27 enero 2012, viernes. III semana Tiempo ordinario
DE LA PALABRA DEL DIA
El Reino de Dios se parce a un hombre que echa simiente en la tierra.
Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo,
sin que él sepa cómo. Marcos 4,26-27
¿Cómo vivir esta
Palabra?
Jesús era un magnífico
maestro, utilizaba todos los medios disponibles para enseñar y profundizar la fe de sus discípulos para que pudieran realizar la misión con Él.
En el
Evangelio de hoy, Jesús presenta dos parábola: en la primera el sembrador echa
la semilla en la tierra; ésta crece día y noche no por obra del sembrador, sino
que crece hasta la siega por el poder del amor de Dios.
En la segunda
parábola el Reino es comparado con un grano de mostaza que es muy pequeño, pero
al sembrarlo se convierte en un árbol capaz de acoger en sus ramas y a su
sombra hasta los pajarillos.
La obra
misionera del discípulo sigue este diseño: el discípulo proclama la Palabra sin saber si será a no acogida, sólo Dios lo sabe.
A veces, la intervención del discípulo parece mínima, de poca importancia, pero
recibida por una persona en un momento propicio, la Palabra (hablada o testimoniada),
es acogida en su interior, y allí se convierte en una fuerza que abraza y
envuelve toda la vida de esa persona e, incluso, va más allá, hasta llegar a
quienes la rodean: ésta es la santidad, la vida vivida totalmente en Dios. Éste es el poder maravilloso
de la Palabra
en el corazón del hombre.
En mi pausa de contemplación de
hoy, leeré estas dos parábolas tratando de comprender en mi vida la lógica de la semilla que crece…
Señor
Jesús, siembra en mí tu Palabra y haz que eche raíces profundas en mi corazón
para poder amarte totalmente y producir frutos al ciento por uno en la comunidad o en la familia en la que vivo.
La
voz del santo de los jóvenes
Yo querría que mañana cada uno se
parase un momento a hacer esta reflexión: ¿Qué he hecho en el pasado por mi
alma? ¿Cómo estoy en el presente en la presencia de Dios? ¿Qué quiero
hacer para el porvenir?
San Juan Bosco