DE
LA PALABRA DEL DIA
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda
criatura. Mc
16,15
¿Cómo
vivir esta Palabra?
En
la gloria de su resurrección, Jesús se aparece a los once apóstoles, (Judas se
había marchado la noche de la traición) y una vez más se muestra interesado por nuestra salvación:
la que coincide con el alegre anuncio del evangelio no sólo a todos los hombres
sino a toda criatura, es decir, a todo el universo.
Precisamente
en este tiempo pascual, en el que el despertar de la naturaleza coincide con el
canto del Alleluia, vale la pena detenernos en el significado profundo de las
palabras. Por ello ¿qué significa predicar el evangelio a toda criatura? Ya la
invitación de Jesús sería universal si hubiese dicho: predicad el evangelio a
todos los hombres. En cambio dice “a toda criatura”.
Es
muy bella esta total inmersión de cada realidad creada, en la vida renovada del
misterio de Aquel que, resucitando, venció a la muerte. Es una urgente invitación a vivir el asombro más
allá del que proporciona la naturaleza que nos rodea. Es una invitación a
promoverla, a protegerla, a evitar toda explotación abusiva y egoísta.
Anunciar el
evangelio quiere decir hacer conscientes a todos y a todo que somos amados; que
quien nos ha creado también nos ha salvado, que tenemos un destino de gloria
para siempre. Sí, a toda criatura es anunciada
la salvación: ante todo a ti que
eres hombre, mujer, anciano, niño, pero
después también al perro, al gato a la oveja, al pajarillo, a los árboles y a las flores y a la hierba.
Señor, vivo
con alegría la conciencia de ser una criatura tuya evangelizada, y te
pido poder evangelizar lo que vive dando
amor y alegría.
La voz de la Iglesia
“Así, pues, incumbe a todos lo laicos la preclara empresa de
colaborar para que el divino designio de
salvación alcance más y más a todos los hombres de todos los tiempos y en todas
las partes de la tierra. Por consiguiente, ábraseles por doquier el camino para
que, conforme a sus posibilidades y según las necesidades de los tiempos, también ellos
participen celosamente en la obra salvífica de la Iglesia”.
Lumen gentium 33