6 marzo 2012, martes. II semana de Cuaresma
DE LA PALABRA DEL DIA
Aunque sean vuestros pecados como la grana, como nieve blanquearán,
aunque sean rojos como púrpura, como lana blanca quedarán. Is 1,18
¿Cómo vivir esta
Palabra?
No es fácil
perdonar, pero más difícil aún es perdonarse. Frente a la admisión de un fallo
nuestro con frecuencia nos resistimos, no porque temamos la condena de los otros, sino porque nos pesa caer de algún modo ante
nosotros mismos. Es, en última
instancia, la sutil
tentación adánica: ser infalibles, es
decir, ser dioses. A veces, incluso ese insistir sobre el hecho que somos
pecadores, es una engañosa y enmascarada
rabieta por serlo y, por tanto, por tener necesidad de perdón.
La liturgia de
hoy, en nuestro camino cuaresmal, nos pide que tengamos cuidado con los lazos
del amor propio y que abramos los pulmones del espíritu al soplo vivificador de
un perdón capaz de repararnos,
haciéndonos criaturas nuevas. Un camino de humildad que lleva al reconocimiento
y a la aceptación de nuestra condición de criaturas marcadas por la limitación
y por tanto capaces de pecar, y a la consiguiente necesidad de ser perdonadas por Dios y por los hermanos.
Un sencillo
movimiento del corazón que del narcisista replegarse sobre sí mismo nos hace pasar al gozoso y exultante
descubrimiento que no hay absolutamente nada de irreparable en la vida cuando nos dejamos invadir por la
gracia.
Quiero dejar transcurrir mi pausa
contemplativa de hoy no atormentándome con el recuerdo de mis pecados, sino gozando por el perdón
que los ha borrado totalmente.
Señor,
dame un corazón nuevo, capaz de detenerse ante Ti alegrándose por todo lo que
obras en mi vida.
La
voz de los Padres del desierto
Un soldado preguntó un día a un
anciano si Dios concede el perdón a los pecadores. Y el anciano le respondió:
“Dime, querido, si vuestro manto se rompe ¿lo tiráis?”. El
soldado replicó: “No, lo reparo y sigo usándolo”. El anciano concluyó: “Si
vosotros cuidáis vuestro manto, ¿no será
Dios misericordioso con su propia imagen?”.
De los Apotegmas