6 noviembre, martes. XXXI semana del Tiempo ordinario

Filipenses 2,5-11:

Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre sobre todo nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Salmo 21                                     R: Señor es mi alabanza en la gran asamblea

Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,15-24):
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!»
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»



DE LA PALABRA DEL DÍA
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús (Filip 2,5)

¿Cómo vivir esta Palabra?

Hablar de sentimientos es entrar en el mundo de experiencias comunes para todo ser humano. Todos tenemos sentimientos. El filosofo Zubiri define a la persona como una "inteligencia sentiente", es decir, el ser humano no es sólo un "animal racional" como se dice en otras filosofías. No es sólo el intelecto lo que nos define, hay más, están los sentimientos. Un mundo difícil de abordar, porque en realidad ¿qué es lo que siento o me hace sentir como me siento? Dentro de nosotros hay un "mar" y no siempre está en calma y sereno. Se revuelve ante determinados vientos. ¿Son incontrolables? ¿vivo a mecerd del viento que puede llegar a provocar tormentas descontroladas que se llevan todo por delante? Pensamiento y sentimiento están conectados, y se trata de tener los de Jesucristo en nosotros.

El verbo empleado en este versículo, traducido como "sintiendo", es  (fronéo), cuyo significado es: tener la facultad de pensar y de sentir; tener determinada opinión, tener cierta disposición para... A fin de entender más profundamente su significado, cabe aquí comentar su directa relación con la palabra "frónema" (de la misma "familia"), que quiere decir "manera de pensar" o también "criterio", "forma de valorar". 
De manera que cuando el apóstol Pablo aconseja "sentir lo mismo", está sugiriendo una disposición que va más allá de lo meramente emocional o sentimental. En el verbo utilizado está implicada la idea de "tener el mismo criterio", "valorar del mismo modo las mismas cosas". Además, en el original griego aparece en modo imperativo -el modo típico de las órdenes, de los mandatos- y podría por lo tanto traducirse como "sentid (pensad) lo mismo", "tened los mismos criterios". 

Señor Jesús, sólo tu me puedes enseñar  tus pensamientos y sentimientos. Si tu vives en mi, yo pensaré como Tu. Sólo desde el diálogo continuo Contigo aprenderé a pensar y sentir como Tú ante la realidad que se me presenta y en la que vivo. 

La voz de la Didajé de los apóstoles (escrito del siglo II)
Te damos gracias, oh Padre santo, por tu santo nombre
que has hecho habitar en nuestros corazones,
por el conocimiento, la fe y la inmortalidad
que nos has revelado por Jesús, tu Hijo. ¡Gloria a ti por los siglos!