28 enero 2012, sábado. III semana Tiempo ordinario
Entonces lo despertaron diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos
hundamos? Mc 4, 38
¿Cómo
vivir esta Palabra?
El lago de
Galilea por su geografía, está sujeto a tempestades imprevistas y peligrosas.
En la Biblia
el mar con frecuencia simboliza el mal, el peligro, la hostilidad, el demonio,
todo lo negativo que puede afligir al hombre de fe.
El episodio
del Evangelio de hoy hace ver que la amistad con Jesús no defiende de los rigores de la vida; más
bien sucede a veces que, mientras se están afrontando dificultades, el Señor ‘duerme’. Todos tenemos
experiencia de circunstancias trágicas, calamidades naturales, realidades
frente a las cuales nos hemos sentido incapaces de actuar o decidir
por nosotros solos.
Es el momento
de la fe verdadera: confiar en Jesús, abandonarse en Él, entregarse totalmente
a su amor, entrar en su corazón, ponerse en sus manos prontos a aceptar las consecuencias
que se deriven, sean las que sean, conscientes que también en esa tempestad
Dios está y nunca nos va a abandonar. No se puede hacer depender la fe del
éxito ni del bienestar.
En el pasaje evangélico
de hoy, Jesús calma el viento y las aguas,
pero después dirige a los
apóstoles la presunta decisiva para que profundicen el camino de la fe, y
también con ellos a los discípulos de todos
los tiempos: “¿Aún no tenéis fe?”
En mi pausa contemplativa de hoy,
también puede serme útil el hacerme la misma pregunta
Señor
Jesús, Tú eres el Señor de toda la creación. Ayúdame a caminar siempre contigo, cuando la vida es serena y
cuando hay borrasca. Que tu Palabra sea
luz para ayudarme a leer y vivir con confianza los acontecimientos de mi
historia en la lógica de tu designio de amor para mí.
La
voz de un cardenal/biblista de hoy
La última palabra no es aquella
de la criatura, incluso poderosa, como son los vientos y el mar, sino la del
Creador y Salvador, al que “importa que nosotros no tengamos que morir”.
Gianfranco
Ravasi