19 enero 2012, jueves. II semana Tiempo ordinario

DE LA PALABRA DEL DIA
Saúl le tomó aversión a David. (I Samuel  18,9)

¿Cómo vivir esta Palabra?
La primera lectura de la liturgia de hoy,  leída a la luz de  la ‘Semana de oración  por la unidad de los cristianos’, nos ofrece interesantes sugerencias.
Saúl y David: dos elegidos para guiar a Israel. Dos consagrados  sobre los que se había posado el Espíritu.  Mucho los une, pero algo chirría y la unidad auspiciada se rompe desde el comienzo. Es la presencia insidiosa del mal del que habla el Génesis:“el pecado está acechando a tu puerta como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar” (4,7).
La sagrada unción del Espíritu no libera ni preserva de las limitaciones, no inmuniza del pecado. Y vemos aquí a Saúl corroído por la envidia a causa del entusiasmo suscitado por la estrepitosa victoria de David, que había expuesto su vida por la salvación de Israel. Es el comienzo de un recorrido tortuoso que verá a los dos “ungidos y consagrados a Dios” por caminos opuestos: uno en persecución del otro. Sellados ambos con el nombre de un Dios que es por naturaleza comunión, y no obstante esto,  divididos.
Escándalo que se perpetúa en nuestra historia. Bautizados en el nombre del único Dios, marcados con el mismo sello del Espíritu, miembros heridos de un único Cuerpo, somos nosotros hoy, los  cristianos, los que nos encontramos muy cercanos y muy divididos.
  
COMPROMISO: me interrogaré  sobre la resonancia  que tiene en mí la situación de la comunión en la comunidad cristiana, el tema ecuménico que profundizamos en esta semana de oración por la unidad de los cristianos. ¿Lo vivo  como algo que me atañe personalmente? ¿Lo sufro como una herida que lacera el Cuerpo Místico del que soy miembro? ¿Estoy convencido que la raíz de la desunión hay que buscarla ante todo en el corazón, en mi corazón?

Con el movimiento ecuménico rezaré:

Dios Padre, Señor de la paz, perdona la culpa de la división en tu Iglesia, Cuerpo de Cristo, y danos  el valor  de buscar aquella unidad  que es tu don y tu voluntad, y en la que está nuestra paz.

La voz del movimiento ecuménico
Mientras rezamos y trabajamos  por la plena  y visible  unidad de la Iglesia, nosotros  – y las tradiciones a las que pertenecemos – seremos cambiadas, transformadas y conformadas a imagen de Cristo. Los cristianos intentan esforzarse juntos, sin triunfalismos, con toda humildad, en el servicio de Dios y de los hermanos, según el ejemplo de Jesucristo. Al tender a la unidad, es este el comportamiento que deseamos  pedir a Dios  todos juntos.