14 noviembre 2012, miércoles. XXXII semana Tiempo ordinario

san Pablo a Tito 3,1-7:

Recuérdales que se sometan al gobierno y a las autoridades, que los obedezcan, que estén dispuestos a toda forma de obra buena, sin insultar ni buscar riñas; sean condescendientes y amables con todo el mundo. Porque antes también nosotros, con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y comidos de envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. Mas cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.


Salmo  22                                        R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.


Evangelio según san Lucas 17,11-19:

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.» 

DE LA PALABRA DEL DIA
Uno de ellos, viendo que estaba curado,  se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Lucas 17, 15-16
¿Cómo vivir esta Palabra?
Caminando hacia Jerusalén, Jesús encontró a diez leprosos que le decían gritando: ¡Jesús, maestro, ten piedad de nosotros! Jesús sanó a los diez y les mando que se presentaran a los sacerdotes según ordenaba la ley. Uno solo volvió a dar gracias y alabar a Dios.
En este episodio se puede ver representada toda la humanidad: somos leprosos, pecadores ante la santidad de Dios. Pero también somos amados por Dios, objetos de su misericordia infinita. Estamos llamados a formar parte de la nueva  humanidad  salvada por Jesús. Por ello nos es necesario dirigirnos a Él con humildad: ¡Jesús, Salvador, ten piedad de nosotros! Sólo Dios puede sanarnos desde la raíz de nuestro ser y  resucitarnos de la muerte del pecado para hacernos sus hijos en Jesús, su Hijo predilecto.  Los diez leprosos  no quedaron sanos de repente, sino que fue durante el camino cuando se sintieron curados, por tanto, no es cuestión de ser primero personas de bien  para implorar la curación; Jesús vino  para salvar lo que estaba perdido y la curación  es la consecuencia de la salvación, no una condición para encontrar a Jesús. El leproso curado, que volvió solo, tuvo el deseo de ver, de conocer mejor a su  salvador.  Por ello él recibió una segunda y más profunda curación, la de dejar de ser  leproso o pecador para convertirse en hijo de Dios y discípulo de Jesús.
Jesús concluye el encuentro con el leproso preguntándole por los otros nueve. Es también una advertencia a todos nosotros que, salvados, somos responsables los unos de los otros y es una llamada a dar testimonio de Jesús Salvador a los hermanos.

 ¡Señor Jesús, ten piedad de mi! Tú  le has dado a la Iglesia  el medio más eficaz para dar gracias al Padre: la Eucaristía.  Ella me permite  entrar cada vez más en el misterio de tu amor personal por mí.  Señor, ayúdame  a ser discípulo cada vez  más creíble.

La voz de un Padre de la Iglesia
Busquemos a Dios para encontrarlo y, después de haberlo encontrado, busquémoslo todavía. Para encontrarlo es necesario buscarlo porque está escondido; y después de haberlo encontrado es necesario buscarlo todavía, porque es inmenso. Él sacia a quien lo busca en la medida en la que llega a comprenderlo, y dilata la capacidad de quien lo encuentra… San Agustín