13 noviembre 2012, martes. XXXII semana Tiempo ordinario

DE LA PALABRA DEL DIA
Somos unos pobres siervos. Hemos hecho lo que teníamos que hacer. Lucas 17,10

¿Cómo vivir esta Palabra?
Estas palabras de Jesús recuerdan dos parábolas que pueden ayudarnos a comprenderlas mejor: la parábola del grano de mostaza y la de la levadura (Lc 13, 18-21). Son parábolas del Reino que dicen algo importante para la vida cristiana. 
El discípulo recibe gratuitamente un tesoro que no es sólo para él sino que es también para todas las personas. El tesoro no es otra cosa que el Reino, es decir, la participación de la riqueza insondable  de la Vida-Amor de Dios mismo. Es una realidad  tan inmensa que muchos, incluso  cristianos bautizados, no son conscientes  de lo que han recibido (el tesoro escondido).
Pero, quien crece en el conocimiento de la presencia de Dios en sí, mediante la escucha de la palabra de Dios, la Eucaristía, etc.  vive de tal modo que la propia vida  se convierte en testimonio del Reino: en él o en ella, el grano de mostaza llega a convertirse en un verdadero árbol donde otros pueden encontrar un refugio, un lugar sano, sereno, seguro, de paz y de esperanza  frente a las dificultades que asaltan toda existencia. Y así Dios, con amor y paciencia va haciendo fermentar gradualmente el mundo hasta que, con la colaboración de sus seguidores  todo sea fermentado.

Señor Jesús las situaciones desagradables del mundo de hoy nos desestabilizan y no sabemos como afrontarlas. Ayúdanos a comprender qué tesoro tenemos. Danos valor para darlo a conocer, y para ser verdaderamente un grano  de mostaza  abierto a crecer y fermentar  a favor de  nuestro mundo.

La voz de un gran cardenal
Después de toda nuestra diligente  búsqueda, al término de nuestra vida, en el último día de la Iglesia, la Sagrada Escritura será todavía una tierra inexplorada y virgen; costas y valles, forestas y arroyos, a diestra y siniestra, aunque estén cerca de nosotros,  esconden maravillas y tesoros  inexplorados…
                                                                                              John Henry Newman