27 noviembre 2012, martes. XXXIV semana Tiempo ordinario

Apocalipsis 14,14-19:

Yo, Juan, miré y en la visión apareció una nube blanca; estaba sentado encima uno con aspecto de hombre, llevando en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada. Del santuario salió otro ángel y gritó fuerte al que estaba sentado en la nube: «Arrima tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues la mies de la tierra está más que madura.» Y el que estaba sentado encima de la nube acercó su hoz a la tierra y la segó. Otro ángel salió del santuario celeste llevando él también una hoz afilada. Del altar salió otro, el ángel que tiene poder sobre el fuego, y le gritó fuerte al de la hoz afilada: «Arrima tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque las uvas están en sazón.» El ángel acercó su hoz a la tierra y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar del furor de Dios. Pisotearon el lagar fuera de la ciudad, y del lagar corrió tanta sangre, que subió hasta los bocados de los caballos en un radio de sesenta leguas.

Salmo 95

Decid a los pueblos: el Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.»

Evangelio según san Lucas 21,5-11:

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.» Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.»

 
DE LA PALABRA DEL DIA
Del templo salió otro ángel y gritó fuerte al que estaba sentado en la nube: Arriba tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues la mies de la tierra está madura. Y el que estaba sentado encima de la nube acercó su hoz a la tierra y la segó. Ap 14, 15-16

¿Cómo vivir esta Palabra?
Se siega lo que ha llegado a su madurez o al menos  se espera que llegue. La semilla a su tiempo, en lo profundo de la tierra se deshace, después germina y después brota una plantita. Seguidamente se siguen días de sol y de lluvia, de buen tiempo y de tormentas. Finalmente el grano espiga y se ofrece maduro y dorado a la hoz; o bien hoy, a instrumentos mecánicos adecuados.  Pero el tiempo de la siega es imprescindible. Y dichosas las espigas sanas y ricas de buen grano, infelices  aquellas que  están privadas de él, pues terminan quemándose como paja
La siega es una bella imagen del fin de la vida que está pasando. Así también la vendimia de la uva de la que se obtiene el vino. Pero estos dos alegres momentos  rurales están unidos a la operación  de la hoz afilada para el trigo y del lagar o  la prensa para la uva. Así ocurre también no sólo para el final, sino durante nuestra vida. Para poder gozar de momentos en los que segamos frutos de bien: victorias sobre la tentación de ‘echar todo por la borda’,  respuestas positivas a nuestra expectativas, etc., es necesario no temer  los momentos de la siega o del  lagar.

El pan y el vino de una vida diaria serena son frutos  de una vida en la que se ha sabido valorar también, con confianza, los tiempos de siega y de vendimia, que -nos lo dice la Fe- están ordenandos  para el bien, nunca para un final desastroso.
Señor Jesús, Tú que en la Cruz has sufrido por nosotros la pasión y la muerte, momentos muy duros pero orientados a tu don de amor y a tu Resurrección, concédeme vivir contigo los momentos de dolor y de sufrimiento, como siegas  y vendimias necesarias para tener en la mesa de la propia existencia  el pan y el vino de la alegría.

La voz de un gran profeta indio
Vive como si debieras morir mañana. Aprende como si debieras vivir siempre.
                                                                                                                      Gandhi