miércoles 2 febrero 2012. Fiesta de la Presentación del Señor
  
DE LA PALABRA DEL DIA
Ahora, Señor,  según tu promesa, puedes dejar a tu  siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a su Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.  Lucas 2,29-32

¿Cómo vivir esta Palabra?
Hoy es una fiesta de luz en cualquier contexto meteorológico que nos encontremos. Y de luz habla,  con transportes de alegría,  un hombre justo y amante del Señor, de nombre Simeón. Dócil al Espíritu Santo él encuentra a María y a José cuando llevaban  al niño Jesús al templo para ofrecerlo a Dios y cumplir así un preciso mandato de la ley de Moisés.
Es una escena hermosa para visualizarla con el corazón. Simeón toma en sus brazos al frágil y pequeño niño y lo alza  bendiciendo a Dios y prediciendo de él  lo que coincidía exactamente con la personalidad del gran esperado: el Mesías, el Salvador  de todo el mundo. Pero se debe advertir que Simeón reconoce en el Niño la gloria del pueblo de Israel: el pueblo elegido del que se había dicho que de él saldría el Mesías. Simeón ve con los ojos de la fe al Salvador prometido “ante todos los pueblos”.
Ciertamente Jesús es la luz  venida a iluminar  a las gentes, no a una sola nación, a una única realidad étnica. Esta es la universalidad del misterio de Jesús Mesías que, al igual que iluminó a Simeón, también puede hacer de nosotros  personas luminosas  si estamos abiertos a la luz, a la amplitud de su irradiación que llega  hasta los confines del mundo y de la historia, sin  exclusión ni ningún tipo de restricción.

 ¡Qué importante es, Señor, que como Simeón y como la anciana profetisa Ana, también yo abrace y me deje abrazar e iluminar por Ti!. Es así como evitaré  toda forma de  cerrazón mental, de  estrechez y de falta  de diálogo en las confrontaciones con quienes  no piensan como yo en el campo religioso o en cualquier otro ámbito.
  
Señor, tu salvación es para todos los pueblos.
Haz que seamos muchos los que la acojamos con corazón puro.

 La voz de un abad cisterciense
¡Hermano, vayamos! Hoy este cirio .arde en las manos de Simeón. Venid a coger allí la luz, venid a encender allí vuestros cirios, […]para ser vosotros mismos antorchas que brillen dentro y fuera, para el bien  vuestro y para el de los demás.           Beato Guerrico d´Igny