8 octubre 2012, lunes. XXVII semana Tiempo ordinario

Pablo a los Gálatas 1,6-12:

Me sorprende que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó a la gracia de Cristo, y os hayáis pasado a otro evangelio. No es que haya otro evangelio, lo que pasa es que algunos os turban para volver del revés el Evangelio de Cristo. Pues bien, si alguien os predica un evangelio distinto del que os hemos predicado –seamos nosotros mismos o un ángel del cielo–, ¡sea maldito! Lo he dicho y lo repito: Si alguien os anuncia un evangelio diferente del que recibisteis, ¡sea maldito! Cuando digo esto, ¿busco la aprobación de los hombres, o la de Dios?; ¿trato de agradar a los hombres? Si siguiera todavía agradando a los hombres, no sería siervo de Cristo. Os notifico, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.


Salmo 110,1-2.7-8.9.10c R/. El Señor recuerda siempre su alianza

Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.
Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud. R/.
Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.
La alabanza del Señor dura por siempre. R/.

Evangelio según san Lucas 10,25-37:

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»


DE LA PALABRA DEL DIA
Hermanos: me sorprende que tan pronto  hayáis  abandonado  al que os llamó  por amor a Cristo y os hayáis pasado  a otro Evangelio. No es que haya otro Evangelio, lo que pasa es que algunos  os turban para volver del revés el Evangelio de Cristo. Gálatas 1,6-7.

¿Cómo vivir esta Palabra?
Pablo, que había vivido en su propia carne la experiencia de un encuentro con Cristo tan fuerte que lo había transformado de perseguidor encarnizado en intrépido apóstol, no consigue convencerse cómo se puede cambiar tan fácilmente de bandera, cediendo a los ataques de quien tiene el sólo fin de subvertir el evangelio de Cristo.  La  suya, más que una severa amonestación, es el gemido de un corazón apasionado por Cristo y poseído de un celo paternal hacia aquellos que había engendrado en la fe. ¿Cómo era posible olvidar tan de prisa a Quien había dado su vida para que gozáramos de la vida en abundancia?
Un interrogante que nos llega vivo de nuestra sociedad, de nuestra vida diaria. ¿No estamos también nosotros bombardeados por mensajes  más o menos engañosos, tendentes a hacer mella en la fe de Cristo, más aun, a banalizar, cuando no se llega a ridiculizarla y a embadurnar la misma realidad? Y nosotros ¿cómo reaccionamos?  Una sonrisita cómplice, un obsequioso reconocimiento de la libertad de expresión, incluso si ofende y lesiona los valores en los que creemos, un insensible y progresivo adecuarnos  dejando que se diluya nuestra fe.
Obviamente no se trata de bajar al campo de batalla armados con fusiles, sino de tomar respetuosa y civilizadamente posición, dando pero exigiendo respeto para aquello en lo que creemos y a lo que tratamos de conformar nuestra conducta y, sobre todo,  guardándonos de la tentación de adecuarnos servilmente al  standard de vida que viene insinuado.

Quizás, hoy, no estaría de más una seria reflexión sobre  las convicciones que sostienen nuestra  fe y sobre cómo  éstas  influyen  en nuestra vida personal y relacional.
Señor, concédeme ponerte como piedra angular de mi vida, y dame valor  para permanecer sólidamente anclado a ella, incluso desafiando  la compasión de quien no logra resistir las sugestiones del “todos lo hacen así”.

La voz de un pianista
Sé siempre impávidamente cristiano, pronto a arriesgarse santamente  por el triunfo de tu Señor y Rey. Suscita en ti estos sentimientos de bravura cristiana pensando  también en la gran bondad de Dios hacia ti. ¿Qué mérito tienes para ser llamado a la verdadera fe?  G. Nardi