15 febrero 2012, miércoles. VI semana Tiempo ordinario

 De la Palabra del día 
Jesús tomó al ciego de la mano, lo sacó de la aldea, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: “¿Ves algo?”. El ciego, levantando los ojos dijo: “Veo hombres que parecen árboles, pero andan”. Marcos 8, 23-24

¿Cómo vivir esta Palabra?
Jesús no ama la espectacularidad, actúa lejos del ruido y de la curiosidad irrespetuosa. 
En el Evangelio de hoy, es Jesús mismo  quien toma de la mano al ciego y lo conduce  fuera de la aldea. ¡Qué delicadeza! Y mientras le manifiesta su gran cercanía y atención personalizada, pide  una personal y profunda acogida  del don de la luz.
En el texto de hoy el ciego  no empieza a ver enseguida ni a ver todo: “Veo hombres que parecen árboles, pero andan”. Y Jesús está allí, a su lado,  para imponerle de nuevo las manos. Y el ciego, finalmente, ve.
La enseñanza a intuir: la fe es ser “tocado” por Jesús, que no lo hace de modo mágico. Envuelve, más bien nuestra impaciencia en un ejercicio de gran confianza.

Hoy, en mi pausa contemplativa, imaginaré en mi corazón los momentos de la curación del ciego. Y rezaré:

Señor, son mis ojos interiores los que tienen necesidad de abrirse progresivamente  para descubrirte en mi vida y a los hermanos como reflejo tuyo.
  
La voz de un profeta de nuestros días
Lo que llamamos fe es la certeza de que cada uno puede amar a su prójimo y ser amado. Se puede construir sólo sobre el amor.
                                                                                              Abbé Pierre