5 junio 2012, martes. IX semana Tiempo ordinario
DE LA PALABRA DEL DIA
Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Marcos 12, 13-14
¿Cómo vivir esta Palabra?
Los fariseos y herodianos se acercaron a Jesús para tenderle una trampa, sirviéndose de una pregunta comprometedora:“¿Es lícito o no pagar tributo al César?”
Jesús, como siempre, al responder a la pregunta de sus interlocutores va a la raíz del problema, descolocándolos: existen los derechos de Dios y los del César.  Ambos tienen su puesto en la jerarquía de valores. Y no sólo, si se pone a Dios en el primer puesto, también  los derechos  del Estado son reconocidos. Se trata, pues de  captar con claridad  y sin compromisos quién es el Absoluto (Dios), y quien el relativo (César).
La respuesta sencilla de Jesús nos interpela también a nosotros, sobre todo en estos momentos cruciales de la historia, puesto que  las tristes situaciones de los pueblos  y de los estados chocan con la lógica del Evangelio y nos ponen ante la necesidad de hacer opciones  valientes, contracorriente e  impopulares.
Más que nunca, debemos aclarar a nuestra conciencia quien es Dios y quien es el César, empeñándonos en poner en el centro de todo a Aquel que es el Señor de la historia, para que nos indique qué es agradable a sus ojos  y qué es conforme  con su voluntad, más allá de toda ideología y, más aún, más allá de todo delirio de  omnipotencia.

Hoy, en mi pausa contemplativa le pediré al Señor el don de la sabiduría, para saber tener firme el primado de Él en mi vida. Le pediré  también el don de profecía para saber buscar en el Evangelio las respuestas adecuadas que las solicitaciones de la historia exigen  de mi conciencia cristiana.
Que por encima de todo, esté tu Señorío, oh Dios de la Vida,  y que sobre todo lo que digamos o hagamos prevalezca siempre  la fuerza liberadora de tu Palabra.

Palabras de un profeta
Tú, oh Señor, eres el mismo fundamento y la estabilidad del Ambiente eterno, sin tiempo ni espacio, en el que gradualmente nuestro Universo emerge y se realiza, perdiendo los límites que lo hacen aparecer tan vasto a nuestros ojos. Todo es “ser”, hay solo “ser” por doquier, excepto en la fragmentación de las criaturas y en la oposición  de sus átomos.                                                                             
Teilhard De Chardin