22 marzo 2012, jueves. IV semana de Cuaresma

DE LA PALABRA DEL DIA
Estudiáis  las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, pero vosotros no queréis venir a mi  para tener vida. Jn 5,39
¿Cómo vivir esta Palabra?
Ayer el Evangelio presentaba una clara proclamación de la identidad y de la misión de Jesús. Hoy, Jesús da testimonio de la veracidad de sus  palabras: llama a testimoniar  a  Juan Bautista, a Dios Padre y a Moisés, aquel que recibió  la ley  en la que los judíos de aquel tiempo ponían toda su esperanza, citándola con frecuencia en sus intentos de condenar a Jesús. Pero, dirá Jesús,  Moisés mismo los declararía incrédulos.
En las palabras de Jesús hay un atisbo de dolor: “pero vosotros no queréis venir a mi  para tener vida”. Pero no obstante el amor de Dios que llevó a su Hijo a encarnarse para salvarnos, sus palabras de verdad que buscaban abrir los corazones, sus acciones  misericordiosas que perdonaban y sanaban, muchos tenían dificultad para creer. Jesús les echa en cara  su ceguera, ya que ven y no creen.
También hoy, después de siglos de signos y de escucha de la Palabra, hay personas que se resisten a creer y otras que rechazan  la persona de Jesús.  Pero hay también  muchas otras que acogen a Jesús como la revelación de Dios y encuentran en Él su paz y su morada.

En mi pausa contemplativa, hoy me dejaré provocar por la pregunta de Jesús: ¿Queréis venir a mí  para tener vida?
Señor Jesús, acrecienta  en mí  la fe y el amor a Ti, para poder encontrarte no sólo en las Escrituras  sino también en la realidad  de mi vida cotidiana.

La voz de un gran guía espiritual
Mucha gente dirá; “Yo no veo nada, veo que las cosas van de mal en peor”. Hace falta el ojo de la fe para leer en los eventos míos y de mi entorno esta presencia del Espíritu Santo que construye el mundo nuevo, la Jerusalén celestial,  que no es una ciudad en el cielo separada de aquí, sino una ciudad que viene del cielo, es decir, de la fuerza de Dios y transforma todas las relaciones de esta tierra.
                                                                                  Cardenal Carlos María Martini