8 febrero 2012, miércoles. V semana Tiempo ordinario
 DE LA PALABRA DEL DIA
¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia!

¿Cómo vivir esta Palabra?
La reina de Saba, atraída  por la fama de Salomón, decidió ir a visitarlo. Quiso verificar personalmente la veracidad de lo que se decía de él:  no era fácil para dejarse influenciar  pero tampoco se detenía por gratuitos  prejuicios. Su comportamiento fue el de quien honestamente busca la verdad y solamente a ella quiere seguir, y por ello no pone entre paréntesis la duda acogiendo todo sin un previo criterio, no excluyendo la posibilidad  de llegar a conocimientos ulteriores,
Su humilde actitud la hace verdadera discípula de un Dios al que no conoce y que se le estaba revelando munífico y  solícito hacia el pueblo que ama. Elogia la sabiduría de Salomón, pero sin perder de vista sea su origen, sea su finalidad: se trata de un don  de Dios, -al que ante todo dirige la alabanza-; que se lo da en vista del pueblo, para que sea gobernado con el respeto al derecho y a la justicia.
Por tanto, lo que emerge es el amor de un Dios fiel y previsor. El rey es sólo el depositario de la benevolencia divina que,  después de haberlo enriquecido con su don,  lo coloca  en el trono para servicio del bien común.
Es un tema que encaja perfectamente en el hoy y que atañe a todos, porque cada uno tiene su don para ponerlo a disposición de los demás: dones personales de los que no hay que enorgullecerse, ni mucho menos  disponer de ellos despóticamente; dones de  hermanos que hay que agradecer y por los que hay que bendecir a Dios
  
Frente  a lo que “se dice” ¿cuál es mi actitud? ¿Hablo fácilmente dejándome influenciar, cierro los cauces de recepción, o procuro verificar  y  tomar  posición personalmente, dando al “César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”?

Espíritu Santo, ilumina  mi mente, hazla capaz de sano y recto discernimiento, para que sepa descubrir y adorar  la acción de Dios, donde quiera se manifieste.
  
La voz de una beata
El hombre que va en busca de la verdad vive sobre todo en el corazón de su búsqueda intelectual: si mira efectivamente a la verdad como tal (y no colecciona simplemente algunas nociones particulares) está muy cerca de Dios –que es la misma verdad- y consiguientemente  al propio centro íntimo de lo que piensa.
                                                                                                          Edith Stein