DE LA PALABRA DEL DIA
Cuando el rey Salomón llegó a viejo, sus mujeres le desviaron su
corazón tras otros dioses; su corazón ya no perteneció por entero al Señor,
como el corazón de su padre David. (1 Reyes 11,4)
¿Cómo vivir esta
Palabra?
Ayer la
liturgia nos presentó la especial sabiduría de Salomón: un don reconocido y
admirado también fuera de los confines de
su nación y que habría debido hacer de él un rey modelo. Hoy el tono
cambia totalmente. Se nos presenta una
figura decadente, pero no tanto por la edad cuanto por la decadencia moral. En
los versículos seleccionados y siguientes, el texto sagrado denuncia su pasión
por las mujeres extranjeras y por el número desmesurado de las que se había
rodeado, como mujeres y concubinas, creando un ambiente muy negativo. No fue
sino el comienzo de un progresivo y corrosivo proceso que lo alejó de su vocación de servicio, de su misión, del plan de Dios y de su alianza.
Cabría
preguntarse: ¿Cómo puede un hombre tan sabio perder el horizonte a ojos abiertos y deslizarse hacia el
propio hundimiento? Es un hecho: los dones de Dios deben ser administrados en
vistas de aquello para lo que han sido concedidos, quedando el receptor humildemente
dependiendo del Donante, examinando a la luz de Dios si están siendo sus pasos los correctos.
Si los dones son
gestionados como bienes personales para satisfacer la propia ambición y
codicia, inexorablemente se corrompen entre las manos, arrastrando al abismo. No
se puede decir: probaré solamente y después me detendré. Cuando nos metemos en
un terreno resbaladizo y en declive, cuando vamos bajando escalones, solamente iremos cada vez
más hacia abajo, a menos que se tenga la humildad de reconocer el fallo y de rectificar "subiendo" tomando la mano que donde quiera que sea siempre permanece tendida, porque
nosotros podemos volver la espalda a
Dios, pero Dios nunca dejará de amarnos.
Hay quiero detenerme a hacer una
humilde revisión de vida y verificar si no hay alguna pequeña cesión que, si no la corto rápidamente, va bajando la exigencia de santidad de mi vida y me va a hacer llegar a donde no querría.
Señor,
ayúdame a no ceder a las pequeñas tentaciones, preludio de grandes
alejamientos. Sostenme con tu gracia por un camino en el que no pierda nunca de
vista ni a Ti ni a tu Amor, como lo hizo tu beata sor Eusebia Palomino, de quien hoy celebramos su memoria.
La
voz de una filósofa
El pecado es un despilfarro de la libertad. (Simone Weil)
"Hágamos santas. Todo lo demás es perder el tiempo". (sor Eusebia Palomino)