CURADOR
Es
sábado y el pueblo se encuentra reunido en la sinagoga para escuchar el
comentario de la Ley explicado por los escribas. Por primera vez Jesús va a
proclamar la Buena Noticia de Dios precisamente en el lugar donde se enseña oficialmente
al pueblo las tradiciones religiosas de Israel.
La
gente queda sorprendida al escucharle. Tienen la impresión de que hasta ahora
han estado escuchando noticias viejas, dichas sin autoridad. Jesús es
diferente. No repite lo que ha oído a otros. Habla con autoridad. Anuncia con
libertad y sin miedos a un Dios Bueno.
De
pronto un hombre «se pone a gritar: ¿Has venido a acabar con nosotros?».
Al escuchar el mensaje de Jesús, se ha sentido amenazado. Su mundo religioso se
le derrumba. Se nos dice que está poseído por un «espíritu inmundo»,
hostil a Dios. ¿Qué fuerzas extrañas le impiden seguir escuchando a Jesús? ¿Qué
experiencias dañosas y perversas le bloquean el camino hacia el Dios Bueno que
él anuncia?
Jesús
no se acobarda. Ve al pobre hombre oprimido por el mal, y grita: «Cállate y
sal de él». Ordena que se callen esas voces malignas que no le dejan
encontrarse con Dios ni consigo mismo. Que recupere el silencio que sana lo más
profundo del ser humano.
El
narrador describe la curación de manera dramática. En un último esfuerzo por
destruirlo, el espíritu «lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió».
Jesús ha logrado liberar al hombre de su violencia interior. Ha puesto fin a
las tinieblas y al miedo a Dios. En adelante podrá escuchar la Buena Noticia de
Jesús.
No
pocas personas viven en su interior de imágenes falsas de Dios que les hacen
vivir sin dignidad y sin verdad. Lo sienten, no como una presencia amistosa que
invita a vivir de manera creativa, sino como una sombra amenazadora que controla
su existencia. Jesús siempre empieza a curar liberando de un Dios opresor.
Sus
palabras despiertan la confianza y hacen desaparecer los miedos. Sus parábolas
atraen hacia el amor a Dios, no hacia el sometimiento ciego a la ley. Su
presencia hace crecer la libertad, no las servidumbres; suscita el amor a la
vida, no el resentimiento. Jesús cura porque enseña a vivir sólo de la bondad,
el perdón y el amor que no excluye a nadie. Sana porque libera del poder de las
cosas, del autoengaño y de la egolatría.
José Antonio Pagola
Red
evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Difunde la fuerza curadora
de Jesús. Pásalo.
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29 de enero de
2012
4 Tiempo ordinario (B)
Marcos 1, 21-28
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DE LA PALABRA DEL DIA
Se quedaron asombrados de su
enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Mc 1,22
¿Cómo vivir esta
Palabra?
Dejarse aferrar
por la persona de Cristo: he aquí donde tiene comienzo la identidad del
cristiano. En la fascinación de Alguien que, hoy como ayer y como mañana,
ejerce una fuerza que es autoridad. Y es
de tal manera una fuerza interior la autoridad, que se diferencia del poder en
lo siguiente:
Quien tiene
autoridad (y aquí se entiende obviamente autoridad como una fuerza interior que
influye en las personas) es capaz de
persuadir para el bien y orientar
a los otros hacia lo que es justo. Quien, en cambio, tiene poder (aunque
sea una autoridad civil o eclesiástica) y se sirve del mismo sólo para los
propios interesas, daña al prójimo y, a lo largo también se daña a sí mismo.
El Evangelio de
este domingo tiene por centro el imperioso mandato de Jesús al demonio: “Cállate y sal de él”, mandato que
manifiesta claramente la autoridad o fuerza interior de Cristo Señor que, con
solo dos verbos libra al endemoniado del poder del maligno.
En cierto
modo, también el cristiano puede llegar
a tener esa autoridad, esa fuerza interior que lo hace verdadero, auténtico, en
todo lo que piensa, hace y dice, si allí donde vive, realiza su trabajo o
ejerce su profesión, lo hace con serenidad y por amor.
La
voz de un doctor de la Iglesia
Dos amores hicieron dos ciudades:
la ciudad terrena el amor de sí hasta el desprecio de Dios, la ciudad celeste
el amor de Dios hasta el desprecio de sí. San
Agutín.