comienza el mes de María Auxiliadora de 24 de abril a 24 de mayo
24
abril 2012, martes. III semana de Pascua
DE
LA PALABRA DEL DIA
Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos y, como un solo hombre,
se abalanzaron sobre él. Hch 7, 56-57
¿Cómo
vivir esta Palabra?
Esteban
vive la hora de su martirio, con una tal certeza de fe y esperanza que es como
si ya el cielo se abriese sobre él, tan luminosamente resplandecía en su
corazón. Esteban, integrando su clara fe
en Dios Padre con la fe cristiana que
era la fe en el Hijo, ve la gloria de Dios
y a Jesús a su derecha, y lo proclama con estática alegría. Pero su luz, mejor, su ser hijo de la luz,
desencadena las tinieblas del odio y de la violencia: la rabia de aquellos que
no querían saber de Jesús ni de sus
testimonios. El texto expresa dicha
rabia con estas fuertes palabras: “Se
taparon los oídos y como un solo hombre se abalanzaron sobre él”.
Ciertamente,
también en el mal, en el anti-amor, hay coaliciones. La ceguera que nace de la
rebelión de quien no acepta la verdad acerca del propio mal obrar, suscita el
gesto que está entre lo ridículo y lo
trágico: el de taparse los oídos lanzando fuertes gritos de injusta condena. Lo que después sucede es el
fruto maduro de un rencor, odio, envidia
e injusta condena que no pueden ya contener. No uno a uno, sino todos juntos se
abalanzan contra Esteban dándole muerte mediante la lapidación.
Contemplar hoy
esta escena dura y dramática y, sin embargo, fulgurante, supone persuadirse que lo que cuenta, también hoy,
en un mundo paganizado, es optar por vivir
como testigos de Cristo, cueste lo que cueste. No seremos lapidados sino
ironizados y no recompensados por las leyes civiles ni por los distintos
apoyos. Resplandecerá, sin embargo, el sol de Cristo en nuestro corazón y su gloria
será también la nuestra.
La
voz de un teólogo
Los libros, los
documentos, los razonamientos no nos podrán nunca convencer y convertir. De lo que hay necesidad es de la luz de una
nueva vida, de la irradiación de un rostro, del
latido de un corazón: es del don de toda una vida.
Maurice
Zundel