“Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”.
Pedro le contestó: “Tú eres el Cristo”.
Marcos 8,29
¿Cómo
vivir esta Palabra?
Ayer Jesús nos
abrió los ojos, esperando nuestra adhesión amorosa y paciente a su persona. Hoy
nos impacta su pregunta: “Y vosotros
¿quién decís que soy yo?”. La pregunta la hizo a los discípulos en las
cercanías de Cesarea de Filipo. Y te la hace a ti hoy, allí
donde estés.
La gente veía en él al Bautista resucitado o Elías que había vuelto, o cosas semejantes.
Algo parecido a la actualidad. Mucha gente piensa de
Jesús: un gran hombre, dotado de extraordinarias cualidades terapéuticas.
Un hombre de Dios, pero que no es “Dios de Dios”, como decimos en la Misa , en el Credo, donde está
el núcleo del corazón de la confesión de fe cristiana.
Es pues,
importante, dejarnos hoy interpelar personalmente por la Palabra. ¿Quién es para
mí Jesús? ¿Es verdaderamente el
Mesías prometido, el Salvador, Aquel que
dándome su Espíritu, su Palabra, a sí mismo en los Sacramentos, vivifica mi persona e ilumina todo lo que haga día tras día?
Hoy, al entrar en mi corazón le pediré
al Espíritu que silencie en mí todo ruido de palabra y de pensamientos vanos. Dejaré que el Señor me
dirija muchas veces esta misma Palabra
suya: ¿Quién soy yo para ti hoy?
Y rezaré:
Señor
Jesús, ábreme los ojos de mi interior.
Que yo, dentro de mi corazón Te vea en tu misterio de Siervo sufriente y Te
reconozca como Resucitado, abriendo así las alas de la esperanza, de la plena confianza por el
continuo contacto contigo.
La
voz de un gran obispo de los primeros siglos
Nuestra fuerza eres Tú, Señor
Jesús. Nosotros no nos fiamos de nuestra fuerza, ni podemos combatir con nuestra energía: la fuerza viene
de la fe y se toma de Cristo.
San Ambrosio