7 noviembre, miércoles. XXXI semana del tiempo ordinario

Pablo a los Filipenses 2,12-18:

Ya que siempre habéis obedecido, no sólo cuando yo estaba presente, sino mucho más ahora en mi ausencia, seguid actuando vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios quien activa en vosotros el querer y la actividad para realizar su designio de amor. Cualquier cosa que hagáis, sea sin protestas ni discusiones, así seréis irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha, en medio de una gente torcida y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir. El día de Cristo, eso será una honra para mí, que no he corrido ni me he fatigado en vano. Y, aun en el caso de que mi sangre haya de derramarse, rociando el sacrificio litúrgico que es vuestra fe, yo estoy alegre y me asocio a vuestra alegría; por vuestra parte, estad alegres y asociaos a la mía.

Salmo  26                                R/. El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.


san Lucas 14,25-33:

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, sí quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar." ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»



De la Palabra del día

"el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío" Lc 14,33.

¿Cómo vivir esta Palabra?


La exigencia que  Jesús expresa  coincide plenamente con el primer mandamiento: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza» (Dt 6,4-5; ver Lc 10,27). Quien ama al Señor Jesús sobre todo, no hace otra cosa que amar a Dios sobre todo y sobre todos.

Este amor supremo exigido por el Señor Jesús no se opone al recto amor debido a los padres, mujer, hijos, hermanos, o hacia sí mismo, sino que al contrario reordena nuestros amores y los lleva a su plenitud. 

Quien ama al Señor sobre todo, aprende a amar como Él y con sus mismos criterios-sentimientos, como nos decía ayer Pablo.  Quien ama a Dios sobre todo y se nutre de ese amor expresado y transmitido por Jesús (amor divino, amor que ama al modo de Dios), llega a amar plenamente como ser humano, con un amor que viene de Dios mismo. Quien en cambio no ama a Dios sobre todo, sino que antepone cualquier amor humano o amor egoísta al verdadero Amor, manifestado en Cristo Jesús, queda sin llegar a la plenitud a la que está llamado. 



De la constitución Gadium et spes del Concilio Vaticano II

El espíritu de pobreza y de caridad son gloria y testimonio de la Iglesia de Cristo.