DE LA PALABRA DEL DIA
Voy a desgarrarle el reino a
Salomón y voy a darte a ti diez tribus; lo restante será para él en
consideración a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que elegí entre toda las
tribus de Israel. 1Reyes 31-32
¿Cómo
vivir esta Palabra?
El alejamiento
del Señor va siempre acompañado por el alejamiento de los otros, no
considerados ya hermanos confiados a
nuestros cuidados, sino personas que explotar
ejerciendo sobre ellos un arbitrario poder. Es lo que le ocurre a Salomón, el rey que
avanzando en años, no supo resistir el mordisco de la ambición y la
soberbia. Los súbditos gemían bajo su mano que se había hecho pesada
y, a su muerte, le piden al hijo librarse de un gravamen que se había hecho
insoportable. Al serles denegado, diez tribus
se levantaron, constituyéndose en reino bajo Jeroboán.
En manos de la
dinastía de David quedó solamente la tribu de Judá, de la que tomó nombre el
reino. La duodécima tribu era la de Leví,
a la que se le había confiado el
culto, y como no tenía territorio propio
no aparece en la división del reino. En el pedazo del territorio que no había
sido sustraído al rey davídico, el signo de la fidelidad de Dios a la alianza,
el rey, se había alejado de Él, pero Dios no se retractó de la palabra dada a
David.
Mucho más
adelante, Pablo, en su epístola a los Romanos, nos hará reflexionar sobre el hecho que la fidelidad de Dios, en
Cristo, va mucho más allá: “En verdad apenas
habrá quien muera por un justo, por un hombre de bien tal vez se atrevería uno
a morir; más la prueba de que Dios nos
ama es que Cristo, siendo nosotros
todavía pecadores, murió por nosotros”.
Rm 5,7-8
¿De qué,
entonces, puede temer nuestro corazón? Incluso si hubiésemos cometido los pecados más horribles, Dios no reniega de
nadie como hijo suyo, la puerta de casa permanece siempre abierta, también
abiertos sus brazos para acogernos arrepentidos y restituirnos la dignidad pisoteada.
Esto será en lo que pensaré hoy,
con alegre y humilde agradecimiento.
¿Qué
te digo, Señor? Tu amor me conmueve y me da valor para volver a comenzar
siempre con renovado impulso. ¡Gracias, Dios mío!
La
voz de un testigo
¡No protestes por el abandono de
Dios en tu vida! Dios es fiel. No te abandonará nunca, ha puesto en ti su
morada.
Sergio Jeremías de Souza