27 septiembre 2012, jueves. XXV semana Tiempo ordinario

Del libro del Eclesiastés 1,2-11:

¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, mientras la tierra siempre está quieta. Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir. Camina al sur, gira al norte, gira y gira y camina el viento. Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice:«Mira, esto es nuevo», ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.

Samol 89 R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna. R/.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

Evangelio según san Lucas 9,7-9:

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que habla aparecido Elías, y otros que habla vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenla ganas de ver a Jesús.

DE LA PALABRA DEL DIA
Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Sal 89,1
¿Cómo vivir esta Palabra?
La liturgia de estos días nos presenta algunos pasajes de los textos sapienciales y nos invita por una parte a la lectura  íntegra de los libros  y, por otra,  a meditar su mensaje en conexión con los otros pasajes propuestos.
Parece que el autor del Libro de Qohélet y el del salmo responsorial  de hoy hayan pasado por una experiencia similar. Su mirada hacia atrás, aparentemente, no es de las muy alentadoras: se vuelve a la génesis de los tiempos, al polvo y a la hierba que florece por la mañana y por la tarde la siegan y se seca, al hombre cuyos días se desvanecen en las culpas y el en el olvido.
No obstante hay un recuerdo que los une: Qohélet lo susurra quizás sólo en la mente, el salmista lo expresa en voz alta: ¡Tú, Señor, has sido nuestro refugio de generación en generación! Su convicción continúa en una súplica confiada para que la bondad del Señor lo sacie por la mañana hasta el final de los días y haga prósperas las obras de sus manos, con el fin de manifestar a los hijos la grandeza y el esplendor del Creador, de generación en generación. Esta es la “novedad” que persigue también Qohélet (cf 1,2-11), para saciar sus ojos cansados de mirar, sus oídos hartos de oír, su memoria  perdida.
También aunque lejano y un poco ofuscado, este recuerdo de la presencia constante y segura del Señor estará en el trasfondo de la búsqueda del tetrarca Herodes: ver a aquel  que realiza obras  maravillosas entre la gente del pueblo (cf. Lc 9,7-9). Un deseo que puede llegar a ser el comienzo de una verdadera conversión.

Señor, enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato. Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo (Sal 89, 12-14).

La voz del santo de hoy:
Es necesario ser como los rayos del sol que se posan continuamente sobre la inmundicia y no obstante no se manchan
                                                                                  Vicente de Paoli