3 febrero 2012, viernes. IV semana Tiempo ordinario
DE LA PALABRA DEL DIA
Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y lo
protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo
y lo escuchaba con gusto. MARCOS 6,20
¿Cómo vivir esta
Palabra?
El
temor del rey Herodes (un soberano todo lo contrario a encomiable), no era un
sentimiento de miedo, sino más bien de admiración a una persona a la que
consideraba muy superior a él. En la
vida de Herodes juega la prepotencia de dos pasiones: la del poder y la de la
lujuria, mientras que en Juan resplandecen la justicia y la santidad. Precisamente son
estas dos cualidades de la vida las que interpelan al cristiano de siempre,
también a nosotros hoy.
Justicia es el modo justo de relacionarse consigo
mismo, con Dios y con el prójimo.
Santidad es vivir en profundidad el respeto y el amor agradecido a Dios porque
nos ha regalado la existencia y, en Cristo Jesús la ha rescatado del verdadero mal que es el
pecado.
El hombre
justo y santo es humilde, percibiendo su limitación, pero no está encogido
dentro de formas y expresiones de una humanidad
privada de valor y de impulso hacia todo lo que es verdadero y bueno y bello. Precisamente,
su tender hacia tales categorías esenciales del tiempo y de la eternidad, hacen
de él ese ejemplar humano que da gloria a Dios y activa la estima de los hombres. Incluso gente de
dudosa calidad ética, que a veces ocupa, como Herodes, puestos de prestigio en
sociedad, advierte la secreta fascinación de quien es justo y santo.
Señor,
te lo ruego, hazme también a mí una persona que siga los dictámenes de una conciencia
no en letargo, sino iluminada por la fe,
y haz también que sea justo y santo en
virtud de tu Palabra, a tu gloria y por el bien de todos.
La
voz de un metropolita de Éfeso
La santidad no es fruto de elección
humana. No se la puede valorar con criterios humanos, ni determinar con
procedimientos humanos. La santidad pertenece a Dios. Los santos no son sino hombres de Dios.
S.E.
Chrisostomos Konstantinidis