17 febrero 2012, viernes. VI semana Tiempo ordinario

de la PALABRA del día
¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros le dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos” pero no le dais lo necesario para el cuerpo ¿de qué sirve? Santiago 2, 14-16

¿Cómo vivir esta Palabra?
Casi parecería que las palabras que Santiago nos ofrece hoy en su Carta estén en contradicción  con cuanto Pablo afirma en la suya  a los Romanos de que sólo la fe en Jesús nos salva. 

Según Santiago, en cambio, son las obras las que salvan. ¿Hay contradicción entre los dos? ¡No! Santiago hoy hace una preciosa aclaración. Porque por desgracia ha sucedido, en el arco de los siglos (y todavía sucede) que hay cristianos aparentemente fervorosos en su práctica religiosa, presentes  en los ritos de culto, capaces, incluso, de anunciar el Evangelio, pero cerrados y ávidos de sus bienes y de sus comodidades. Cristianos  que se sienten justos por las prácticas religiosas que hacen.
Entonces, qué preciosa y actual es esta palabra de Santiago conjugada con la otra de Pablo: “En Cristo Jesús ni la circuncisión tiene valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad”. (Gálatas 5,6).

 El amor que obra es pues el soplo vital de la fe. Sin esto, la fe es inútil. Al entrar en mi corazón, me detendré hoy en estas consideraciones.

Y rezaré:

Espíritu de Dios, infúndeme tu amor, para que mi fe sea viva y operante.
Y para que mi celebrar sea también servicio generoso y leal.

La voz de una mística del siglo pasado
“Tú me interesas”. Esta es una expresión que un hombre no puede  dirigir a otro hombre sin cometer una crueldad  y herir la justicia… Hay en todo hombre algo de sagrado.                                                                                                                 Simone Weil