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septiembre 2012, jueves. XXIV semana Tiempo ordinario
Lucas 7,36-50:
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debla quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»
DE LA PALABRA DEL DIA
Los
invitados empezaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que hasta perdona
pecados? Pero Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz. Lc
7, 49-50
¿Cómo vivir esta Palabra?
Los
invitados, fariseos y escribas
ricos, habían oído las palabras
de Jesús a la pecadora: “Tus pecados te
son perdonados”. Debió haber corrido
un estremecimiento por sus venas
porque –lo sabemos bien- sólo Dios puede
perdonar los pecados. ¿Pudo llegar a plantearse su conciencia la idea que aquel Jesús, el Rabbí de Nazaret
que hacía milagros entre el pueblo, pudiera ser el Hijo de Dios?
“Pero Jesús dijo a la mujer…”
Ese “Pero” (conjunción adversativa)
expresaba bien el hecho que Jesús sellaba
aquella magnífica escena del perdón con una frase que nos da luz también a
nosotros hoy.
La
mujer creyó a Jesús, tuvo fe en su Palabra. Precisamente la
apertura del corazón a la plena confianza en Él la puso en grado de
recibir la salvación.
Señor Jesús, tengo
necesidad que Tú reavives también hoy mi fe. Hazla actitud interior de plena confianza en Ti, en tu Palabra que
escucho cada día. ¡Tú eres Dios, Tú puedes perdonar! Haz que en mi camino
espiritual no exento de dudas y fatigas, una cosa me sea bastón y seguridad: el
respirar la breve e intensa oración:
La voz de un profesor de Sagrada Escritura
Jesús ve a la mujer a la luz del modo en la que Dios la
considera, habiéndola creado junto al
hombre y rica de la misma identidad
Hermenegildo Manicardi