DE LA PALABRA DEL DIA
Dos hombres subieron al templo a orar […] El fariseo, erguido, oraba
así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás […]
El publicano […] se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios! Ten compasión de mí,
pecador. (Lucas 18, 10.11.13)
¿Cómo vivir esta
Palabra?
“El hombre mira la apariencia, el Señor mira el corazón” (1Samuel 16,7). Y esto es lo
que quiere decir la Palabra
de hoy.
El fariseo en
su oración no tiene necesidad de salvación. Se siente bien consigo mismo y con
los otros. En realidad hace un monólogo consigo, pero con Dios no intercambia
ni siquiera una palabra.
Al fondo del
templo, la oración del publicano, es la de un pecador. Se golpea el pecho
pidiendo sinceramente perdón. Él sí habla con Dios.
El fariseo es
el hombre de la autosuficiencia, que busca incienso más que bendiciones.
El publicano es
el hombre humilde y por esto, auténtico: sabe que tiene necesidad de misericordia porque es pecador y frágil. Su oración, si es verdader a oración, va de su corazón al corazón de Dios y conmueve a nuestro buen Padre-Madre Dios. ¡Un
verdadero regalo esta oración junto con el Padre
Nuestro!
Hoy, en mi pausa contemplativa,
pediré al Señor escuchar y dejarme conducir por el Espíritu que ora en mi, con una oración humilde y sincera:
Cristo Jesús, Hijo de Dios, ten
piedad de mí pecador
Palabras
de una santa cofundadora
Es verdad que no somos capaces de
nada, pero con la humildad y la oración tendremos al Señor cercano y cuando el
Señor está con nosotros todo va bien.
Madre María Mazzarello