23 abril 2012, lunes. III semana de Pascua

DE LA PALABRA DEL DIA
Unos cuantos de la sinagoga llamada de los Libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no  lograban hacer  frente a la sabiduría y al espíritu  con que hablaba. Hch 6, 8-9
¿Cómo vivir esta Palabra?
En el arresto de Esteban, el primer mártir, se refleja en cierta medida lo sucedido a Jesús. Esteban estaba lleno de gracia y ejercía  sobre el pueblo aquel poder  que es la fascinación de los hombres libres seguidores de Cristo. 
Los que empezaron la disputa con él, eran gente de religión hebrea y de diversas nacionalidades. Habrían querido vencer, pero Esteban hablaba con una “sabiduría inspirada” que revelaba su superioridad  espiritual. El pueblo, evidentemente estaba con él.  Y así la envidia y celos se dieron la mano para que los hombres de la sinagoga se enfurecieran y soliviantaran a la gente fácil a la acusación engañosa.  Y, es de  notar, la calumnia surge dentro de su religiosidad.  Esteban,  diácono, según ellos era reo de blasfemia “contra Moisés y contra Dios”. He aquí: Jesús, según sus acusadores, había sido blasfemo proclamándose Hijo de Dios,  Esteban, según sus opositores, había incurrido en la misma iniquidad.
Es de observar que, a lo largo de la historia, no han sido pocos los casos en los que la condena de hombres justos fue motivada mediante acusaciones injustas de un comportamiento opuesto a la fe en Dios y al honor  a Él debido.

Señor, que ni de pensamiento ni de palabras yo me erija en juez  para condenar a nadie.  Y, sobre todo, que nunca tu Palabra  sea arma contra mi prójimo sino luz y salvación.

La voz de un doctor de la Iglesia
Señor,  concédeme ver mis pecados  y no juzgar al hermano.
                                                                                                          San Efrén.