17 marzo 2012, sábado. III semana de Cuaresma
 
DE LA PALABRA DEL DIA
Dos hombres subieron al templo a orar […] El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás […] El publicano […] se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios! Ten compasión de mí, pecador. (Lucas 18, 10.11.13)

¿Cómo vivir esta Palabra?
“El hombre mira la apariencia, el Señor  mira el corazón” (1Samuel 16,7). Y esto es lo que quiere decir la Palabra de hoy.
El fariseo en su oración no tiene necesidad de salvación. Se siente bien consigo mismo y con los otros. En realidad hace un monólogo consigo, pero con Dios no intercambia ni siquiera una palabra.
Al fondo del templo, la oración del publicano, es la de un pecador. Se golpea el pecho pidiendo sinceramente perdón. Él sí habla con Dios.
El fariseo es el hombre de la autosuficiencia, que busca incienso más que bendiciones. 
El publicano es el hombre humilde y por esto, auténtico: sabe que tiene necesidad  de misericordia  porque es pecador y frágil. Su oración, si es verdader a oración, va de su corazón al  corazón de Dios y conmueve a nuestro buen Padre-Madre Dios. ¡Un verdadero regalo esta oración junto con el Padre Nuestro!

Hoy, en mi pausa contemplativa, pediré al Señor escuchar y dejarme conducir por el Espíritu  que ora  en mi, con una oración humilde y sincera:

Cristo Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador
 
Palabras de una santa cofundadora
Es verdad que no somos capaces de nada, pero con la humildad y la oración tendremos al Señor cercano y cuando el Señor  está con nosotros  todo va bien.

                                                                       Madre María  Mazzarello