26 noviembre
2012, lunes. XXXIV semana Tiempo ordinario
Apocalipsis 14,1-3.4b-5:
Yo, Juan, miré y en la visión apareció el Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. Oí también un sonido que bajaba del cielo, parecido al estruendo del océano, y como el estampido de un trueno poderoso; era el son de arpistas que tañían sus arpas delante del trono, delante de los cuatro seres vivientes y los ancianos, cantando un cántico nuevo. Nadie podía aprender el cántico fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, los adquiridos en la tierra. Éstos son los que siguen al Cordero adondequiera que vaya; los adquirieron como primicias de la humanidad para Dios y el Cordero. En sus labios no hubo mentira, no tienen falta.Salmo 23: del Señor es la tierra y todos sus habitantes ...
Evangelio según san Lucas 21,1-4:
En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
DE LA PALABRA DEL DIA
Oí un sonido que
bajaba del cielo, parecido al estruendo de grandes cataratas, y como el
estampido de un trueno poderoso; era el son de arpistas que tañían sus arpas.
Ellos cantaban un cántico nuevo. Ap 14, 2-3
¿Cómo vivir esta Palabra?
Son
los últimos días del año litúrgico y este texto nos ayuda a vivirlos entrando en la riqueza de significados que estimulan positivamente nuestra vida.
El
escritor sagrado alude a un sonido que
bajaba del cielo, que expresa el poder, mediante el estruendo de grandes cataratas
y el fragor del trueno. Interesa advertir que a estas imágenes de fuerza siguen
otras suaves: la de los que tocaban las arpas y la de la gente que difundía
alegría entonando un cántico nuevo.
De
todo ello lo que interesa captar es la intención del autor de expresar una
belleza que invade también los sentidos (la vista, el oído) y que responde a
los deseos más profundos del corazón: la necesidad de aquello que con su fuerza
da seguridad y al mismo tiempo la sed de
aquello que consuela y anima con dulzura, con amor suave.
Después
todo converge en aquel canto nuevo
ante el trono de Dios. ¿Pero qué significa ese canto nuevo que sólo los
redimidos de la tierra (los que han hecho el bien) saben comprender? El canto
nuevo es aquella novedad de vida de
la que habla muchas veces el Nuevo
Testamento.
Ciertamente
el testimonio de Cristo hoy vive la novedad de una propuesta que da la espalda
a aquella del interés por la ganancia a toda costa, del gastar sin tasa, del
aladear de rico, del anhelar todo aquello que es “apariencia”. Cantar la vida es
posible, es bello, y es –por gracia de Dios-
también un desafío en los momentos difíciles y dolorosos. Se trata no obstante, de cantar el seguir a Cristo, vencedor del mal y
soberano de toda bondad, que nos induce
a pedirle:
“Señor, dame un corazón pleno de confianza para que
yo cante mi vida contigo, mi entrega total al servicio de los hermanos y
hermanas”.
La voz de un expresidente de Polonia
En este mundo donde falta
la esperanza y la confianza, una persona valiente espiritualmente como Wojtyla, se ve impulsada a
ofrecer la seguridad buscada.
Lech Walesa