DE LA PALABRA DEL DIA
Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios,
ese es mi hermano y mi hermana y mi
madre. Marcos 3, 34-35
¿Cómo vivir esta Palabra?
No sólo los
escribas están contra Jesús (2,6), ya que tampoco sus parientes aceptan lo que
está haciendo, e intentan hacer que vuelva a su casa. Jesús aprovecha la ocasión
para hacer comprender a sus parientes y a la muchedumbre, que lo que él ofrece
va más allá de cualquier realidad, incluso de los lazos de sangre, pues se
trata de la voluntad de Dios, de la realización de su reino. Se trata de una
herencia única: Dios mismo.
Quien escucha
a Jesús y cree en Él y en el Padre que lo ha enviado, se convierte en
discípulo, en colaborador íntimo de Jesús. Así lo hizo María, su Madre. Su Sí
total al Padre, dio al mundo al Salvador prometido por los profetas. Desde
aquel momento María quedó íntimamente unida al Hijo en su misión, ofreciéndose
con él para la realización plena del designio del Padre. Nosotros somos
parte de esta historia y como María, podemos llegar a ser madre,
hermano, hermana de Jesús y de todos aquellos que a lo largo de los caminos del
tiempo buscan a Dios con corazón sincero.
En mi pausa contemplativa de hoy trataré
de comprender más profundamente mi experiencia de Jesús, de su reino: una
herencia para aceptarla libremente y
custodiarla; un tesoro para apreciarlo y compartirlo…
¡Señor
Jesús, me entrego a Ti y a tu Madre! Ayúdame a pasar de un conocimiento más
bien superficial a un amor verdadero, profundo y pleno de confianza.
La
voz de un gran obispo
Nosotros comenzamos a amar a Dios
por el conocimiento que de su bondad nos da la fe; después saboreamos gustosamente
esta bondad con el amor; y el amor aviva el sabor, y el sabor afina el amor…;
así el sabor del bien aumenta el amor y
el amor aumenta el sabor.
San Francisco de Sales