10 octubre 2012, miércoles. XXVII semana Tiempo ordinario

Gálatas 2,1-2.7-14:

Transcurridos catorce años, subí otra vez a Jerusalén en compañía de Bernabé, llevando también a Tito. Subí por una revelación. Les expuse el Evangelio que predico a los gentiles, aunque en privado, a los más representativos, por si acaso mis afanes de entonces o de antes eran vanos. Al contrario, vieron que Dios me ha encargado de anunciar el Evangelio a los gentiles, como a Pedro de anunciarlo a los judíos; el mismo que capacita a Pedro para su misión entre los judíos me capacita a mí para la mía entre los gentiles. Reconociendo, pues, el don que he recibido, Santiago, Pedro y Juan, considerados como columnas, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de solidaridad, de acuerdo en que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los judíos. Una sola cosa nos pidieron: que nos acordáramos de sus pobres, esto lo he tomado muy a pecho. Pero cuando Pedro llegó a Antioquia, tuve que encararme con él, porque era reprensible. Antes de que llegaran ciertos individuos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron aquéllos, se retrajo y se puso aparte, temiendo a los partidarios de la circuncisión. Los demás judíos lo imitaron en esta simulación, tanto que el mismo Bernabé se vio arrastrado con ellos a la simulación. Ahora que, cuando yo vi que su conducta no cuadraba con la verdad del Evangelio, le dije a Pedro delante de todos: «Si tú, siendo judío, vives a lo gentil y no a lo judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a las prácticas judías?»


Salmo 116,1.2 R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones, 
aclamadlo, todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros, 
su fidelidad dura por siempre. R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,1-4:

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»


DE LA PALABRA DEL DIA
Cuando oréis decid: Padre. Lc 11,2
¿Cómo vivir esta Palabra?
“Enséñanos a orar” le pidieron los apóstoles a Jesús, después de haberlo visto muchas veces recogido en profunda oración.
Pero ¿ellos no rezaban? ¡Por supuesto que sí! Sin embargo intuían que la suya era un incierto balbuceo, un recitar salmos que  nada tenía que ver en comparación con aquel sumergirse de Jesús en Dios. De aquí la humilde petición a la que nos sentimos unidos  también nosotros que, como ellos, experimentamos a veces lo inadecuado de nuestra  oración. Lo advertimos, sobre todo en aquellos momentos de gracia en los que percibimos en nuestra propia carne la dimensión de criaturas que nos marca, haciéndonos inclinar reverentes la cabeza y apagar las  palabros en los labios frente a la inigualable grandeza de Dios. Toda la riqueza de las fórmulas, incluso aquella de los mismos salmos,  también nos parecen insuficientes . ¡Y lo son! Por tanto ¿Cómo rezar, cómo dirigirnos a Él?
Lineal y sorprendente es la respuesta de Jesús: “¡Decid: Abbà!”, expresión que nosotros nos hemos apresurado a corregir  con otra más ‘digna’: “Padre”.  Pero Jesús no dijo Padre, sino propiamente “Abbà”, usando un término que  hoy todavía se puede  captar en los labios del pequeño palestino que empieza a balbucir aquella llamada dulce y tierna  para el corazón de su padre.
¡Abbà, papá! Nos escandalizaríamos si no hubiese sido Jesús mismo quien nos indicase, en esta llamada afectuosa y extremadamente confidencial, la oración  por excelencia. Después la oración se desarrolla con otras peticiones que son, sencillamente, un abrir el corazón a aquel “Abbà” en el que está toda nuestra confianza. De por sí  bastaría esta sola palabra, síntesis de una actitud profunda que lo dice todo: ¡soy tu hijo y tú eres mi “Abbà”!
Es en esta maravillosa realidad en la que me quiero hoy detener, dejando que el corazón  se inunde de alegría y del más profundo agradecimiento, mientras los labios susurran, gustando  toda su dulzura:          
¡“Abbà”!

La voz de una doctora de la Iglesia
En la oración tratar al Señor como un padre, un hermano, un maestro, un esposo: lo importante no es pensar mucho, sino amar mucho.                    Santa Teresa de Jesús