9 octubre 2012, martes. XXVII semana Tiempo ordinario

Gálatas 1,13-24:

Habéis oído hablar de mi conducta pasada en el judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y me señalaba en el judaísmo más que muchos de mi edad y de mi raza, como partidario fanático de las tradiciones de mis antepasados. Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles, en seguida, sin consultar con hombres, sin subir a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, y después volví a Damasco. Más tarde, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Pedro, y me quedé quince días con él. Pero no vi a ningún otro apóstol, excepto a Santiago, el pariente del Señor. Dios es testigo de que no miento en lo que os escribo. Fui después a Siria y a Cilicia. Las Iglesias cristianas de Judea no me conocían personalmente; sólo habían oído decir que el antiguo perseguidor predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir, y alababan a Dios por causa mía.


Salmo 138 R/. Guíame, Señor, por el camino eterno

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras. R/.

Conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.


Evangelio según san Lucas 10, 38-42:

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»

DE LA PALABRA DEL DIA
Dios me escogió desde el seno  de mi madre y me llamó por su gracia. Gálatas 1,15
¿Cómo vivir esta Palabra?
“Me escogió desde el seno materno”. Una expresión que da que pensar. Hoy se es propenso a pensar en el feto como algo irrelevante, de tal manera que se puede manipular, se puede decidir si dejarlo que vaya adelante  o eliminarlo.  Y aquí, Pablo dice  que sobre él  Dios tenía ya un proyecto de amor: ¡lo había elegido! Ciertamente Pablo está hablando de sí mismo y en relación a la particular vocación  de la que tomó  conciencia en el camino de Damasco. Pero tú, yo, toda persona ¿no puede decir la misma cosa de sí mismo?
Todo ser que se abre a la vida no llega a ella al acaso: Dios lo deseó, Dios lo llamó.  Abrimos el Génesis y encontramos: “Dios dijo, y fue”. Un día Dios pronunció mi nombre y yo empecé a existir. También yo he sido deseado, llamado por su gracia. También sobre mí Él diseñó un hermoso proyecto del que quizás no tengo todavía plena conciencia. ¡Y es así para todos!
En esta elección está mi grandeza: ¡he sido querido por Dios  y no he aparecido al acaso! En esta llamada está el secreto de mi realización: tengo un lugar, una tarea que desarrollar en el mundo que me hace colaborador de Dios y me pone junto a los hermanos con un rol bien preciso. Nadie puede decir “yo soy inútil”. Y esto vale para toda persona, tanto para el pequeño que está formándose en el seno  materno y todavía no sabe nada de su  grandeza, como  para el anciano que ha perdido la memoria.

Hoy me detendré en la contemplación de este don estupendo que es la vida. Después le pediré al Señor que me haga comprender y profundizar la llamada con la que me alcanzó y sigue alcanzándome cada día, para poder responderle con prontitud y alegría.

¡Mi Dios, qué grande eres y qué maravillosa son tus obras! Contemplo en mí y en mi entorno el milagro de la vida y percibo el eco de tu voz que me llama a  hacerme responsable, a colaborar contigo y con los hermanos, realizando la tarea que me confías, para que alcance su plenitud.

La voz de un leproso
Siento que la vida –este breve momento para el que nací, este espacio abierto al infinito, en el que he brotado y que ahora debo administrar– es un milagro grande.
         Lino Villachá