20 mayo 2012. Solemnidad de la Ascensión

DE LA PALABRA DEL DIA
¿Qué quiere decir ‘subió’ sino que antes bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para ser plenitud de todas las cosas. Efesios 4, 9-10
¿Cómo vivir esta Palabra?
San Pablo nos lleva al corazón de la realidad  que es todo el misterio de Cristo,  orientándonos a captar la estrecha unión que existe entre el misterio de hoy de la ascensión de Jesús al cielo y el de su encarnación.
Es hermoso volver al prólogo de Juan con aquellas palabras que aún siempre balbuciendo, dicen de Cristo que Él era “la Luz verdadera que ilumina a todo hombre”, aquel, “por el que todo ha sido hecho”, el Verbo mismo de Dios: Dios de Dios, venido a habitar  en medio e nosotros, haciéndose hombre, carne de nuestra carne. Precisamente Él experimentó después de la dolorosa muerte en cruz, no sólo  el ímpetu glorioso del salir del sepulcro, sino también el de ascender al cielo que  manifestó a los discípulos  la realidad de su vuelta al Padre entrando de nuevo en su gloria.
La ascensión es un evento testimoniado por cuantos vieron con sus ojos  realizarse  lo que Jesús había prometido.  No sólo Él entró en la situación de vida plena y de gozo  de la que había venido, sino – dice el texto- “dio plenitud a todas la cosas”. ¿Y de qué  las llena sino de una misteriosa vitalidad que las regenera continuamente para gloria de Dios  y para nuestro bien?

Quien ha dicho que el cristianismo es una religión  de dolor y de muerte no ha leído  o no ha profundizado estas palabras.
Señor, te pedimos entrar en el corazón  de esta verdad tan consoladora. Tú has subido al cielo donde, por tu gracia, nos llevarás también a nosotros.  Pero has  hecho más. Toda realidad viviente, desde la flor del campo,  desde el cachorro a la vaca, a toda criatura Tú la has colmado de valores. Hazme alegremente consciente y agradecido.

La voz de una testigo
He descubierto que verdaderamente  Él es el Camino: en Él  encontré todo  aquello que mi corazón buscaba, en Él  encontré la paz, en Él encontré  la alegría,  en Él encontré  un sentido a mi existencia, en Él encontré aquellos colores capaces de llenar, de colorear de cielo mi pequeña vida.                                               Chiara Amirante
 ASCENSIÓN: NEVO COMIENZO        
            Los evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo, han de "hacer discípulos" que aprendan a vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser "testigos" de lo que han vivido junto él. Marcos lo resume todo diciendo que han de "proclamar el Evangelio a toda la creación".
         Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace veinte siglos.
         Por otra parte, muchos cristianos no conocen directamente el Evangelio. Todo lo que saben de Jesús y su mensaje es lo que pueden reconstruir de manera parcial y fragmentaria escuchando a catequistas y predicadores. Viven su religión privados del contacto personal con el Evangelio.
         ¿Cómo podrán proclamarlo si no lo conocen en sus propias comunidades? El Concilio Vaticano II ha recordado algo demasiado olvidado en estos momentos: "El Evangelio es, en todos los tiempos, el principio de toda su vida para la Iglesia". Ha llegado el momento de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús.
         Nada puede regenerar el tejido en crisis de nuestras comunidades  como la fuerza del Evangelio. Solo la experiencia directa e inmediata del Evangelio puede revitalizar a la Iglesia. Dentro de unos años, cuando la crisis nos obligue a centrarnos solo en lo esencial, veremos con claridad que nada es más importante hoy para los cristianos que reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los relatos evangélicos.
         Lo primero es creer en la fuerza regeneradora del Evangelio. Los relatos evangélicos enseñan a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Hacen vivir la vida cristiana, no como deber sino como irradiación y contagio. Es posible introducir ya en las parroquias una dinámica nueva. Reunidos en pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
         Hemos de volver al Evangelio como nuevo comienzo. Ya no sirve cualquier programa o estrategia pastoral. Dentro de unos años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús no será una actividad más entre otras, sino la matriz desde la que comenzará la regeneración de la fe cristiana en las pequeñas comunidades dispersas en medio de una sociedad secularizada.    ( José Antonio Pagola)
20 de mayo de 2012
Ascensión del Señor (B)
Marcos 16, 15-20