7 mayo 2012, lunes. V semana de Pascua
DE
LA PALABRA DEL DIA
El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada
en él. Jn
14,23
¿Cómo
vivir esta Palabra?
Este
texto que de la liturgia de hoy revela la intensidad de amor que, por parte de
Dios, se convierte en promesa de una inimaginable intimidad.
Una
vez más, el evangelista Juan nos introduce en lo profundo del misterio de
Dios-Amor. Pero es necesario también notar que nos pone a cubierto de toda ilusión.
En él la dimensión de la profundidad va a la par de lo concreto, del realismo inequívoco. Dice en efecto: “Quien me ama guardará mi palabra”, esto es: traduce en práctica de
vida mis enseñanzas.
La
aspiración típica del hombre de hoy es, aunque de modo vago y con frecuencia
torcido, la aspiración a la mística. Quiere ser introducido en el misterio de
Dios; realmente ya no se contenta con una fe convertida sólo en una norma moral
o quizás moralista. Y esto es positivo.
La inquietud del corazón humano es efectivamente, como para san Agustín, la aguja magnética de
una brújula que, aún dentro de su oscilación, busca a Dios. Pero es necesario
aclarar las ideas Si “guardas”, es decir,
vives la Palabra del Señor comenzando desde los mandamientos, si orientas tus
días hacia lo primero de todo que es
el mandamiento del amor recíproco, entonces
sí que es posible que en algún momento, de algún modo experimentes que Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios-Amor trinitario habita en ti. Y esto con todo
lo que de ello se deriva: que es paz profunda y mayor capacidad de amar.
Hoy, en mi pausa contemplativa, pasaré del tiempo
a la alegría del agradecimiento. Dejaré que esta Palabra me penetre, me serene,
me dé la medida de cuánto vale mi persona, mi vida, mi
mismo cuerpo, dentro de esta intimidad
con el Señor. Y rezaré:
Mi
Dios, Trinidad que adoro, permanece en mí y haz que yo permanezca de tal modo
en tu amor que arroje fuera de mi vida toda ilusión: la pretensión de poseerte sin
unir mi voluntad a la tuya que siempre me mandas amar a mi prójimo.
La
voz de un Padre de la Iglesia
Aquel que ama
verdaderamente a Dios, observa sus mandamientos, y Dios entra en su corazón y permanece
allí, porque el amor de Dios llena de tal modo su corazón, que al tiempo de la
tentación, no se mueve. Éste entonces, ama de verdad, porque un placer ilícito
no le cambia la mente. San Gregorio Magno
CONTACTO
PERSONAL
Según el relato evangélico de Juan, en
vísperas de su muerte, Jesús revela a sus discípulos su deseo más profundo: "Permaneced
en mí". Conoce su cobardía y mediocridad. En muchas ocasiones les ha
recriminado su poca fe. Si no se mantienen vitalmente unidos a él no podrán
subsistir.
Las
palabras de Jesús no pueden ser más claras y expresivas: "Como el
sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros si no permanecéis en mí". Si no se mantienen firmes
en lo que han aprendido y vivido junto a él, su vida será estéril. Si no viven
de su Espíritu, lo iniciado por él se extinguirá.
Jesús
emplea un lenguaje rotundo: "Yo soy la vid y vosotros los
sarmientos". En los discípulos ha de correr la savia que proviene de
Jesús. No lo han de olvidar nunca. "El que permanece en mí y yo en él,
ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada". Separados
de Jesús, sus discípulos no podemos nada.
Jesús
no solo les pide que permanezcan en él. Les dice también que "sus
palabras permanezcan en ellos".
Que no las olviden. Que vivan de su Evangelio. Esa es la fuente de la que han
de beber. Ya se lo había dicho en otra ocasión: "Las palabras que os he dicho son espíritu y vida".
El
Espíritu del Resucitado permanece hoy vivo y operante en su Iglesia de
múltiples formas, pero su presencia invisible y callada adquiere rasgos
visibles y voz concreta gracias al recuerdo guardado en los relatos evangélicos
por quienes lo conocieron de cerca y le siguieron. En los evangelios nos
ponemos en contacto con su mensaje, su estilo de vida y su proyecto del reino
de Dios.
Por
eso, en los evangelios se encierra la fuerza más poderosa que poseen las
comunidades cristianas para regenerar su vida. La energía que necesitamos para
recuperar nuestra identidad de seguidores de Jesús. El Evangelio de Jesús es el
instrumento pastoral más importante para renovar hoy a la Iglesia.
Muchos
cristianos buenos de nuestras comunidades solo conocen los evangelios "de
segunda mano". Todo lo que saben de Jesús y de su mensaje proviene de lo
que han podido reconstruir a partir de las palabras de los predicadores y
catequistas. Viven su fe sin tener un contacto personal con "las palabras
de Jesús".
Es
difícil imaginar una "nueva evangelización" sin facilitar a las
personas un contacto más directo e inmediato con los evangelios. Nada tiene más
fuerza evangelizadora que la experiencia de escuchar juntos el Evangelio de
Jesús desde las preguntas, los problemas, sufrimientos y esperanzas de nuestros
tiempos.
José Antonio Pagola
6 de mayo de
2012
5 Pascua (B)
Juan 15, 1-8
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