26 marzo 2012. Anunciación del Señor, fiesta de la Encarnación de la Palabra
DE
LA PALABRA DEL DIA
Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: Tú no
quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo. Hebreos 10,5
¿Cómo
vivir esta Palabra?
Desde
el gran día en el que el cristiano recuerda que un arcángel en nombre de Dios
anunció a la Virgen María que iba a concebir por obra del Espíritu Santo, el
modo de referirnos al cuerpo cambió. En
la elevadísima fe hebrea la idea de Dios
era de tal manera pura que era blasfemo pensar que Dios pudiese encarnarse. Pero
las posibilidades de Dios, precisamente porque son divinas, son infinitas. Y así, por amor, (no por necesidad) el Verbo
de Dios Altísimo se hizo límite como hombre, asumiendo un cuerpo.
Desde
entonces la corporeidad revela todo su valor, su importancia y nobleza.
Ciertamente han existido períodos históricos en los que, debido a
interpretaciones erróneas, la
corporeidad ha sido vista como enemiga del hombre espiritual, negada con
prácticas de ascetismo que rozaban el masoquismo. Pero junto a los Padres de la
Iglesia, se llegó a decir con Tertuliano: “Caro
cardo salutis” (la carne es el gozne de la salvación). Y es evidente que sin la corporeidad el inefable misterio de la encarnación no
habría podido realizarse.
De aquí la
enseñanza práctica siempre actual. Mi cuerpo es don de Dios. Lo cuido saludable
y eficiente para glorificar al Señor y servir a los hermanos. Me cuidaré, sin
embargo de no idolatrarlo. Gastar dinero y tiempo en cosméticos y excesivas
terapias es convertirme en su esclavo.
Señor,
te doy gracias por mi cuerpo. Bendíceme en la dimensión de mi corporeidad, para
que mi vida sea alegre: un canto de alabanza
y de amor a Ti y a todos.
La voz de un
testigo
El amor de
Cristo es el verdadero pan multiplicado del que el hombre de todo tiempo tiene siempre una gran hambre.
Paolo Ricciardi