30 abril 2012, lunes. IV semana de Pascua

DE LA PALABRA DEL DIA

Yo soy la puerta. Juan 10,7

¿Cómo vivir esta Palabra?

“Yo soy la puerta”: y en seguida se abre de par en par  ante nuestros ojos  un horizonte abierto, pleno de aire y de luz y, al mismo tiempo, la calidez acogedora de una casa  custodiada.  La puerta es efectivamente lo que garantiza la seguridad, el calor, la intimidad del ámbito familiar, juntamente con la posibilidad de entrar y salir, actuando libremente.

Bajo la metáfora está la realidad del Resucitado que con su cruz se erigió en baluarte contra el enemigo: verdadero Buen Pastor que no dudó en exponer la propia vida  para poner a salvo su rebaño, reconduciéndolo al Reino de su Padre, a la casa de la que se había torpemente alejado. Pero con la misma cruz también abrió de par en par  ante ellos  la visión de una vida inundada de luz, que no conocerá la palabra  fin.

A Jesús, que resucitó como  primicia, le seguirán los otros “muchos”  por los que vertió su sangre. Además, Él los pone en guardia frente a los que llegan a la casa, aunque no pasando de la puerta, tratando de deslumbrarlos con propuestas atrayentes pero incapaces de asegurar plenitud de vida. También los precede en el camino, los alimenta  con el Pan de su Cuerpo, y  los socorre y sostiene con los sacramentos.

Es en nuestra vida diaria donde se corre el riesgo de vivir con superficialidad  y por tanto sin darnos cuenta de todas sus consecuencias. Por tanto, si esta puerta  está abierta de par en par en mi existencia, es una invitación a permanecer con Él en la intimidad  del corazón y, al mismo tiempo,  a salir  tras Él para encontrar cuanto puede darme vida.



Hoy, pensaré  en todas estas ideas al entrar en mi corazón.

Señor, hazme atento a no caer en los lazos de los que no pasan  por Ti-Puerta, y hazme también pronto a seguirte  a donde Tú quieras conducirme.



La voz de la Iglesia

La fe es una adhesión  filial a Dios, más allá  de lo que sentimos y comprendemos. Ello llega a ser posible  porque el Hijo amado nos abre el acceso al Padre. Él puede  pedirnos  “buscar” y “llamar”, porque Él mismo es la puerta  y el camino.

                                                                                   Catecismo de la Iglesia Católica