12, 35-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos

¿Cómo vivir esta Palabra?

Hoy, en la Carta a los Romanos, San Pablo relaciona a la humanidad pecadora con la humanidad creyente, al pecado con la fe. El pecado conduce a la perdición, la fe a la salvación. El hombre pecador siempre tiene la posibilidad de ser justificado por la fe, y ésta es la voluntad de Dios.
Porque vivimos, velamos; porque velamos, seguimos con la ropa de trabajo y los útiles de la faena. Cansados, una y otra vez cuidamos nuestras lámparas, para que, cuando llegue, que no lo dudemos llegará, nos encuentre de pie, preparados, dispuestos y esperando.

 El modelo es Jesús, porque  veló por nosotros, tiene autoridad moral para decirnos: “Tened encendida la lámpara; tened ceñida la cintura. Y así, esperad”.

El cansancio es una excusa, no una razón, para escaquearnos y abandonar la misión. Ni siquiera sirve lo que trabajosamente hemos aprendido y practicado antes. Los valores evangélicos y las actitudes de Jesús son eternos, pero los matices, las aplicaciones y los gestos que evocan hoy, puede que sean nuevos.

Todos estamos viendo el ejemplo de vida del Papa Francisco. El Evangelio es el mismo, Jesús es el mismo, pero los gestos del Papa Francisco para mantener la vela evangélica encendida, son nuevos y conectan más fácilmente con la gente, que exclama: “Se le entiende lo que dice y lo que hace”. Parecido a lo que se decía de Jesús en su tiempo.

Fijémonos en lo bien que lo hacen otros y pidamos ayuda para no dejar apagar nuestras lámparas. De lo demás, se encargará él.

La voz de un monje obispo

Aquel que se ciñe con la moderación, vive en la luz de una conciencia pura, porque la confianza filial ilumina su vida como una lámpara. Iluminada por la verdad, su alma queda libre del sueño de las ilusiones, porque ninguna fantasía vana lo engaña. (San Gregorio de Nisa, siglo IV)

21 de octubre, LUNES  de la semana  29  del tiempo ordinario

Pablo a los Romanos 4,20-25

Hermanos: Ante la promesa de Dios Abrahán no fue incrédulo, sino que se hizo fuerte en la fe, dando con ello gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete, por lo cual le valió la justificación. Y no sólo por él está escrito: "Le valió", sino también por nosotros, a quienes nos valdrá si creemos en el que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.

evangelio según san Lucas 12,13-21

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad:
guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es
rico ante Dios

¿Cómo vivir esta Palabra?

A Pablo, gran conocedor de la Escritura, le gusta presentar la armonía del mensaje entre ambos Testamentos; hoy nos habla de la fe de Abraham y de su justificación, que no fue por la circuncisión, ni por las obras buenas que realizó, sino por su fe.

Si en el A.T. Abraham fue justificado por la fe, los seguidores de Jesús seremos justificados por la fe en Cristo.
Es la fe la que salva; pero una fe activa, la fe de Abraham le llevó a las obras, obedeciendo, escuchó y actúo según el mandato de Dios. A nosotros, cristianos, la fe tiene que llevarnos a actuar como actuó Cristo, en quien creemos que “pasó por el mundo haciendo el bien”.

En el evangelio vemos como el prestigio de Jesús era grande entre sus contemporáneos, tal vez por ello se acerca uno pidiéndole que medie para que sus hermanos repartan la herencia según le correspondía.

Cristo, que siempre defiende la justicia, no quiere entrometerse en asuntos familiares, su misión es más grande, pero aprovecha para dar una gran lección por medio de esta hermosa parábola. En ella parece sugerir que el hermano retenía la riqueza injustamente, lo que sí queda claro es que, para nada sirve atesorar riquezas; la vida se termina, a veces antes de lo que pensamos, la muerte llega como un ladrón, cuando menos se piensa y: ¿para qué sirve cuanto avariciosamente hemos acumulado?; ¿Quién lo disfrutará?, lo importante es acumular las riquezas que verdaderamente perseveran: Solidaridad, fraternidad, servicio, buenas obras. Lo demás pasa, lo bueno no pasa nunca.


La voz de un monje

Señor, hazme digno de menospreciar mi vida para obtener la vida que está en ti. En este mundo, la vida se parece a los que se sirven de unas letras para escribir alguna carta. Cuando se quiere, se añade, se quita o se cambia de palabra. Pero la vida del mundo futuro se parece a lo que hay escrito en los libros sellados con el sello real sin la menor falta, donde nada hay que añadir y donde nada falta. Mientras estamos en este mundo cambiante, estemos atentos a nosotros mismos. Mientras tengamos poder sobre el manuscrito de nuestra vida, sobre lo que hemos escrito con nuestras propias manos, esforcémonos para añadir lo que hacemos bien y borremos los defectos de nuestra primitiva conducta. Mientras estamos en este mundo Dios no pone su sello ni sobre el bien ni sobre mal. No lo hace hasta el momento de nuestro éxodo, cuando se termina nuestra obra, en el momento de nuestra partida. (Isaac el sirio, siglo VII)


20 de octubre, DOMINGO  29  del tiempo ordinario

Domingo  mundial de las Misiones  (DOMUND)

Exodo 17, 8-13

En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. 
Moisés dijo a Josué:
–Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte con el bastón maravilloso en la mano.
Hizo Josué lo que le decía Moisés y atacó a Amalec; Moisés, Aarón y Jur subieron a la cima del monte.
Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía bajada, vencía Amalec. Y como le pesaban las manos, sus companeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo para que se sentase,– Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado.
Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol.
Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

Salmo 120  R. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.


de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 3, 14-4, 2

Querido hermano:
Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado; 
sabiendo de quién lo aprendiste, 
y que de niño conoces la Sagrada Escritura:
Ella puede darte la sabiduría 
que por la fe en Cristo Jesús 
conduce a la salvación.
Toda Escritura inspirada por Dios 
es también útil para enseñar, 
para reprender, para corregir, 
para educar en la virtud:
así el hombre de Dios estará perfectamente equipado 
para toda obra buena.
Ante Dios y ante Cristo Jesús, 
que ha de juzgar a vivos y muertos, 
te conjuro por su venida en majestad: 
proclama la Palabra, 
insiste a tiempo y a destiempo, 
reprende, reprocha, exhorta, 
con toda comprensión y pedagogía.

Evangelio según San Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:
–Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario»; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara».
Y el Señor respondió:
–Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

¿SEGUIMOS CREYENDO EN LA JUSTICIA?
     
         Lucas narra una breve parábola indicándonos que Jesús la contó para explicar a sus discípulos “cómo tenían que orar siempre sin desanimarse”. Este tema es muy querido al evangelista que, en varias ocasiones, repite la misma idea. Como es natural, la parábola ha sido leída casi siempre como una invitación a cuidar la perseverancia de nuestra oración a Dios.
         Sin embargo, si observamos el contenido del relato y la conclusión del mismo Jesús, vemos que la clave de la parábola es la sed de justicia. Hasta cuatro veces se repite la expresión “hacer justicia”. Más que modelo de oración, la viuda del relato es  ejemplo admirable de lucha por la justicia en medio de una sociedad corrupta que abusa de los más débiles.
         El primer personaje de la parábola es un juez que “ni teme a Dios ni le importan los hombres”. Es la encarnación exacta de la corrupción que denuncian repetidamente los profetas: los poderosos no temen la justicia de Dios y no respetan la dignidad ni los derechos de los pobres. No son casos aislados. Los profetas denuncian la corrupción del sistema judicial en Israel y la estructura machista de aquella sociedad patriarcal.
         El segundo personaje es una viuda indefensa en medio de una sociedad injusta. Por una parte, vive sufriendo los atropellos de un “adversario” más poderoso que ella. Por otra, es víctima de un juez al que no le importa en absoluto su persona ni su sufrimiento. Así viven millones de mujeres de todos los tiempos en la mayoría de los pueblos.
         En la conclusión de la parábola, Jesús no habla de la oración. Antes que nada, pide confianza en la justicia de Dios: “¿No hará Dios justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?”. Estos elegidos no son “los miembros de la Iglesia” sino los pobres de todos los pueblos que claman pidiendo justicia. De ellos es el reino de Dios.
         Luego, Jesús hace una pregunta que es todo un desafío para sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. No está pensando en la fe como adhesión doctrinal, sino en la fe que alienta la actuación de la viuda, modelo de indignación, resistencia activa y coraje para reclamar justicia a los corruptos.
         ¿Es esta la fe y la oración de los cristianos satisfechos de las sociedades del bienestar? Seguramente, tiene razón J. B. Metz cuando denuncia que en la espiritualidad cristiana hay demasiados cánticos y pocos gritos de indignación, demasiada complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca hambre de justicia. (Jose A. Pagola)
        
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MISIONERA MUNDIAL 2013

Queridos hermanos y hermanas:
Este año celebramos la Jornada Mundial de las Misiones mientras se clausura el Año de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía. En esta prospectiva, quisiera proponer algunas reflexiones.

1. La fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. Dios nos ama. Pero la fe necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia. Es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación. Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia. «El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a las “periferia”, especialmente a aquellas que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida.

2. El Año de la fe, a cincuenta años de distancia del inicio del Concilio Vaticano II, es un estímulo para que toda la Iglesia reciba una conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión entre los pueblos y las naciones. La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los “confines” de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer. El Concilio Vaticano II destacó de manera especial cómo la tarea misionera, la tarea de ampliar los confines de la fe es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas: «Viviendo el Pueblo de Dios en comunidades, sobre todo diocesanas y parroquiales, en las que de algún modo se hace visible, a ellas pertenece también dar testimonio de Cristo delante de las gentes» (Decr. Ad gentes, 37). Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad a hacer propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio. Invito a los obispos, a los sacerdotes, a los consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de “dar testimonio de Cristo ante las naciones”, ante todos los pueblos. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana.

3. A menudo, la obra de evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones, todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad. A este respecto, Pablo VI usa palabras iluminadoras: «Sería... un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer... es un homenaje a esta libertad» (Exhort, Ap. Evangelii nuntiandi, 80). Siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo, de hacernos heraldos de su Evangelio, Jesús ha venido entre nosotros para mostrarnos el camino de la salvación, y nos ha confiado la misión de darlo a conocer a todos, hasta los confines de la tierra. Con frecuencia, vemos que lo que se destaca y se propone es la violencia, la mentira, el error. Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia. Porque, en esta perspectiva, es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial. Pablo VI escribía que «cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia»; no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre» (ibíd., 60). Y esto da fuerza a la misión y hace sentir a cada misionero y evangelizador que nunca está solo, que forma parte de un solo Cuerpo animado por el Espíritu Santo.

4. En nuestra época, la movilidad generalizada y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos de trabajo, familias enteras se trasladan de un continente a otro; los intercambios profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos análogos empujan a un gran movimiento de personas. A veces es difícil, incluso para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además, en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan. La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión; anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación; anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien. El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza que se nos da por la fe. La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor. La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino.

5. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo, y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos –cada vez más numerosos– que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad –no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad– llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y da esperanza. Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28,19) es una riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia. Hago un llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor. Invito también a los obispos, las familias religiosas, las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana.Y esta atención debe estar también presente entre las iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una Región: es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a las que sufren por su escasez. Al mismo tiempo exhorto a los misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden, recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje misionero «contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hch 14,27). Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor.
La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea reclamando la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo.
Por último, me refiero a los cristianos que, en diversas partes del mundo, se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, testigos valientes –aún más numerosos que los mártires de los primeros siglos– que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas de persecución actuales. Muchos también arriesgan su vida por permanecer fieles al Evangelio de Cristo. Deseo asegurarles que me siento cercano en la oración a las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e intolerancia, y les repito las palabras consoladoras de Jesús: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
Benedicto XVI exhortaba: «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei, 15). Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año. Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras, y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros, experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 80).

Papa FRANCISCO

AYUDAS PARA LA LECTIO  de LUCAS 18,1-8
Oración inicial y Silencio. 

VEN ESPÍRITU SANTO, LLENA LOS CORAZONES DE TUS FIELES Y ENCIENDE EN ELLOS EL FUEGO DE TU AMOR.  
DANOS TUS SIETE DONES SAGRADOS  
y todo será Renovado.

Puntos para meditar  el texto:
Lucas 18,1: La clave para entender la parábola
Lucas comienza una parábola con la frase siguiente: “Les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer”. La recomendación “orar sin desfallecer” aparece muchas veces en el Nuevo Testamento (1 Tes 5,17; Rom 12,12; Ef 6,8; etc.). Era una de las características de la espiritualidad de las primeras comunidades cristianas. Y también uno de los puntos en los que Lucas insiste mayormente, tanto en el Evangelio como en las Actas. Si os interesa descubrir esta dimensión en los escritos de Lucas, haced un ejercicio: leed el Evangelio y las Actas y anotad los versículos en los que Jesús u otras personas están orando. ¡Os sorprenderíais!
Lucas 18, 2-3: El contraste entre la viuda y el juez
Jesús nos muestra dos personajes de la vida real: un juez sin consideración a Dios ni al prójimo, y una viuda que no desiste en luchar por sus derechos ante el juez. El simple hecho de que Jesús nos muestre estos dos personajes revela que conoce la sociedad de su tiempo. La parábola no sólo presenta a la pobre gente que lucha ante los tribunales para ver reconocido sus derechos, sino deja también entrever el contraste violento entre los grupos sociales. Por un lado, un juez insensible, sin religión. Por otro, la viuda que sabe a qué puerta llamar para obtener lo que le es debido.
Lucas 18, 4-5: El cambio que se da en el juez y el por qué del cambio
Por mucho tiempo, pidiendo la misma cosa cada día, la viuda no obtiene nada del juez inicuo. Finalmente el juez, a pesar de que “no temía Dios ni respetaba a ninguno”, decide atender a la viuda y hacerle justicia. El motivo es: liberarse de las continuas molestias. Motivo para su interés. ¡ Pero la viuda obtiene lo que quería! Es esto un hecho de la vida de cada día, del que Jesús se sirve para enseñarnos a orar.
Lucas 18, 6-8: Una aplicación de la parábola
Jesús aplica la parábola: “Oíd lo que dice el juez injusto; pues ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche? ¿Les hará esperar?” Y añade que Dios hará justicia en breve. Si no fuese Jesús el que nos habla, no tendríamos el valor de comparar a Dios con un juez en la forma de comportarse moralmente. Lo que importa en la comparación es la conducta de la viuda que gracia a su insistencia, obtiene lo que quiere.
Lucas 18,8b: Palabras sobre la fe
Al final, Jesús expresa una duda: “ Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?” ¿Tendremos el valor de esperar, de tener paciencia, aunque Dios tarde en respondernos? Es necesario tener mucha fe para continuar resistiendo y para obrar, a pesar de que no se vean los resultados. Quien espera resultados inmediatos, se dejará vencer por el desaliento. En otros diversos puntos de los salmos se habla de esta resistencia dura y difícil delante de Dios, hasta que Él responda (Sal 71,14; 37,7;69,4; Lm 3,26). Citando el salmo 80, San Pedro dice, que para Dios un día es como mil años (2 Pe 3,8; Sal 90,4).
Algunas preguntas,   para ayudarnos en la meditación y en la oración: 
¿Cuáles son las actitudes de la viuda? O ¿qué es lo que más llama la atención de lo que hace y dice?
¿Qué es lo que llama la atención en la actitud y hablar del juez? ¿Por qué?

¿Tenemos la  FE de la viuda, modelo de resistencia activa y coraje para reclamar justicia a los corruptos.?


19 de octubre, SÁBADO, 28 semana del tiempo ordinario

Pablo a los Romanos 4,13. 16-18

No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la e de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.» Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.»

evangelio según san Lucas 12, 8-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios. Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.»

¿Cómo vivir esta Palabra?

San Pablo nos presenta a Abrahán como ejemplo para nuestra fe, quiere reforzar nuestra confianza en la fidelidad de Dios a su Palabra creadora. Dios se presenta ante Abrahán, un hombre mayor que no tiene descendencia, para hacerle una promesa gratuita: “serás Padre de muchos pueblos”. Y Abrahán creyó en la promesa divina. Esa fe transformó su vida y, en adelante, su obediencia al Dios de la promesa guió todos sus actos. Por eso Abrahán es padre para todos los que creemos en la acción salvífica de Dios. Pero con una gran diferencia, que Abrahán creyó en el compromiso futuro de Dios, en su alianza permanente con sus descendientes, en el Dios Creador y Providente, mientras que nosotros podemos y debemos poner nuestra confianza no sólo en el Dios que promete, sino en un Dios Salvador que ya ha actuado , que ha realizado y sigue haciendo eficaces sus promesas por medio del misterio pascual de Cristo , su Hijo.

En el evangelio de Lucas, el Espíritu está presente desde el principio. Todos los relatos de la infancia de Jesús revelan el misterio del Espíritu de Dios. También cuando Jesús inicia su vida pública, Jesús reconoce que es el Espíritu quien “ me ha ungido para llevar la buena nueva a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y la luz a los ciegos, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”. Ese mismo Espíritu es el que da la fuerza para no temer la persecución, ni el desprecio ni la incomprensión. 

Sólo la confianza en el amor primero e infinito de Dios, que cuida de nosotros y nos protege en todo momento con su Espíritu, hará que nuestra fe sea fecunda , plena y contagiosa, y que nuestra vida sea testimonio del amor gratuito y permanente de Dios con las obras y con las palabras; éstas, cuando sean necesarias, el Espíritu las inspirará. 

La voz del hermano Rafael

¿Veis mi miseria arrastrada por el fango?... Pues no importa, maravillaos, a pesar de todo, yo tengo a Dios..., Dios es mi amigo..., que se hunda el sol, y se seque el mar de asombro..., Dios a mí me quiere tan entrañablemente, que si el mundo entero lo comprendiera, se volverían locas todas las criaturas y rugirían de estupor.
Más aún... todo eso es poco.

18 de octubre, VIERNES, 28 semana del tiempo ordinario

fiesta de san Lucas evangelista

de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4,9-17a:

Dimas me ha dejado, enamorado de este mundo presente, y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacia; Tito, a Dalmacia; sólo Lucas está conmigo. Coge a Marcos y tráetelo contigo, ayuda bien en la tarea. A Tíquico lo he mandado a Éfeso.
El abrigo que me dejé en Troas, en casa de Carpo, tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino. Alejandro, el metalúrgico, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará lo que ha hecho. Ten cuidado con él también tú, porque se opuso violentamente a mis palabras. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio salud para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran los gentiles.

 evangelio según san Lucas 10,1-9:

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."»

¿Como vivir esta Palabra?

Jesús, al igual que a los 72 discípulos, también nos envía a nosotros a preparar el lugar donde va a ir él. Y nos dice: ¡poneos en camino!, sin nada más que vuestra alegría, con ánimo generoso, con sencillez, solo revestidos de nuestra libertad, para que nada ni nadie pueda impedir el poder anunciar que el Reino de dios está cerca, sin detenernos en los avatares de este mundo, sino que debemos tener constantemente ante nuestros ojos la misión a la que hemos sido enviados y no distraernos con nada.

Jesús nos dice que hay mucho trabajo en el campo de Dios, para llevar la noticia del Reino de Dios. Por eso tenemos que pedir a Dios dueño de la mies, que suscite en los hombres y mujeres el espíritu de los discípulos que con entrega total ayuden a entrar a los hombres en el Reino de Dios y se salven.

La misión no es fácil. El discípulo tiene que permanecer fiel en medio de un mundo hostil. Pero tenemos que confiar en el buen pastor que guardará a su rebaño.

Tenemos que ser misioneros de paz, es lo primero que nos dice Jesús: “cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa”. Esto es saludo y don. La paz que aporta el misionero no da sólo salud y bienestar, que es lo que se sobreentiende en el saludo «paz», sino el don de la salvación, y la paz se posa sobre aquel que la recibe y la acepta.


La voz de san Ireneo de Lyon

Lucas nos ha dado a conocer muchos rasgos del Evangelio, y de los más importantes

17 de octubre, JUEVES, 28 semana del tiempo ordinario

Pablo a los Romanos (3,21-30a)

Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Así quería Dios demostrar que no fue injusto dejando impunes con su tolerancia los pecados del pasado; se proponía mostrar en nuestros días su justicia salvadora, demostrándose a sí mismo justo y justificando al que apela a la fe en Jesús. Y ahora, ¿dónde queda el orgullo? Queda eliminado. ¿En nombre de qué? ¿De las obras? No, en nombre de la fe. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley. ¿Acaso es Dios sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Evidente que también de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios.

 Evangelio según san Lucas (11,47-54)

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: "Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán"; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.

¿Cómo vivir esta Palabra? 

Los fariseos con sus actitudes cerraban el paso a la gente sencilla que no podía cumplir todo lo que ellos prescribian, cierran el Reino a la gente corriente, pero  ¿cómo lo hacen? Piensan tener el monopolio de la ciencia respecto de Dios y de la ley de Dios e imponen su manera de ver a los demás, sin dejar margen a otra idea, a una idea diferente. Presentan a Dios como a un juez severo y en nombre de Dios imponen leyes y normas que no tienen nada que ver con los mandamientos de Dios, falsifican la imagen del Reino y matan en los demás el deseo de servir a Dios y al Reino. Una comunidad que se organiza alrededor de este falso dios “no entra en el Reino”, ni tampoco es expresión del Reino, e impide que sus miembros entren en el Reino.

 Es importante notar la diferencia entre Mateo y Lucas. Mateo habla de entrada en el Reino de los cielos y redacta en la forma verbal del presente: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar” (Mt 23,13). La expresión entrar en el Reino de los Cielos puede significar entrar en el cielo después de la muerte, pero es más probable que se trate de entrada en la comunidad alrededor de Jesús y en las comunidades de los primeros cristianos. Lucas habla de llave de la ciencia y la frase está redactada con el verbo en pasado. Lucas simplemente constata que la pretensión de los escribas de poseer la llave de la ciencia respecto de Dios y de la ley de Dios les impide reconocer a Jesús como Mesías e impide al pueblo judío el hecho de reconocer a Jesús como Mesías: Os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido.

La voz de un novelista inglés
Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños.
Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes." (Charles Dickens)

16 de octubre, MIÉRCOLES, 28 semana del tiempo ordinario

san Pablo a los Romanos 2,1-11

Tú, el que seas, que te eriges en juez, no tienes disculpa; al dar sentencia contra el otro te condenas tú mismo, porque tú, el juez, te portas igual. Todos admitimos que Dios condena con derecho a los que obran mal, a los que obran de esa manera. Y tú, que juzgas a los que hacen eso, mientras tú haces lo mismo, ¿te figuras que vas a escapar de la sentencia de Dios? ¿O es que desprecias el tesoro de su bondad, tolerancia y paciencia, al no reconocer que esa bondad es para empujarte a la conversión? Con la dureza de tu corazón impenitente te estás almacenando castigos para el día del castigo, cuando se revelará el justo juicio de Dios, pagando a cada uno según sus obras. A los que han perseverado en hacer el bien, porque buscaban contemplar su gloria y superar la muerte, les dará vida eterna; a los porfiados que se rebelan contra la verdad y se rinden a la injusticia, les dará un castigo implacable. Pena y angustia tocarán a todo malhechor, primero al judío, pero también al griego; en cambio, gloria, honor y paz a todo el que obre. el bien, primero al judío, pero también al griego; porque Dios no tiene favoritismos

evangelio según san Lucas 11,42-46

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!»
Un maestro de la Ley intervino y le dijo: «Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros.»
Jesús replicó: «¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!»


¿Cómo vivir esta la Palabra?

San Pablo se dirige a todo hombre: “Tú, el que seas…”,  y toca el tema de los que se erigen en jueces de los demás. Pero son unos jueces especiales, porque juzgan y condenan a personas que hacen algo mal… cuando ellos cometen ese mismo mal. 

¿Qué es lo que nos corresponde a nosotros ante las malas acciones de nuestros hermanos? ¿Debemos callar, debemos hablar? En todo momento debemos buscar el bien de nuestros hermanos. Como siempre, acudamos a Jesús en busca de luz. Él nos habla de la corrección fraterna y los pasos que hemos de dar (Mt18,15-17). Pero también tiene una aguda advertencia en este delicado terreno: “¿Cómo osas decir a tu hermano: Deja que te quite la paja del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo?”. Algo parecido a lo de San Pablo: “Y tú, que juzgas a los que hacen eso, mientras tú haces lo mismo”.
Para seguir profundizando en este tema, no hay que olvidar otras palabras de Jesús: “Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y vuelve a presentar tu ofrenda”. Dios no recibe ninguna ofrenda del que está a mal con su hermano.

Las palabra de Pablo a los Romanos de la primera lectura, van en consonancia con las duras palabras de Jesús dirigidas a los fariseos y juristas. La gran falta de estos es que van en contra de la verdad y Jesús que es la Verdad, y que quiere que vivamos y proclamemos siempre la verdad, no puede menos de denunciar su conducta. Dicen una cosa y viven otra, buscan el halago personal y no llevar a los demás a Dios, abruman a los demás con cargas insoportables y no mueven ni un dedo para ayudarle

La voz del Beato John Henry Newman 

La gente que intenta adorar a Dios de una manera, digamos “puramente espiritual”, acaban por no adorarlo en absoluto. Es un hecho corriente. Cada uno puede verlo por su propia experiencia... 



15 de octubre, MARTES, 28 semana del tiempo ordinario

hoy celebramos a santa Teresa de Jesús

Eclesiástico 15,1-6:

El que teme al Señor obrará así, observando la ley, alcanzará la sabiduría. Ella le saldrá al encuentro como una madre y lo recibirá como la esposa de la juventud; lo alimentará con pan de sensatez y le dará a beber agua de prudencia; apoyado en ella no vacilará y confiado en ella no fracasará; lo ensalzará sobre sus compañeros, para que abra la boca en la asamblea; lo llena de sabiduría e inteligencia, lo cubre con vestidos de gloria; alcanzará gozo y alegría, le dará un nombre perdurable.


 Evangelio según san Mateo 11,25-30:

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

¿Cómo vivir esta Palabra?

En el libro del Eclesiástico se nos habla de algunas de las virtudes y cualidades que adornaron a Teresa de Jesús a quien hoy celebramos. Observando la voluntad de Dios se llega a la sabiduría que, adquirida, cambia toda la persona y la transforma. Brillará entonces por su sensatez y, sobre todo, por su prudencia.
En el Evangelio, vemos de nuevo la predilección de Dios por la belleza de lo sencillo, por los ingenuos y los pacíficos. Así se muestra él en Jesús, con un corazón humilde y paciente, manso y acogedor de cuantos pudieran encontrarse cansados o extraviados.

“Te doy gracias, Padre”. Te bendigo, Padre… Y emplea cinco veces la palabra “Padre” en este pequeño fragmento evangélico. La filiación  le rezuma por todos los poros de su persona. Y, junto a la bendición, el motivo, el objeto: los pequeños, los que no cuentan, y, no obstante, son los depositarios de los misterios de su Padre. Lo son por su sencillez, por la limpieza del corazón y la apertura a lo divino. Porque la revelación no es exclusiva de ellos, sino universal. 

También hay sabios y entendidos sencillos, creyentes y limpios de corazón, que confían en Dios, se apoyan en él, y su apertura les hace acreedores a los misterios divinos. Dios quiere que todos, sabios, entendidos y sencillos lleguemos al conocimiento de la verdad y obremos en consecuencia, hasta llegar a la Verdad que es la que nos puede salvar a todos. 


La voz de un monje trapense
Si el mundo y los hombres supieran. Pero no sabrán; están muy ocupados en sus intereses; tienen el corazón muy lleno de cosas que no son Dios. Vive el mundo muy para un fin terreno; sueñan los hombres con esta vida, en que todo es vanidad, y así..., no se puede encontrar la verdadera felicidad que es el amor a Dios. (Rafael Arnaiz)


14 de octubre, LUNES, 28 semana del tiempo ordinario

Pablo a los Romanos (1,1-7)

Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Eevangelio según san Lucas (11,29-32)

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»

¿Cómo vivir esta  Palabra hoy?

La carta a los romanos es un tratado sobre la salvación, realizada por Cristo,  Dios y hombre verdadero, centro de toda la Sagrada Escritura y Pablo  anuncia a Jesús, la Buena Noticia para todos. 
El apóstol, anuncia el gran misterio cristiano. “Jesús es Dios y Hombre verdadero”,: es la esencia de nuestra fe; Benedicto XVI lo reafirma en esta breve frase “El Verbo se hizo carne”, está el corazón de la fe de la Iglesia. Y se hizo uno de nosotros, se hizo visible porque NOS AMA, te ama y quieres que no te pierdas este trozo de vida que es la vida terrena en vanidades, sino construyéndote amando más y más como ÉL mismo nos ha enseñado el Camino, la Verdad y la Vida. Estamos llamados a vivir ya en santidad y esto es para todos y posible.

Jesús en el Evangelio viene a decir lo mismo. Buscáis la sabiduría, pero luego ¿qué pasa? Si no hay cambio en la vida estais peor que los de Nínive, porque por lo menos ellos cuando escucharon la verdad que se les decía, echaron cuenta y empezaron a ser mejores. 

El evangelista Lucas es griego y está escribiendo para el griego Teófilo, a quien dedica su evangelio y sabemos que los griegos buscaban la sabiduría. Precisamente se define la filosofía como amor a la sabiduría, empeño por conocer la verdad. Para la Biblia el conocer la verdad no se puede quedar ahí, sino que tiene que llevar a vivir correctamente, vivir en la verdad. Este es el paso que exige Jesús; está bien el conocer y habéis venido a escuchar, pero pide el 2º paso: vivirla

Aristóteles, inicia su obra de  Metafísica, con una clara afirmación: "Todos los hombres desean, por naturaleza, saber". La actitud filosófica, amor a la sabiduría, amor a la verdad o afán de saber, es algo connatural a la propia naturaleza humana. Descubrir la verdad abre un horizonte prácticamente infinito: conocer, amar y contemplar son tres actividades propias del ser humano que se admira ante la realidad. 

Y la Biblia añade que una verdad que no se realiza no es verdad. Si la descubres has de vivirla y sin más retrasos.   En el amor que os tengáis unos a otros conocerán que sois mis discípulos. El Amor es manifestación y esencia de la fe. Vivamos según ese Espíritu de Amor.


La voz de san Justino (siglo II)
 
Jonás anunció a los Ninivitas que pasados tres días perecerían en masa (3,4 LXX), proclamaron un ayuno para todos los seres vivos, hombres y animales, con trajes de duelo, violentas lamentaciones, penitencia verdadera y renuncia a la injusticia. Creyeron que Dios es misericordioso, que es "amigo de los hombres" (Sb 1,6) frente a aquellos que hacen el mal. Puesto que cuando el rey de esta ciudad, él mismo en persona y los grandes se vistieron con trajes de luto y perseveraron en el ayuno y la oración, su ciudad fue destruida.