MIÉRCOLES 18 enero 2012. II semana Tiempo ordinario

DE LA PALABRA DEL DIA
David respondió al filisteo (Goliat): Tú vienes a mí armado de espada, lanza y jabalina. Yo voy hacia ti en nombre del Señor de los ejércitos. I Samuel  17,45

¿Cómo vivir esta Palabra?
            De nuevo una guerra sirve de escenario  a la historia dramática del reino de Saúl. Israel avanza contra los filisteos invasores. Están uno frente al otro, pero ninguno de los dos contendientes se decide a atacar. Finalmente los filisteos lanzan un desafío: un duelo frontal entre un guerrero suyo y otro de Israel. Goliat, el gigante, será el que combata por los filisteos.
El anciano rey Saúl estaba angustiado: “El Espíritu del Señor se había retirado de él” (v.37), y ya no encontraba solución. El joven David,  resuelto, le pidió ir a luchar contra Goliat. Un desafío que, de entrada, parecía perdido a los ojos del rey, que consideraba la situación desde el punto de vista humano,  pero una victoria cierta para el joven pastor, que sabía que podía contar con el Señor. Con fuerza  dirá al enemigo: “Tú vienes a mí con la espada, yo voy hacia ti  en nombre del Señor. El Señor te hará  caer en mis manos… Él  no salva por  medio  de la espada porque es el árbitro de la lucha”.

Dios es, en efecto quien decide la suerte de los pueblos y de las guerras. Y lo demostrará conduciendo a la victoria al joven pastor que con una honda corriente abatirá la  impotencia arrogante  del enemigo. Es como decir: Dios es más fuete  que los planes de los poderosos y manifiesta su poder sirviéndose de nuestra insuficiencia. ¿Acaso no es verdad que también nosotros  hemos experimentado muchas veces  cómo el poder del Señor  se manifiesta  plenamente en nuestra debilidad?

COMPROMISO, en mi pausa contemplativa,  venceré simbólicamente, con la fuerza  que me viene de Dios, toda resistencia que se oponga en mí a su amor. Miraré fijamente con valor a mis enemigos interiores susurrando a flor de labios, como una oración: ¡Venceré en el nombre del Señor!

La voz de un hombre espiritual de nuestro tiempo
He necesitado tiempo para descubrir  y aceptar que estaba habitado por un “mito”: el de la posibilidad de acceder a Dios con sólo mis fuerzas. ¿No estaba animado  por un celo  espiritual real? Pero un mito que, bajo la apariencia del bien, corre el riesgo de hacer que falte lo esencial.                                                                                               Andrés Louf