7 marzo 2012, miércoles. II semana de Cuaresma

DE LA PALABRA DEL DIA
Venid, maquinemos contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo de los profetas. Venid, lo heriremos en la lengua y no haremos caso de sus palabras.  Jr 18,18

¿Cómo vivir esta Palabra?
Cuando el corazón se cierra en su obstinado apego al mal,  no hay nada que logre arrancarlo. Se aparta sin el menor escrúpulo del recuerdo del bien recibido e intenta callar  las voces  incómodas, sustituyéndolas por otras  más complacientes y tranquilizadoras.
Es lo que se capta en el grito angustiado del profeta Jeremías, un hombre totalmente consagrado a la causa de Dios y al bien de la nación, pero rechazado por el pueblo que no estaba dispuesto a modificar un comportamiento en desacuerdo con la alianza  que lo ligaba a YHWH. Su posición no era fácilmente sostenible: por un lado las amenazas de quienes querrían suprimirlo y por el otro el fuego ardiente de una Palabra  que le había sido entregada  para  que la anunciara con su extrema aunque saludable dureza.  Ciertamente  no tenía derecho a callar, aunque fuese destrozado.
Es la postura  incómoda de quien  quiere actuar seriamente, viviendo la propia fe sin ‘rebajas’  y sin compromisos. Muchas veces no se trata ni siquiera de un anuncio verbal que pudiera resultar reprensivo, es suficiente un comportamiento que no siguiendo la corriente, se percibe como una reprensión, un hacer surgir aquella llamada queda de la conciencia  que en vano se trata de hacer callar.  No obstante, hoy como ayer,  no podemos echarnos atrás por cobardía: nuestro deber es ser luz puesta  sobre el candelero para que nadie tropiece o permanezca enredado en las redes de quien pone todo su interés  en impedir  el libre  y expedito caminar hacia  a aquel plus de vida  al  que todos anhelamos.

Y yo ¿qué clase de cristiano soy? ¿Advierto la urgencia de un testimonio limpio y lineal que ponga a la vista valores capaces de dar sentido a la vida?

Señor, con el bautismo me  has consagrado como tu profeta  para que  encarnarse tu Palabra,  única y auténtica fuente de vida.  Sostenme  con tu Espíritu para que encuentre siempre valor para anunciarla, también cuando esto resulte incómodo.

La voz de un Padre apostólico
Abandonemos la vanidad de la gente y las falsas doctrinas, volvamos a la palabra evangélica  que se nos ha transmitido  desde el principio.
                                                                                                                  San Policarpo