24 enero 2012, martes. III semana Tiempo ordinario

DE LA PALABRA DEL DIA
Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi  hermano y mi hermana y mi madre. Marcos 3, 34-35

¿Cómo vivir esta Palabra?
No sólo los escribas están contra Jesús (2,6), ya que tampoco sus parientes aceptan lo que está haciendo, e intentan hacer que vuelva a su casa. Jesús aprovecha la ocasión para hacer comprender a sus parientes y a la muchedumbre, que lo que él ofrece va más allá de cualquier realidad, incluso de los lazos de sangre, pues se trata de la voluntad de Dios, de la realización de su reino. Se trata de una herencia única: Dios mismo.

Quien escucha a Jesús y cree en Él y en el Padre que lo ha enviado, se convierte en discípulo, en colaborador íntimo de Jesús. Así lo hizo María, su Madre. Su Sí total al Padre, dio al mundo al Salvador prometido por los profetas. Desde aquel momento María quedó íntimamente unida al Hijo en su misión, ofreciéndose con él para la realización plena del designio del Padre. Nosotros somos parte  de esta historia  y como María, podemos llegar a ser madre, hermano, hermana de Jesús y de todos aquellos que a lo largo de los caminos del tiempo buscan a Dios con corazón sincero.
  
En mi pausa contemplativa de hoy trataré de comprender más profundamente mi experiencia de Jesús, de su reino: una herencia  para aceptarla libremente y custodiarla; un tesoro para apreciarlo y compartirlo…
  
¡Señor Jesús, me entrego a Ti y a tu Madre! Ayúdame a pasar de un conocimiento más bien superficial a un amor verdadero, profundo y pleno de confianza.


La voz de un gran obispo
Nosotros comenzamos a amar a Dios por el conocimiento que de su bondad nos da la fe; después saboreamos gustosamente esta bondad con el amor; y el amor aviva el sabor, y el sabor afina el amor…; así  el sabor del bien aumenta el amor y el amor aumenta el sabor.                                                          
San Francisco de Sales