29 abril 2012. IV domingo de Pascua
DE LA PALABRA DEL DIA
Yo soy el ben Pastor, conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen. Jn 10,14
¿Cómo vivir esta Palabra?
A la luz de la resurrección, ¡cuantas resonancias nuevas asume esta expresión de Jesús! Dio su vida por mí, por nosotros, por todos, y con este gesto levantó totalmente el velo que escondía a nuestros ojos el rostro de Dios, de forma que podamos decir con toda verdad: ¡yo lo conozco, yo he experimentado su amor! Un muy tierno abrazo en el que me he descubierto conocido, sin tener necesidad de esconderme, de huir. La antigua fuga de Adán, aquí, a los pies de la cruz, revela todo su absurdo: ¿por qué huir, por qué intentar sustraerse a la mirada de quien no ha vacilado en dar la vida por nosotros?
Aquel versículo del salmo: “Tú me sondeas y me conoces”, aflora a los labios como un grito de alegría: sí, soy conocido en mi realidad más íntima y profunda, en la riqueza y en la limitación que me marcan, en mis impulso de bien y en las sombras que hacen pesado mi paso. Conocido sin ser juzgado, porque el amor conoce solo el perdón, que vuelve a impulsar y que apunta decididamente sobre las potencialidades de bien que permanecen más allá del error.
Un conocimiento, pues, que se convierte en llamada a la reciprocidad propia del amor: conocido conozco, descubro el rostro del amor que me envuelve y me redime, lo conozco con un impulso cada vez mayor, que me hace avanzar cada vez más en su misterio, y transforma mi vida en una tensión permanente hacia un ‘más’ del que ya saboreo la plenitud. Y en esta tensión el corazón se pacifica y desborda de gozo.
Hoy, en mi pausa contemplativa, quiero permanecer en adoración ante el Crucificado-Resucitado, verdadero buen Pastor que me acoge y me guía.
“Señor, Tú me sondeas y me conoces”: en esta expresión siento la alegría de descubrirme alcanzado por tu mirada. Que yo no intente nunca sustraerme a ella sino que busque más bien encontrarla, para leer en ella todo el amor que me tienes y así poder conocerte cada vez más y mejor.
La voz de una doctora de la Iglesia
El amor de Nuestro Señor se revela igual tanto en el alma más sencilla como en el alma más sublime. Y es porque es propio del Amor abajarse misericordiosamente […] cuanto más desciende el buen Dios hasta las almas más pequeñas, tanto más demuestra su grandeza infinita.
Santa Teresita del Niño Jesús
VA CON NOSOTROS
El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.
No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús buen pastor se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de ellas.
El "pastor bueno" se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida abandonando al rebaño. No le importan las ovejas.
Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.
Pero hay algo más. "El pastor bueno da la vida por sus ovejas". Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor que no huye ante el peligro sino que da su vida por salvar al rebaño.
Por eso, la imagen de Jesús, "pastor bueno", se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta... aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida".
Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas o perdidos y desorientados.
Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades..., corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero, ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Da a conocer al Buen Pastor. Pásalo.
|
29 de abril de 2012
4 Pascua (B)
Juan 10, 11-18
|