5 noviembre, lunes. XXXI Semana del Tiempo ordinario


Pablo a los Filipenses 2,1-4:

Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.

Salmo  130,               R/. Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R/.

Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre. R/.

Espera Israel en el Señor
ahora y por siempre. R/.


Lucas 14,12-14:

En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

¿ Cómo vivir esta  Palabra?

Jesús, en el Evangelio, nos habla de las intenciones más profundas en nuestras actuaciones, o, lo que lo mismo, de nuestras actitudes al obrar de una determinada forma. ¿Qué buscamos, a quién buscamos, si es que no nos buscamos a nosotros mismos.

Todo lo que hace y dice Jesús tiene como fondo o trasfondo el Reino de Dios, lo dice para hoy  también. Esto supone una desinstalación de la cultura predominante, la del interés, la del acaparamiento, la del oportunismo, la de buscar contactos que, a su vez, nos puedan buscar a nosotros. Quien posee esta cultura “tiene mucho mundo”, “tiene tablas”, sabe estar, y lo normal es que triunfe en la vida, en la vida empresarial, se entiende. 

Jesús busca que, desinstalada esa cultura, instalemos la de la gratuidad, la de la solidaridad, la del interés y compromiso por el otro, por los otros.  Definitivamente, éstas son las actitudes del siempre nuevo Reino de Dios.

Hoy me preguntaré si las motivaciones profundas de mi actuación son: Amar, dar, invitar sin pasar factura, a fondo perdido

 La voz de un padre de la Iglesia


"Un servidor de Jesucristo, no posee nada que no sea al mismo Jesucristo"