11 octubre 2012, jueves. XXVII semana Tiempo ordinario

Pablo a los Gálatas 3,1-5:

¡Insensatos gálatas! ¿Quién os ha embrujado? ¡Y pensar que ante vuestros ojos presentamos la figura de Jesucristo en la cruz! Contestadme a una sola pregunta: ¿recibisteis el Espíritu por observar la ley o por haber respondido a la fe? ¿Tan estúpidos sois? ¡Empezasteis por el espíritu para terminar con la carne! ¡Tantas magníficas experiencias en vano! Si es que han sido en vano. Vamos a ver: Cuando Dios os concede el Espíritu y obra prodigios entre vosotros, ¿por qué lo hace? ¿Porque observáis la ley, o porque respondéis a la fe?


Evangelio según san Lucas 11,5-13:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» 
DE LA PALABRA DEL DIA
Cuando Dios os concede el Espíritu y obra prodigios entre vosotros ¿por qué lo hace? ¿Por qué observáis la ley, o porque respondéis a la fe?. Gálatas 3,5
¿Cómo vivir esta Palabra?
Pablo no quita valor a la Ley, a los Diez Mandamiento entregados por Dios a los israelitas para custodiarlos al librarse de la esclavitud de los egipcios, sino que está señalando la autosuficiencia de quien cree poderse salvar gracias a su puntillosa observancia, la carcoma que corroe la existencia impregnada de algunos creyentes.

No, dice Pablo,  no es esto lo que libera, sino la fe en Aquel de quien sólo proviene la salvación. Cada vez que se eleva a divinidad a alguien o a alguna cosa, incluso la más santa como la Ley, sustituyendo con ella al mismo Legislador, se cae fatalmente en la idolatría y por tanto en la más humillante de las esclavitudes. Hoy quizás, más que el culto a la Ley en sí, se verifica algo todavía más degradante, basta pensar  en los ídolos  que nos propone la sociedad: dinero, sexo, poder… Todas cosas en sí objetivamente buenas mientras no se convierten en ídolos, como la Ley cuando su observancia es sugerida por la engañosa pretensión  de escalar  la meta de la santidad auto-exaltándose, en lugar de acoger humildemente el don santificador del Espíritu, al que nos abre la fe.
Si el elevar a absoluto un valor relativo haciendo de él la finalidad de la vida esclaviza, el abrirse a la fe, entendida no sólo como verdad creída sino como camino que ilumina y abre a la vida en la humilde y gozosa  acogida del Espíritu, nos restituye a la dignidad  filial con  la que hemos sido marcados  desde el primer instante: llamados a ser  imagen, hijos de Dios y por ello soberanos en relación con todo el universo.

En mi pausa contemplativa, quiero invocar hoy al Espíritu Santo para que a su luz pueda  reconocer y arrojar fuera cuanto en mi tender a Dios, puede haber de búsqueda de mí mismo.
Espíritu Santo, Espíritu de Verdad, limpia mi mirada para que sepa distinguir lo que viene de Dios y lo que viene de mi yo, y para que mi fe sea auténtica y produzca adhesión a Cristo, único Camino, Verdad y Vida.

La voz de un santo
Seamos sinceros. ¿Por qué no siempre renovamos la sociedad, por qué  no tenemos siempre la fuerza de arrastrar? ¡Nos falta la fe, la fe ardiente! Vivimos poco de Dios y mucho del mundo: vivimos  una vida espiritual  tísica, falta aquella verdadera vida de fe y de Cristo en nosotros, que  tiene .dentro  de sí  toda la aspiración a la verdad  y al progreso social;  que penetra todo y a todos, y llega hasta los más humildes obreros. Nos falta aquella fe que hace de la vida un apostolado ferviente en favor de los míseros y de los oprimidos, como es toda la vida y el evangelio de Cristo Jesús. San Luis Orione