23 septiembre 2012. XXV domingo Tiempo ordinario

DE LA PALABRA DEL DIA
Jesús acercó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó  y les dijo: “El que acoge  a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mi…”. Mc 9,36-37ª

¿Cómo vivir esta Palabra?
Jesús, según la narración de Marcos, iba con sus discípulos camino de Jerusalén, hacia el cumplimiento de su misión, hacia el desvelamiento del misterio  que anunciaba. Por segunda vez les habla de su pasión, muerte y resurrección; habla a aquellos que lo siguen, pero que no lo comprenden, al contrario, durante el camino se pierden en fútiles discusiones sobre quien de ellos era más importante.
Entonces, una vez más y fuera de los esquemas que competían a un maestro, Jesús  dio comienzo a una instrucción sencilla, comprensible, autorizada: se sentó, cogió a un niño, lo puso en medio de ellos y lo abrazó. Y fue en este cálido abrazo donde  transmitió a los discípulos de todos los tiempos la invitación a la acogida  incondicional de toda persona en la que, tras la imagen del niño, pueda vislumbrarse el rostro del necesitado,  del débil y del frágil, de aquel que está pronto a acoger el mensaje del Enviado y a abandonarse en serena comunión con Él.
Quien acoge a un niño, efectivamente, acoge a Jesús, acoge a Quien lo  ha mandado, acoge su Palabra, sabiendo que podrá hacer  y desarrollar obras inspiradas  por la mansedumbre  y la sabiduría (Cf.St 3,13.17-18)

Señor, sé Tú quien sostenga mi vida y enséñame la sabiduría  que viene de lo alto: pura, amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y de buenas obras, imparcial y sincera.

La voz de una pequeña santa
“Soy solamente una niña, incapaz, débil, sin embargo mi misma debilidad me da  audacia para ofrecerme a tu amor ¡Jesús!”          Teresa del Niño Jesús



¿POR QUÉ LO OLVIDAMOS?

         Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado a los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que "no le entendieron y les daba miedo preguntarle". En estas palabras se adivina la pobreza de los cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.
         Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: "¿De qué discutíais por el camino?". Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido quién era el más importante. Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
         Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.
         La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No lo hemos de olvidar.
         Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
         Antes que nada, acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas, los necesitados de apoyo, defensa y acogida. No han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra atención.
         Luego, Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así. Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí...acoge al que me ha enviado".
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto?
José Antonio Pagola

23 de septiembre de 2012
25 Tiempo ordinario (B)
Marcos 9, 30-37