9 marzo 2012, viernes. II semana de Cuaresma
DE LA PALABRA DEL DIA
Por allí viene el soñador. Ahora, pues, venid, matémoslo y echémoslo en un pozo cualquiera y
diremos que algún animal feroz lo
devoró. Veremos entonces en qué paran sus sueños. Génesis 37, 19-20
¿Cómo
vivir esta Palabra?
José, ¿un
soñador fuera de la realidad o un hombre abierto a Dios? Una pregunta que se
impone también en nuestros días, dado que de “José” se ha propagado la
historia, aquella historia que a veces pasa sin que se la note demasiado y con frecuencia
se la hace objeto de irrisión y de
persecución por parte de los bien pensantes
de turno. No obstante, son precisamente estos soñadores los que logran abrir
sendas inéditas allí donde la esperanza parece definitivamente sepultada, y con
la esperanza llegan a despertar energías atormentadas convirtiéndose de
soñadores marginados en primer alpinista, de escaladores decididos a alcanzar
la cima. Y si hay un tiempo que tenga particular necesidad de estos hombres y
mujeres capaces de soñar, es precisamente
el nuestro.
Tiempo de crisis,
tiempo que interpela, pide sacudirse la pereza en la que es fácil caer cuando todo procede tranquilamente,
garantizando aquel tanto de bienestar
que satisface pero no impulsa a la superación ni a la conquista. Tiempo propicio, pues, para cuantos no se resignan a dejar pasar la
vida, ni se abandonan pasivamente a lo inexorable de los acontecimientos. Protagonistas y no marionetas de una
historia de la que se sienten responsables.
Y el sueño vuelve a emerger prepotente y
estimulante, horadando las nubes oscuras que ocultan el horizonte luminoso sin
llegar a cancelarlo.
¿Las fatigas y las incertidumbres
de la hora que vivo son para mí ocasión de abatimiento o me estimulan a mejorar
la calidad de mi vida, tomada en su ser más profundo y más verdadero?
Señor,
no tengo derecho a sepultar mis sueños,
aquellos que Tú me pones en el corazón para que no pierda de vista el
horizonte, y más aún, para que siga indicándolo a los hermanos como meta
alcanzable aquí y hoy. Dame el valor de
creer todavía, no sólo en Tí, sino también en el hombre.
La
voz de un testigo
Llegar a ser vela del mundo que arrastra al género humano desde
el bajío al mar.
Tonino Bello